Sergio Ureta
Escritor, investigador científico, Médico cirujano-ginecólogo.
Autor de los libros «La inteligencia humana”, «Teoría sobre una deidad Suprema», entre otros.

Esta es una interrogante que el ser humano se ha cuestionado desde que su inteligencia se hizo abstracta, distinta al resto de la fauna, cualidad que lo cataloga como Homo sapiens sapiens (doble sapiens), es decir, que piensa y razona. Este raciocinio aparece lentamente hace 40.000 años en la evolución mamífera y comienza a consolidarse alrededor de 15.000 años atrás.
Aquí una pequeña reflexión. Es curioso saber que el universo aparece hace 13.700 millones de años y se ha expandido cada vez a mayor velocidad, tanto que el universo visible con los instrumentales creados por el hombre alcanza los 93 billones de años luz, por cierto, el universo es mayor aún.
Pensar que la luz puede dar más de 7 vueltas a la Tierra en un segundo, nos impresiona. Sin embargo, la inmensidad es más apabullante si viajamos a la velocidad de la luz, porque ni siquiera en 93 billones de años alcanzaríamos el extremo visible del universo, porque este sigue expandiéndose cada vez a mayor velocidad.
Entonces, no deja de perturbar otra pregunta ¿Para qué crear un inmenso universo lleno de galaxias donde, en apenas un pequeñísimo planeta, surgiría la vida que demoró 3.800 millones de años en aparecer (Homo doble sapiens), y que recién puede comprender su existencia?

Sagan y Einstein
El sistema planetario más cercano al nuestro es Alfa Centauro, el cual se encuentra a más de tres años luz y de acuerdo con las investigaciones astronómicas, no parece tener planetas semejantes a la Tierra para permitir la vida como la conocemos.
Sin embargo, en nuestro sistema solar se han encontrado vestigios de vida unicelular, muy incipientes, en algunas lunas de Júpiter; y aunque los ufólogos no dudan de la existencia de seres inteligentes que, sin duda, deberían ocupar sistemas de transportes distintos a la tecnología desarrollada en este planeta, estos últimos se encontrarían validados por diversos testimonios graficados en muchas culturas ancestrales de estos avistamientos.
Este argumento tiene el siguiente cuestionamiento físico como demostró Albert Einstein en su teoría de la relatividad especial: en el universo nada viaja a una velocidad mayor que la luz; por lo tanto, estos “extraterrestres”, viajando a esa velocidad, demorarían muchos años en llegar acá. Y la física también nos dice que ninguna partícula de materia puede viajar a 300.000 km por segundo. Únicamente, las partículas sin masa, en el vacío, lo pueden realizar. Esto último significa que los seres macroscópicos tampoco podrían viajar a esa velocidad.
Por otra parte, también es posible conjeturar, tal como lo señaló el famoso divulgador científico Carl Sagan, que “la ausencia de pruebas (de seres inteligentes extraterrestres) no es prueba de su ausencia”.

Carl Sagan, astrónomo y astrofísico norteamericano, (1934-1996)

Hasta ahora, nada científico ha corroborado alguna de ambas hipótesis de ser o no los únicos en el Universo, pero resulta presuntuoso darnos la exclusividad de ser los únicos, si ya sabemos que hay billones de galaxias y deben existir una cantidad inconmensurable de planetas semejantes al nuestro.
El tema es verificar si hay vida como la nuestra, porque en esta Tierra quedó demostrado que, por selección natural, los mejores adaptados fueron los dinosaurios y si no hubiera caído un asteroide hace 65 millones de años, la posibilidad de existencia de mamíferos era muy poco probable y, por ende, la vida humana, esto sin contar la cantidad de vicisitudes que se produjeron para que los primates evolucionaran hacia los homínidos.
Sin embargo, para los creyentes, Dios es omnipotente, omnisciente y omnipresente y algunos, además le agregan potencialidades de dirigir nuestras acciones, muy válido (por cierto), si lo perciben de esa forma y de lo cual no tienen mayor cuestionamiento.
El problema lo tenemos agnósticos y ateos, porque cuestionamos la presencia de Dios, pensando que creó un amplio Universo, lleno de materia y energía que sólo pareciera tener sentido en este pequeño planeta, gracias al surgimiento de seres insignificantes, en un planeta insignificante. Seríamos los únicos en reconocer su existencia.
Igualmente Albert Einstein nos dijo:  “Dios está detrás de cada cosa que el hombre descubre”, y una persona tan respetable es digna para considerar sus palabras, ante lo cual planteo la siguiente teoría: los creyentes tienen acceso a Dios por una vía distinta a la racional. Ellos la describen como el “corazón”, que obviamente nada tiene que ver con el órgano en cuestión, es una metáfora para aludir a lo que los creyentes llaman “alma”.
En cambio, para ateos y agnósticos, tiene solo consideración la vía racional, y no tiene conexión con nada más allá que lo que dicta el raciocinio. Habrá entonces que develar todas las ignorancias que el ser humano aún tiene respecto del Universo para tener su percepción, que tendríamos como tarea o “castigo”, apelando a la frase de Einstein, Dios estaría detrás del conocimiento del Universo.

*Extracto del libro «Teoría de una Deidad Suprema» que los puedes encontrar en librería Karma, Takk, Clepsidra en Santiago de Chile.

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