Por Valeria Solís T.
Mirada Maga Ediciones

Esta entrevista se realizó en 2018

No lo vi en una película de autosuperación, ni lo leí en un libro de ficción. Claude Anshin Thomas sí estuvo en la guerra de Vietnam y se alistó voluntariamente a los 17 años. Era lo lógico, su padre ex soldado de la segunda guerra mundial hablaba de defender a la patria; el entorno inmediato decía paz por medio de guerra. Nada podía hacerlo cuestionar, volvería con medallas por defender a la patria y quizá, al mundo. Era la década del 60′. No pasaron muchas semanas cuando descubrió que la realidad era otra. Que la humedad de la vegetación de ese Vietnam destruiría parte de su ser, de él y de sus compañeros de batalla. Ya no había tiempo para pensar, sólo de sobrevivir; no era tiempo de cuestionar sino salvarse de ese «enemigo»  inminente. Mató personas, no pocas, fue testigo del desangramiento de sus compañeros y no tenía cabida de dar un pie atrás. Volvió a su pueblo, Pensylvania, destruido internamente, aunque en sus trajes colgaran varias medallas como piloto avesado de las misiones en las que estuvo a cargo. No recibió aplausos ni alfombras rojas a su regreso, no recibió una pregunta y un oído dispuesto a contener el horror que había vivido y del cual había sido testigo. Sus emociones estaban congeladas y los fantasmas de la guerra fueron creciendo con cada sombra o ruido extraño.

En 13 años intentó hacer familia, tuvo un hijo, pero no resistió, no sabía como dar amor, cómo escuchar el llanto de su hijo sin olvidar el bebe-bomba que mató a varios de sus compañeros. Intentó evadir la vida, queriendo vivirla, con alcohol y drogas. Hasta que casi 13 años después, la vida le dio una pausa. Supo de unos retiros de un monje zen vientamita, sí vietnamita, igual que los «enemigos» que le instruyeron en la guerra. Confundido, primero quiso excusarse por no tener cómo llegar a un retiro de esa naturaleza, pero lo ayudaron y llegó a un retiro de meditación budista para veteranos de Vietnam guiado por el maestro zen vietnamita Thich Nhat Hanh. Era 1983.

Estaba frente a mí y no podía dejar de preguntarle por el cambio radical en su vida, sin embargo, atraveso mis primeras interrogantes con su sabiduría, con su aprendizaje que lo vive con humildad. Fracasé en mis interrogantes, pensé, pero después me di cuenta que en esa hora de conversación había aprendido mucho. Me volvía testigo.

Hace 8 años conoció Chile invitado por una pareja de chilenos a Quilimarí, y ahora a fines de agosto estaba invitado por otro chileno Felipe Mukan para hacer un retiro en el centro que está creando en la zona de Requinoa (cerca de Rancagua), ahí lo conocí y esta conversación con traducción es la que tuvimos.

¿Cuál era su vida antes de involucrarse en la práctica del budismo zen?
-Despertar.


-Mi vida pasada no es pasada, me influye la vida de ahora. Lo que hago ahora  es estar consciente de lo que yo fui y ver lo que yo soy. Al vivir según la tradición de cualquier familia o en la cultura de una sociedad, hay ideas fijas, el punto de esta práctica espiritual es estar consciente de estas ideas fijas y cómo ellas viven en uno. Entonces puedo vivir de una forma diferente mi relación con aquellas ideas antiguas como por ejemplo, la idea del amor o la idea de la paz o de la compasión, de la justicia. Si tú hablas con 10 personas todas tienen distintas relaciones con esos conceptos, y todos están correctos y no correctos, porque todos esos temas son sólo ideas. Pero nosotros sabemos que son ideas que no son ideas.

-Al llegar a ser más consciente en las raíces de la guerra, en el sufrimiento, la transformación no  se provoca con la eliminación de estas raíces, pero con la práctica disciplinada del budismo podemos vivir una relación diferente con estos condicionamientos, pero es clave para eso tener que quererlo. Tenemos un dicho (metáfora) puedes llevar un caballo al agua y puede que él no beba o puedes llevar el caballo al agua, puedes hacer que tome agua, pero no puedo hacer que tenga sed.

Se suele confundir muchas veces la práctica  espiritual con la religión, ¿cómo lo diferenciamos?
-La religión es la intelectualización de la experiencia espiritual, como yo soy. Por ejemplo, con alguien que toma alcohol, no se puede trabajar directamente con él, porque el efecto ( del alcohol) se provoca en los pensamientos y las emociones. La mente es muy poderosa y puedo racionalizar la experiencia en algo que tiene mucho sentido; yo no juzgo eso si es bueno ni malo, pero el punto es querer despertar.

¿De qué se trata esta práctica zen, cuáles son sus características?
-¿Qué es lo más importante en tu vida?

Mi paz, mi tranquilidad…
-No es correcto, lo más importante en tu vida es una respiración. Sin respiración no tienes vida. Cuando lo pregunto en público, la gente dice: mi familia, mis niños, pero hago un ejercicio, le digo a mi asistente que se tape la boca, después de un rato lo miro y él va a estar desesperado por respirar y cuando saco la mano le pregunto de nuevo a la gente, ¿qué es lo más importante en la vida? La práctica del zen es muy práctica. Y la meditación no es algo místico, no es algo extraordinario, es estar consciente de tu respiración y tranquilizarte. Cuando yo percibo mi problema, ni la causa ni la solución están afuera. Trae tu atención aquí.

