Por Cristián Sarmiento
Canalizador
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Más allá de cuestionamiento existenciales, posicionamientos filosóficos o teoremas científicos, hay algo completamente cotidiano (que podríamos considerarlo como el espacio donde lo místico y trascendental toma lugar), donde nuestro Ser se interrelaciona con una serie de actividades, tales como; amistades, familia, trabajo y, por supuesto, el cúmulo de desafíos personales que continuamente planificamos para llegar a sentirnos plenos.
Pero aquí, nuestros entrenamientos espirituales, prácticos y teóricos muchas veces quedan desfasados debido a la intensidad del momento, lo sorpresivo de un acontecimiento o las inseguridades que nos generan ciertas vicisitudes de la vida. Es por tanto natural, que al temer más que confiar, la balanza de los acontecimientos favorezca cierta polaridad.
Estas situaciones/percances tienden a derrumbar ciertas construcciones que hemos edificado para reafirmar nuestras convicciones, conduciéndonos a explorar nuevas fuentes de entrenamiento y satisfacción. Esto, lo podríamos denominar como la esencia del “buscador inalcanzable de respuestas”, que cree en la existencia de un lugar estático donde la felicidad y la paz tienden a manifestarse. Sí, el “buscador” anhela armonía y estabilidad y, muchas veces también, aprecio, éxito, fama y reconocimiento. Eso, en cierta manera, es una gran verdad.
Si por ejemplo armamos una modelación sencilla de la vida, nos encontramos con nuestra etapa de escolaridad y/o universidad, donde la adquisición de conocimientos, la competitividad y el establecimiento de nuestra personalidad marcan los hitos de mayor calibración.
Por su parte, al entrar en el desarrollo interior o espiritualidad, alcances como ser “mejor persona”, sumar información respecto a métodos y técnicas de conexión/curación y conocer grupos de personas con nuevos intereses, es lo que señalan el sendero.
En consecuencia, una excelente contemplación es ver ¿cómo integramos ambos escenarios en nuestras vidas? y esto, “sin dejar de hacer lo que más nos gusta en la vida”, ¿por qué?. Porque tenemos una secreta inclinación mental a sumar culpas, entonces cuando exploramos nuevas herramientas tendemos a generar una separación con nuestra experiencia anterior empleando afirmaciones como “antes era de otra forma” “años atrás me equivocaba muchísimo”, etc.
Creo que aceptar que en el pasado hice lo que mejor que pude con las herramientas que disponía, es un excelente estratagema para dejar de visitar ese lugar de la psique llamado “pasado”.
Surge como respuesta a estas preguntas el establecimiento de “valores” con los que comenzamos a compartir y mirar la vida. O, si prefieres, ser consciente de ellos. Esto es clave, los entrenamientos deben aportar en nuestro currículum la capacidad para ver y sentir la vida desde una perspectiva más colectiva. Aquí, claramente hay varios atributos que podemos encontrar y en lo que concierne al presente artículo rescatamos «la empatía”.
En los medios se nos informa que la empatía es la capacidad cognitiva para percibir lo que el otro puede sentir. Entonces, ¡qué importante para ayudar o atender pacientes es cultivar la empatía! Lo interesante de esta dimensión, es ya que no hay mucho que entender o leer, sino sólo practicar. Recuerdo la declaración de Pattabhi Jois, maestro del Ashtanga Yoga: “El yoga es 99% práctica y 1% de teoría”.
Existen cientos de formas de practicarla en la vida diaria o en trabajos específicos de toda índole. Sí, debes tener presente que modificará tu vida desde el nivel más exterior hasta las capas más profundas impregnadas en carencias y faltas como la autoimagen personal, influencias y poder.
Asimismo, la empatía es un tremendo canal de comunicación con la divinidad, quizás muchísimo más palpable que una afirmación o visualización. Así, cuando este canal está activo surge un mensaje, surge un abrazo profundo, surge el compartir la existencia. Cuando este canal está silencioso, hay arrogancia, frustración o “algo que puedo ganar para mí”. Hay que observar tal como un proceso científico, qué ocurre en nuestro interior, qué energías están fluyendo, y tomarse el tiempo para considerar esta nueva noción de empatía en nuestra vida. Siempre es posible practicarla, no necesitas aislarte, transpirar o realizar algo extraordinario.
Otra cosa importante es que allí, donde aparece este valor, también se comunican ciertas expresiones del Ser como el arte, la belleza, la imaginación o sencillamente una sonrisa.
Buscar valor, compartir el valor y valorar el “valor” es una buena alternativa para cultivar empatía, fuente de compasión y humildad.

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