Por Sandra Burmeister
Escritora, cantautora, artista escénica
https://crefal.academia.edu/SandraBurmeisterGarcia

@SBurmeisterG

En mi diminuto estudio, escucho las cacerolas cantando de cucharón en cucharón a través de la ventana. Son las peticiones sociales que se arrastran por décadas y nos unen en orden a exigir cambios nacionales y otros a nivel planetario. Y en este vaivén de fuerzas antagónicas como si fuésemos los personajes de una macro dramaturgia, recae la investigación psicológica, social, física y del entorno de cada protagonista con preguntas tales como: ¿Quiénes somos? ¿Para qué estamos aquí ahora? ¿Cuánto tiempo estaremos como estamos? ¿Qué fuerza obliga a adaptarnos a usar un bozal y qué fuerza emancipadora cortará todas las ataduras? Y mientras escribo este artículo pienso en la persona que lo lee. ¿Quién eres? ¿Qué te gusta? ¿Qué te gustaría ser? ¿Qué te gustaría hacer?

Edgard Morin, filósofo y sociólogo francés. 99 años

De mis reflexiones, ayer leí una frase en el libro «Los siete saberes» de Edgar Morin (1999) que hizo eco en mí y dice: «El conocimiento es un océano de incertidumbres a través de un archipiélago de certezas». ¡Claro!, pensé. Eso es. Estamos nadando en un océano virtual frente a un enemigo invisible, intentando encontrar un ápice de conocimiento que nos dé seguridad. Las únicas certezas están en nosotros-as. Nuestros sentidos están más vivos que nunca. La intuición nos lleva por el camino más seguro. La responsabilidad, el respeto y la toma de conciencia hacia los y las demás serían lo que vele por nuestra existencia. Si yo me cuido, entonces cuido a otros y otras. Todo esto sin deprimirse y capeando el estrés.
La paradoja sobre la búsqueda del conocimiento y la verdad podría ahogarnos o salvarnos. Al parecer tiene que ver con la manera en que nos relacionamos con el cambio y de cómo vibramos frente al conocimiento. El año pasado una buena amiga desencarnó. Su partida fue repentina, inesperada, algo que estremeció a quienes la conocíamos. Una mujer joven (37), llena de vida, de planes, de proyectos por realizar. Dedicada a mejorar el lenguaje en los niños y niñas. Así es, ella era una emancipadora de la palabra escrita y hablada. Lo opuesto a lo que vivimos ahora con la boca tapada.
Dotada de una gran sensibilidad, me confesó haber sentido miedo por el cambio que estábamos viviendo en Chile con el estallido social. La energía vital de su sangre se volvió espesa y se detuvo. Con esto su cuerpo y corazón se desvanecieron. Aun así, su esencia sigue presente. Y digo esto, porque en aquella ocasión me habló sobre lo importante que era practicar el autocuidado.

Autocuidado

El autocuidado por estos días se hace imprescindible. Tanto por aquellos-as que deben salir a la calle y mantenerse libres de contagios, como por quienes pasan demasiadas horas frente al computador con teletrabajo, clases, seminarios, charlas, reuniones y sin mover las piernas. Esto último puede ser peligroso. Tomar la pildorita milagrosa para preparar el cuerpo, como si se fuera a viajar muchas horas en avión a otro continente. Por otro lado, una dieta sana. Lo más recomendable sería comer poco. Hacer ejercicio. Beber agua. Duchas con sal. Gárgaras con sal. Dormir. Tocar un instrumento. Dibujar. Leer. Escribir. Cantar. Mirar el amanecer, el atardecer y las estrellas. Cuidar plantas. Acariciar a la mascota. Hacer aseo. Lavar la mercadería. Lavar el bozal (mascarilla o barbijo) y gafas. Ayudar a otra persona si lo necesita.
Dicho lo anterior, estar preparados individualmente mediante un entrenamiento diario con meditación. Formas de meditación hay muchas. Ya sea activando la glándula pineal, recibiendo la Heisltrom con las enseñanzas de Bruno Gröning, visualizando los rayos en metafísica, conectando con piedras como el cuarzo, sintonizando con las energías angelicales de luz, invocando a la presencia Yo Soy o el Yo Superior, etcétera. Todas llegan a lo mismo mediante la respiración, calma y reconexión con el amor divino y la energía curativa todopoderosa. Cada persona resonará y hará aquello que sienta en su interior: libre albedrío. Sentarse con la columna derecha. Poner las manos sobre las piernas con las palmas hacia arriba. Respirar profundamente. Cerrar los ojos. Conectarse con los latidos del corazón. Separarse de los pensamientos en el momento preciso. Observar qué pasa en el cuerpo. Sentir el paso de la energía divina atravesando cada centro energético (chakras, nadis, glándulas, órganos vitales, cuerpo físico-mental-emocional-astral). Y algo muy importante, eliminar (cada día) cualquier pensamiento, palabra y acción en negativo. Además, tener conciencia que la energía divina que se recibe pasa a través del cuerpo físico y debe ser enraizada con el sentimiento de amor, la intención y atención en el corazón de Gaia.
Somos el instrumento de la luz que conecta con todos los planos y reinos. Una vez que estemos en el punto coherente de vibración, entre la frecuencia solar y la terrestre con Gaia, se prevé un cambio esencial para que personas de igual vibración se unan y logren emerger como la flor de loto que busca luz. El trabajo es individual y después grupal.