¿A la respiración o a lo que uno siente o piensa?
-A la respiración, porque todo lo que estoy pensando está constantemente cambiando, y cuando me tranquilizo, y traigo más silencio a mi vida, me puedo dar cuenta de cómo está trabajando mi mente. Todo lo que estoy sintiendo, viene de mi existencia y pasa, es como el clima, hoy está bonito, pero está cambiando, las nubes nunca se ven iguales. Mis pensamientos y sentimientos siempre van cambiando, pero tenemos el condicionamiento de mantener nuestros pensamientos y decir que son realidades. Para mantener nuestras emociones, para decir que son realidades, tenemos el condicionamiento de interpretar nuestros pensamientos y sentimientos según nuestros condicionamientos, de generación en generación, siete generaciones para atrás: tu abuelo, tu bisabuelo, tu tatarabuelo, están todos aquí, toda la experiencia de ellos existen en ti, aunque no estés consciente de eso, sí fue transmitido de generación a generación.

¿Pero cómo uno se hace consciente de esa transmisión?
-No puedes, no precisamente, el cómo es el mundo hoy día es el ejemplo de eso. Yo sólo acepto la verdad de eso, es muy simple y fácil para mí;  fue bastante fácil verlo así: Mi papá fue militar en la guerra, mi abuelo fue militar en la guerra, mi tatarabuelo fue soldado de la guerra, yo fui soldado de la guerra, la comunidad donde yo crecí muchos hombres fueron soldado en la guerra. Cada comunidad concentra realidades comunes, si tú quieres pertenecer tienes que ser aceptado y tienes que sentirte parte de esa realidad comunitaria. Hay cosas pequeñas y grandes.

Si uno se da cuenta que hay un patrón que se transmite de generación a generación y desea cambiarlo, ¿puede hacerlo?
-Seguro que sí, sin embargo, es muy importante (saber) que en alguna forma lo puedes cambiar, pero en otra forma no, porque el condicionamiento está en uno y siempre va estar en uno, sin embargo puedo vivir mi relación con ese condicionamiento de una forma diferente. Si lo rechazo, eso es ignorancia, porque no es posible hacerlo.

¿Se acalla, no se mira?
-No podría decirlo de esa forma, mi posición es que sólo puedes vivir esa relación de manera diferente.

¿Cómo se describe esa relación diferente?
-Esto describe mi vida. Tú comenzaste esta conversación diciendo que antes yo tenía una vida diferente, pero yo no vivo una vida diferente, es sólo tú percepción, yo vivo en el mundo y soy el resultado de mi despertar que estoy desarrollando; es el resultado de esta práctica, de calmarse, bajar (el ritmo), caminar más lento, hablar más suave, concentrarme en la respiración y entender que la meditación no es algo que yo hago, sino que la meditación la vivo, y es esolo que transmito. La raíz de esto es sentarse tranquilo, relajado, pero solo sentarse, no  se trata de cumplir «algo».

¿Y el pensamiento?
-Exactamente, ése es el punto. Nunca se detiene el pensamiento, ésa es la ilusión de la meditación, es una gran mala interpretación decir, que estarás libre de pensamientos. Si mis pensamientos se detienen, mi cerebro no estaría funcionando, estaría muerto. El punto es cuál es mi relación con mis pensamientos, ¡eso es mucho más interesante!, porque veo mis pensamientos y puedo absorberlos, pero eso toma tiempo.

Mucha gente viene a meditación y cree que sentarse en el cojín es como tomarse una droga y que van a tener una experiencia extrasensorial o que los pensamientos se van a detener, las dos cosas son ilusiones. Por eso, le digo a la gente: «siéntate, sólo por sentarte; y cuando, caminemos, camina por caminar». Caminar también es una forma de practicar meditación, todo lo que hacemos en nuestra vida diaria es una oportunidad para meditar. Eso es lo que transmito, dejar al lado la ilusión de que es una experiencia mística.

¿Entonces el estado meditativo es sólo estar consciente de cada acto que uno hace?
-Sí. Pero puedes llegar a ser más consciente aún. Lo que sucede es que hay un estado real de consciencia superior a la idea de consciencia; ni siquiera tenemos el concepto de eso, sólo se experimenta, pero esa experiencia sólo puede resultar al hacer las cosas sólo por hacerlas, porque si, de lo contrario, estoy buscando ese lugar, no lo voy a encontrar nunca, porque voy a estar teniendo ideas de cómo es eso. Ocurre lo mismo con la ilusión de Dios. En la práctica budista no hay dioses; en la práctica cristiana si tengo una idea de lo que es Dios, no es Dios, porque estoy tomando todo el flujo de ideas que se han dicho entorno de Dios, que son heredadas y que no son verdaderas.

¿Cómo el budismo zen asume lo divino?
-Todo lo que tú ves es divino, desde la caca de la vaca hasta la salida del sol. En la práctica budista no hay idea de lo divino, porque eso da la ilusión de algo especial.

Y lejano…
-Sí, y externo a uno; lo divino está acá ( tocando la mesa) si utilizas esa palabra.

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