Por Valeria Solís T.
Terapeuta energética Adaba. Escritora. Periodista UDP
Directora Mirada Maga Ediciones. IG @MiradaMaga

Sonríe, ríe, exclama, y acentúa con la energía de un español de Cataluña (Cáceres, 1962), pero también se detiene, reflexiona y pregunta. Es Javier Cercas, uno de los escritores hispanoamericanos más destacados de la literatura actual, columnista del diario El País (de España), quien con su tercer libro «Soldados de Salamina» pudo abrir las puertas de millones de lectores del mundo (ha sido traducido en más de 20 idiomas).
Vino a Chile antes de ir a la Feria del Libro de Buenos Aires- para hablar de su último libro «El Impostor», una novela sin ficción, «novela real» como dice él, donde relata la historia de Enric Marco; un español medio, que usurpó e inventó las más grandes glorias y valentías, sacrificios y dolores, para convertirse en un líder sindical sobreviviente de la segunda guerra mundial, hasta que en 2005 fue desenmascarado públicamente por un joven historiador.
Cercas no quería hacer este libro, pero algo fue más fuerte que él: las preguntas. Y fue en busca de las respuestas que explicaran cómo un hombre que hoy tiene 95 años pudo haber sido tan despreciable como para usurpar la valentía de otros tantos anónimos, y haber hecho creer por décadas en su país que él era símbolo de una vida heroica.

Me gustaría preguntarte por el diálogo que tuviste con Roberto Bolaño y que aparece en la tercera parte del libro «Soldados de Salamina», donde él te dice que había leído tus dos primeros libros («El móvil» y «El inquilino») ¡y tú te sorprendes!, quiero saber de ese Javier Cercas, antes de esa novela.
-Yo era cero, cero conocido y él era un poco más conocido en España, pero en Chile más. Pero lo primero que tengo que decir sobre eso, y lo dijo él mismo, es que ese diálogo es inventado. «Soldados de Salamina» es una novela desde cierto punto de vista relativamente convencional, en el sentido de que es una mezcla de ficción y realidad; real porque recoge algo histórico: Sánchez Masa, Franco, etcétera, pero en lo personal es ficticio, lo cual no quiere decir que sea falso. Yo no conocía a Bolaño como cuento en el libro, ni mi relación con él fue como fue en el libro; pero el libro refleja, de algún modo, mi amistad con él, y el afecto mutuo que nos teníamos, e incluso algo ¡muy importante!: en el momento en que yo escribí “Soldados…” yo estaba en el peor momento desde el punto de vista literario, y tal vez vital, de mi vida; yo creía que nunca sería escritor, que era la cosa más vital de mi vida desde siempre, y, al contrario, Bolaño estaba en el mejor momento de su vida y de su carrera. Era un momento de gran creatividad para él.

¿Fue en el momento en que él recibe el Rómulo Gallegos (premio obtenido por «Detectives Salvajes»)?
-No, fue antes, bastante antes; yo viví el Rómulo Gallegos y su explosión, y en ese sentido hay algo muy profundo en la novela, aunque sea ficticio, y es que él confiaba en mí como escritor y eso, cuando yo apenas tenía amigos escritores, pues fue muy importante para mí; que alguien que se sentía fuerte confiase en mí, no por su éxito, sino por su convicción… Entonces en el libro se refleja un poco esa fe que él tenía en sí mismo y en mí como escritor y mis dudas, mis vacilaciones, mi desesperanza.

Eso me lleva al Javier Cercas que aparece como personaje tanto en «Salamina» como en “El Impostor”, donde pareciera que uno te acompañara en esa búsqueda medio obsesiva, ¿quién es el personaje Javier Cercas, y quién es Javier Cercas?
-¿Quién es Javier Cercas? No lo sé, y si lo supiese seguramente no escribiría. ¿Y quién es el personaje Javier Cercas?, en cada libro es distinto: el de «Soldados de Salamina» es distinto al de «El impostor», porque son novelas muy distintas. «Soldados…» es novela con ficción, aunque el narrador diga que es un relato real, mientras que este otro, es una novela donde la ficción ha sido totalmente extirpada. Lo que obedece al asunto que tratan, es decir, en «Soldados de Salamina» yo tenía que iluminar un episodio oscuro de la historia de España y el instrumento para iluminarlo no podía ser la historia y ahí gana la ficción. En cambio en «El impostor» gana la realidad, porque estamos hablando de la mentira ambulante (refiriéndose a Enric Marco). Escribir un libro es crear un juego con unas reglas específicas, concretas, y las reglas de cada libro tienen que ser distintas, porque una novela formula una pregunta, y cada manera de formularla debe ser distinta.

En ese sentido, ¿tienes una forma de cómo vas a desarrollar un libro, o la historia va apareciendo y tú te vas descubriendo en el libro?
-Yo voy descubriendo las reglas del libro siempre, no lo sabes antes de escribir el libro. Si el libro es mínimamente bueno, no sabes cómo será: tú lo descubres a medida que lo vas escribiendo y ese descubrir consiste en descubrir las reglas que tiene ese libro. Precisamente, la tentación de un escritor es usar la fórmula, usar las mismas reglas, sobre todo si el escritor ha tenido un cierto reconocimiento.