Transformaciones
De luz, apagones y referente a todo lo que he dicho, el año 2012 viví una situación de salud que me llevó a urgencias. Literalmente me fui a negro. No era desmayo, simplemente era un estado de sueño profundo y de alejarme de la realidad. En el pabellón estaba conectada a oxígeno, sueros y mi corazón hacía taquicardia, algo que los médicos no podían estabilizar. Al momento en que la enfermera me dejó sola, sentí miedo de morir en ese lugar y lo único que atiné fue a decir en voz alta: ¿Padre, qué quieres que haga? Al cabo de un segundo, entre lágrimas, vi un rostro angelical, flotando sobre la camilla y que me sonreía. Fue entonces, cuando todos mis signos vitales se normalizaron. La enfermera entró y me dijo: ya estás bien. En 2013, comencé a realizar un trabajo de meditación continuo.
Somos seres cósmicos y terrestres. Nuestra vida es solariana. Nuestra existencia se forja gracias al sol. Y en la actualidad estamos recibiendo fotones de luz solar en masa. Plasma solar con códigos, frecuencias y vibraciones más altas que obligan al cuerpo celular a adaptarse para soportar y sobrevivir. El trabajo con y en el templo interno es fundamental. Y no hablo de la búsqueda cliché de hacernos más o menos espirituales. Eso es un imposible, somos espíritu viviendo en la materialidad a través de un vehículo 3D llamado cuerpo físico.
Tal como dice Edgard Morín, la condición humana planetaria es una aventura común que se apodera de los seres humanos ¡estén donde estén! Y esto obliga a reconocerse en la humanidad común y en la diversidad cultural inherente a todo cuanto sea humano-a. Por otra parte, consolidar con certeza que nuestra existencia es parte del cosmos, de la naturaleza y de la vida. Y muchas veces ese pensamiento que intelectualiza todo (con palabras y hermenéutica) nos aleja de la verdadera esencia cósmica ligera y espontánea. Asimismo, concebir al universo de forma racional y científica nos aleja de la humanización.
Actualmente, cuando se nos obliga a taparnos la boca, el deseo de libertad se
expresa en cada sonido que emitimos. Sea un sonido físico o virtual esa vibración llega igual. Las personas que tienen acceso a Internet nunca antes habían estado más unidas como ahora mediante reuniones virtuales. Se puede estar en más de una reunión al día lo que antes físicamente era un imposible. Se nos tapa la boca, pero la fuerza de la palabra comienza a expresarse a través de los ojos. Esa fuerza comienza a tomar su valor resonante en el único ojo que puede vibrar más alto, es decir, el ojo invisible o vórtice energético que proporciona una percepción que va más allá de la visión ordinaria.
La gran lucha que tenemos ahora es con el pensamiento para no dejarnos abatir frente a una crisis. El buen pensar trae buena salud. El buen pensar es aprender a amarnos. El buen pensar es perdonarnos. Enfocar la energía desde el buen pensamiento frente al caos podría ser la gran maestría que nos permitirá cruzar a otros niveles superiores de conciencia galáctica. Hablo de un trabajo real de conexión con el corazón. Esto es una disciplina y un entrenamiento diario.

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