Por Sergio Ureta
Escritor, investigador científico, Médico cirujano-ginecólogo.
Autor de los libros «La inteligencia humana”, «Teoría sobre una deidad Suprema» (Mirada Maga Ediciones), entre otros.

Resulta extraño e inentendible que en esta galaxia que habitamos, la Vía Láctea, existan billones de sistemas solares semejantes al nuestro; que además existen billones de otras galaxias mayores que la nuestra, sin que se haya detectado vida.
El tema OVNI sigue siendo una especulación no demostrada, de igual forma, si existiera vida en otra parte, sería una condición exponencialmente excepcional. De hecho, en este sistema solar, solo parece haber vida microscópica en algunas lunas de Júpiter y no habría en otro lugar. Incluso, en el sistema solar más cercano, estrella Centauri, a una distancia de 4 años luz, tiene planetas que no permiten la vida. Pero, sin duda, resulta presuntuoso que seamos los únicos seres inteligentes en este Universo. El famoso cosmólogo Carl Sagan cuando se le consultó respecto de vida extraterrestre advirtió: “la ausencia de pruebas, no es prueba de su ausencia”.
Nuestro planeta se creó hace 4.500 millones de años, era una bola ígnea, que al enfriarse paulatinamente pudo establecer condiciones de vida. El vestigio de un microfósil más antiguo data de hace 3.800 millones de años, y fue encontrado en una roca volcánica de Groenlandia. Estos seres unicelulares necesitaban temperaturas sobre 100° para vivir, tal como las actuales archaeas extremófilas, que habitan en los geiseres, y que no necesitan oxígeno para vivir (son semejantes a las bacterias). Son los primeros seres vivos de la Tierra, sin embargo, tampoco se explica su evolución a una bacteria y de ahí al ser humano.
Cómo se generó este primer ser vivo es la gran incógnita.
La vida requiere de una molécula de ácido nucleico (ARN y ADN), que son de alta complejidad por lo que los científicos coinciden en que es muy poco probable que se haya generado espontáneamente. Aunque se han detectado aminoácidos en asteroides, que es la porción mínima de una proteína, sin embargo, mucho menos compleja que el ácido nucleico, que es la expresión básica del genoma.
Más extraño aún es que en la Tierra abundan los átomos de silicio, calcio, sodio y magnesio, en circunstancia que la célula se compone de oxígeno, carbono, hidrógeno, nitrógeno, fósforo y azufre, los cuales son muy escasos en la superficie terrestre, lo cual descarta la primera teoría descrita por Oparin, quien señalaba el concepto de “caldo vital” donde se unieron diversas partículas hasta crearse un ácido nucleico.
Las teorías que sí prevalecen son dos: Una que señala que estas archaeas llegaron a la Tierra junto a un aerolito de fuego y colonizado en algún volcán terrestre, lo cual requiere preguntarse ¿cómo se gestó ese primer ser vivo en el otro planeta? Porque desde entonces debían tener un genoma compuesto de al menos un cromosoma. Y además, cómo evolucionó a una bacteria, porque son muy distintas en su contextura y conservación, es comparable a un pez que evoluciona a mamífero terrestre.
La otra teoría emitida en la Universidad de Glascow, es que existen organismos minerales de arcilla, que no son seres vivos, sin embargo, tiene la propiedad de crecer y duplicarse, entonces pudo unirse a moléculas de ARN y adquirir la condición de un ser vivo, con propiedades de reproducirse y evolucionar.
Todos los planteamientos mencionados están englobados en una teoría mayor denominada “mecanicista”, que requiere del método científico porque no ha logrado respuesta, por la dificultad de explicar la creación del primer ácido nucleico.
La otra es la “teleológica” (teleología: “doctrina de las causas finales. Todo lo que se hace, se hace con algún fin”) Desde Aristóteles se viene mencionando esta doctrina, y él mismo aseguraba que la teleología se encierra en una frase: «Nada es en vano». Ésta justifica la evolución con el objetivo de poblar el planeta con seres vivos y alcanzar el objetivo final que sería el ser humano.

Vida nace de la vida
Un hecho indesmentible es que la vida proviene de la vida. Es su regla natural, hasta que no se demuestre la creación espontánea. Por tanto, no aparece vida donde previamente no existía. Con esto se crea otra disyuntiva: si en la Tierra se generó vida ¿el planeta “es” un ente vivo que justifica la creación de vida en su superficie? Estaría avalado en que los átomos que conforman cada ente vivo están presentes en su conformación, aunque en baja proporción. No obstante, con estos argumentos, se puede justificar tanto la postura mecanicista como la teológica, pero ninguna logra el completo consenso y, personalmente, tampoco he logrado la convicción total, razón por la que relato lo manifestado por un científico del siglo XIX llamado Du Bois-Reymond, quien en un congreso de fisiólogos respondió : “Ignoramus et ignorabimus”, lo cual sigue muy vigente hasta hoy.
Sobre el origen de la vida, creo que sólo se pueden decir tres cosas: que la creó Dios, lo cual podría ser una respuesta verdadera o falsa, pero no científica; que se creó sola sin ninguna intervención divina, tampoco es científica, y exige tanta o más fe que la anterior. Y la tercera es que no lo sabremos nunca, lo cual podría ser científico, pero no es una respuesta […].

Extracto del libro del mismo autor: “Inteligencia humana. Una casualidad confrontacional de la selección natural y la evolución”

 

 

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