Por Valeria Solís T.
Directora Mirada Maga Ediciones

*Entrevista realizada en 2014

Cuando estaba en plena ebullición el arte abstracto, cuando las ideas se plasmaban simbólicamente a través de materiales como cuerdas, plásticos, tierra o los soportes se alejaban de las telas, Carmen Aldunate miraba de reojo el pasado, el del arte figurativo, el que trazaba de manera sutil y elegante la figura humana. Así, con ese espíritu poco complaciente con lo que ocurría en su entorno, cursó y aprendió con artistas surrealistas, simbolistas, pero paralelamente siguió el camino de su propio instinto. Hoy es parte de la historia y el presente de la plástica nacional, con inigualables figuras humanas, principalmente de mujeres: mujeres que no gesticulan, pero observan. Miran de perfil, ¿son máscaras?; se esconden en ropajes medievales, y recientemente algunas de ellas se muestran desnudas.

Carmen Aldunate nació en Viña del Mar (1940) y a los 17 años ingresó a estudiar arte en la Universidad Católica para posteriormente perfeccionar su trazo en la escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile. A poco andar se fue a Estados Unidos donde vivió siete años. Su propuesta y experiencia la ha mostrado en más de cuarenta exposiciones individuales y otras tantas colectivas, no sólo en Chile sino también en distintos países y continentes.

Actualmente vive con su «nana», quien también es pintora (Angélica Silva) y sus dos perras: Petunia y Frida, pero mantiene un contacto permanente y cercano con su descendencia: una de sus hijas, la pintora María José Romero, vive a una casa de distancia y si bien su otra hija reside en Argentina, están siempre en contacto. “Mis dos hijas y tres nietos son mi corta, pero intensa familia: Pascual, el mayor, es arquitecto; Lucas es músico y cineasta, y Vicente es un colegial entrando a la edad del pavo. Estamos unidos todos como si tuviésemos un cordón umbilical», aclara.

Vamos a los inicios. Entiendo que algunos de sus profesores fueron Nemesio Antúnez, Mario Carreño, José Balmes, artistas que han sido trascendentales en la pintura nacional. Viéndolo con perspectiva ¿Cuánto influyó en su obra o en su mirada de ver el arte el contacto con estos pintores?

-Recuerdo muy claro el día en que conocí a cada uno de los artistas que fueron mis profesores.
Por cierto, algunos  aunque admirados y queridos, dejaron huellas menos profundas que otros. Al que le debo mi vida como pintora es a Carreño. Siempre para no tambalear y caer irremediablemente de cara al barro, necesitas de un grande que te ayude tanto en la práctica como en la psiquis… Mario (Carreño) fue esa persona; Nemesio (Antúnez) nos enseñó con su generosidad y señorío inmenso; Balmes, con su pasión; Toral con su humor. Yo entré a estudiar a la Católica el mismo año en que se creó la carrera de Arte, y la suerte que esto generó fue enorme, tanto en los profesores como en los alumnos el entusiasmo desbordaba, los horarios se extendían hasta entrada la noche y mil veces inventamos clases para poder seguir sábados y domingos. Fue una época importante y creo que irrepetible en la Escuela de la UC.

¿Cómo surge el interés por la figura humana y particularmente por la mujer?

-Curiosamente, se enseñaba de golpe y porrazo a pintar abstracto.
Tal vez por ser el movimiento nuevo en esos momentos tan potente, que alguien o todos lo planeamos así, pero, personalmente, la hormiguita en mi cerebro ya me estaba hablando fuerte… Y yo quería hablar de personas, especialmente de mujeres. Y, me fui contra la corriente. Entonces asistí por esas y otras razones a clases y talleres de figura humana en la Universidad de Chile. Después viajé con una beca a California, y me topé de bruces con el Pop Art. Me metí en sus colores e ideas por un año y porfiando otra vez, seguí ahí mismo asistiendo a talleres de dibujo de figura. Al volver a Chile, era indudable que mi camino sería pintar un eterno autorretrato que no sólo me representara, sino a muchas mujeres más.

¿En algún momento pensó que “esa mujer” o “esas mujeres” serían las protagonistas de su obra?

-Me repiten una y mil veces que mis mujeres son iguales. Tal vez a primera vista sea así, o tal vez tengan razón. Pero no me preocupa, sólo sé que para mí cada una representa un momento particular. No solo personal, sino particular en muchas mujeres.

Se ha planteado que la presencia de las mujeres en su obra tiene que ver con una postura feminista, de reivindicación. ¿Es realmente así? Si fuera así, ¿por qué?; si no fuera así, ¿qué es?

No soy feminista, no lo soy en el sentido caricaturesco con que se le describe.
Solo pido que se respeten las diferencias dándoles exactamente la misma importancia. Si nosotras zigzagueamos para llegar a un punto, en vez de hacer un camino lineal, ellos tendrían la ventaja de llegar primero y nosotros de llegar con más respuestas o dudas. Yo pido complementación a ambos lados. Y lo digo, pues me comienza a preocupar que la balanza se esté inclinando, equivocadamente ahora hacia el lado contrario, lo que sería igual de desastroso.

Su acercamiento a la escultura entiendo que ha sido hace años; sin embargo, lo ha mostrado públicamente sólo recientemente. ¿Qué relación tiene con la escultura? que sean de pequeño formato ¿a qué se debe?

Siempre me ha gustado la escultura. ¡Admiro a los que la hacen como a Goliat! Yo solo me he atrevido con un par en pequeño formato. Puede ser algo relacionado a mis fuerzas físicas o más bien carencia de ellas.

Con el pasar de los años, considerando su trayectoria, ¿usted se considera una artista gravitante en la historia de la plástica en Chile?

-¡Jamás me he considerado un artista gravitante! Y con el pasar de los años, pues… cada segundo me trae una inseguridad más, un » ninguneo» total.

¿Cómo surge la relación entre sus pinturas y varios libros literarios? ¿Son invitaciones que han surgido o es también un particular interés suyo en establecer un diálogo entre dos expresiones artísticas?

-En el caso de mi intervención en algunos libros, es porque me han pedido permiso para usar mis monos… Además, después de la pintura y casi al mismo nivel de pasión, para mí está la lectura.

¿Usted vive de la venta de sus obras?

Gracias a todas las divinidades existentes puedo decirte que vivo de mi arte… y dando gracias ¡cada segundo!

¿Suele compartir con otros artistas?

-Me veo ocasionalmente con otros artistas. La verdad es que me critican porque no salgo ni a la esquina. Según todos soy un oso encuevado ¡Y es verdad!¡Odio salir! Adoro mi soledad, mi taller y mis libros. Y cada día se me hace más corto el tiempo para hacer, leer, pensar…

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