Desde Holanda
Lara Manqui
Coach ontológico / www.creatuvida.cl

Al empezar a escribir este artículo me encontraba a unos días de iniciar un nuevo taller de empoderamiento. Si bien es la primera vez que imparto “El Arte de Crear la Vida que Quieres” en Amsterdam, el hecho de haberlo realizado durante 6 años me hizo pensar que sería muy fácil juntar a los 6 asistentes que buscaba. En mi imaginación era cosa de hacer correr la voz y seguramente, en pocos días, iba a tener un taller lleno de mujeres apasionadas por aprender a desarrollar su poder personal. Pero…
¡Nada más lejos de la realidad! Subí la publicidad a algunas redes sociales, le avisé a todos mis contactos e incluso contraté publicidad, y… nada. Claro, hubo personas que se declararon “interesadas” y hasta recibí algunas consultas sobre el programa, sin embargo, faltando una semana para comenzar el taller, contaba solo con una persona registrada y otra que aseguraba que también se inscribiría.
En ese momento me sentí muy desalentada. ¡Que fracaso contar con solo 2 inscritas!, pensé, ¿por qué la gente no quiere hacerse responsable por su vida?, refunfuñé. Y hasta llegué a considerar que posiblemente lo que yo estaba deseando crear para mi vida ni siquiera era posible…, quizás era mejor tirar la toalla y simplemente dejar de hacer el esfuerzo.
Cuando estaba pasando por estos momentos de negatividad me interrumpió mi marido, quien en mis peores momentos siempre hace del más sabio de los coach personales, y me dijo: “Yo creo que nada de eso es verdad. Tienes un tercio de las inscritas que querías y aún tienes tiempo para conseguir más. Seguramente hay muchas personas a quienes les interesaría el taller si supieran de él y entendieran bien de qué se trata. Y, finalmente, si esto es lo que quieres hacer, tienes que hacerlo igual, sean dos o cien”.
¡Tenía razón! Mi disposición sólo estaba haciendo peor la situación. Pero ¿por qué me sentía así? ¿Qué me había sucedido?
Había caído en la trampa de pensar que porque tenía claro lo que quería lograr, también tenía claro cómo lo iba a lograr, pero cuando se fueron desarrollando las cosas de manera que no calzaban con mi imaginación, me desilusioné a tal nivel de querer resignarme. En otras palabras, mis expectativas me habían jugado una mala pasada.
Me recuerda la historia del hombre que durante una inundación sube al techo de su casa para rezar y pedir salvación, sin embargo cada vez que llegaba un rescatista a ayudarlo, él lo rechazaba, indicando que estaba seguro que sería Dios quien lo salvaría. Cuando finalmente muere ahogado, encara a Dios por no salvarlo, pero éste le responde: “¿cómo? ¿y todos los rescatistas que te mandé?”.
No cuesta mucho caer en esta misma trampa. Nos ponemos metas y, si las circunstancias, los tiempos o los resultados que estamos obteniendo no concuerdan con nuestras expectativas, nos sentimos fracasados, lamentamos lo sucedido y nos rendimos. Olvidando que si bien es cierto que nosotros mismos creamos nuestra propia realidad, no controlamos la manera en que éste llegará a manifestarse. Al final, sólo tenemos el poder de manejar nuestras propias acciones; incluyendo todo el esfuerzo que ponemos en lograr nuestras metas como también la manera en que nos comportamos ante las situaciones inesperadas o indeseadas que se nos presentan.
Hay tres fundamentos del empoderamiento que podemos recordar para volver a centrarnos en nuestro cometido y dejar de auto-sabotearnos con nuestras expectativas:
Recordar nuestra VISIÓN:
Es fácil perdernos en los detalles y olvidar nuestro objetivo mayor. En mi caso mi visión es ayudar a quienes desean florecer y empoderarse, y eso justamente no tiene que ver con la cantidad de personas que sean. En el caso del hombre que se ahoga esperando a Dios, su objetivo era vivir y no tenía sentido regodearse por quien lo salvara. Volver a mirar nuestro objetivo nos recuerda que lo que estamos haciendo tiene que ver con algo más importante que evitar herir nuestro ego o demostrar que tenemos la razón. Nuestro propósito es realizarnos y muchas de las circunstancias que surgen en nuestro camino son minucias en comparación con eso.
Confiar en el Universo/Dios/Un Orden Superior:
Confiar en algo más grande que nosotros nos libera del peso de sentir que tenemos que controlar todo o de entender por qué las cosas se están desenvolviendo de una cierta manera. Debemos confiar que cuando ponemos nuestra mente y corazón en conseguir un objetivo mayor hay algo, un orden superior, que nos proporciona las circunstancias certeras para cumplir nuestra misión. Puede que no sean las eventualidades que hubiésemos elegido si tuviéramos el poder de hacerlo, sin embargo, seguro serán las circunstancias precisas para entregarnos las herramientas que requerimos para poder seguir adelante con nuestro propósito.
Recordar que siempre estamos creciendo:
Al igual que todo en la naturaleza, cada uno de nosotros siempre está creciendo. Nuestro crecimiento es a través de los aprendizajes que normalmente adquirimos al superar obstáculos. Cuando creemos que ya lo sabemos todo y lo hemos hecho todo, estamos sentando las bases para desilusionarnos. Siempre aparecerán situaciones y obstáculos nuevos que nos obligarán a crecer.
En vez de esperar que todo resulte bien para evitarnos malos ratos, mejor es recordar que conseguir cualquier meta implica salir de nuestra zona de confort. Esto significa que seguramente pasaremos molestias al avanzar hacia nuestros sueños, pero también asegura que al cumplirlos habremos dado un gran paso en nuestro propio crecimiento personal.
Para terminar mi historia les comento que ayer comencé mi taller. Es un grupo hermoso de cuatro participantes muy inspiradores y especiales. Y aunque una de ellas me va pagar en masajes y otra en ayuda para mejorar mi marketing, creo que si antes de preparar este taller alguien me hubiese mostrado lo que resultaría de todo mi esfuerzo, seguramente me hubiese ahorrado varios de los malos ratos que yo misma me generé.
Crear expectativas perfectas sobre el futuro es una ilusión. El camino hacia tus sueños no estará libre de contratiempos ni imprevistos, pero si confías que el viaje que estás por emprender será tal como debe ser, podrás regalarte la oportunidad de disfrutar, no sólo del cumplimiento de tu meta, sino también de todo el camino que creaste para llegar hasta allá.

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