Hay una característica de este periodista-escritor que aparece en ambos libros, que es este juego medio detectivesco: la necesidad de buscar, de repetir al lector las preguntas, las dudas, como una especie de ansiedad del personaje, que es entretenida y como personaje es muy sabroso, y quiero saber si tu eres así cotidianamente…
-¡Absolutamente! (risas) soy un obsesivo compulsivo, eso es lo que yo soy. Cuando entro en obsesión no paro y solo vivo para eso, no puedo evitarlo. Mira (extiende sus brazos y me muestra las manos), ése soy yo, (veo las uñas de sus manos), ¿has visto a alguien que se coma las uñas más que yo? (risas).

Recuerdo a una compañera del colegio…
-Pero yo tengo 53, y esto ha sido toda la vida (risas).

El personaje de Raúl como tu hijo en “El Impostor” y el de tu mujer, ¿son reales?
-Sí, totalmente, totalmente, y es la diferencia con «Soldados de Salamina», donde todo es inventado, aunque la pitonisa local, de Gerona, me puso un pleito y tuve que ir al juzgado porque decía que mi personaje ¡era ella! Y en el juzgado le preguntaban: pero ¿conoce al señor Cercas? Y ella decía: ¡no! Entonces ¿por qué cree que es usted? Porque yo uso minifalda, tengo el pelo rubio…(risas). En «El Impostor», todo lo que cuento es verdad; el libro es una batalla a muerte entre la verdad y la mentira. Entonces la primera regla de ese libro es que todo lo que dijera sería verdad: mi mujer es mi mujer; los viajes, todo.

Cuando vas al campo de concentración donde se suponía que había estado Enric Marco también…
-Todo, de hecho eso está grabado (audiovisualmente).

Antes de profundizar en lo que significa tu último libro, necesito saber si Miralles (personaje clave de «Soldados de Salamina») existió o no; es el personaje entrañable y conmovedor del libro.
-Existió, pero yo nunca le conocí. Cuando escribí el libro, él estaba muerto ya. Años después apareció un señor que dijo que era su hijo, y bueno, Miralles de mi libro es un personaje inventando, pero que parte desde uno real, que es el que conoció Bolaño. El de la novela surge a partir de lo que me contó Bolaño, vagamente de lo que él me contó… Me ha causado gracia que a Bolaño le atribuyan algunas frases que aparecen en «Soldados de Salamina».

Es que hay unas frases ¡notables! y claro, son tuyas…
-Claro, todas no son de Bolaño. Pero él mismo lo dijo primero que nadie: «ese Bolaño no soy yo». Por ejemplo, en el libro dice algo así como que un día cuando él estaba en el hospital y le pregunta al médico si se va a morir, y éste le acaricia el brazo y le dice que no, él, Bolaño, sabe que sí se morirá. Entonces toda la noche se la pasa soñando que lucha con un luchador de zumo, grande y tal. Entonces he leído por ahí cosas como “Bolaño, el hombre que soñó peleando con un luchador de zumo…” (carcajadas), y ese sueño lo agarré de mi hermana que tenía la misma enfermedad que Bolaño, qué curioso.

Está la riqueza de que uno inventa, escucha o lo vivió, pero lo relatas de tal manera que el lector ingenuo se confunde…
-Pero Bolaño lo aclaró desde el primer día.(risas)

En ambos libros sentí que había una necesidad tanto del personaje Cercas como del autor, de encontrar a un héroe, de limpiar la historia dañada con un héroe aunque fuera el más sencillo…
-Es cierto, es cierto; lo que hay en ambos libros, y en los que escribí desde «Soldados de Salamina», y en cierto sentido antes, es una reflexión sobre el heroísmo. (Alberto) Manguel, el escritor argentino pero que escribe en inglés, decía que «Soldados…» lo que hacía era recuperar la épica; la épica que durante el siglo XX se había postergado. Yo creo que la cosa va por ahí, es una reflexión sobre el heroísmo que en cada libro funciona de manera distinta. En «Soldados de Salamina» el narrador busca efectivamente un héroe y lo encuentra por un milagro, asombroso, un héroe puro, homérico, y en el caso de «El impostor» estamos frente a un héroe falso, de cartón piedra, fabricado por los medios de comunicación.

Pero en «El Impostor» rescatas el heroísmo al hablar de los supuestos compañeros de Enric Marco, que él usurpa su historia, de alguna manera, y mencionas a cada uno. Y eso se vincula con el tema de la memoria, de la importancia de tomar la memoria de una persona corriente, que no saldrá en los libros de historia y tú dices en cierto sentido: «aquí está el heroísmo», y los nombras...
-Sí, sí, exacto. En el caso de «El impostor» tienes toda la razón, y es algo que se ha subrayado poco en este libro, ¡efectivamente hay héroes! Y es que están olvidados como Miralles o están apartados, lo que pasa es que es un asunto muy lateral del libro, porque lo esencial es el desmontaje de un falso héroe, lo cual no significa que los héroes no existan… Los chicos de los que hablo, por ejemplo, era algo muy desconocido en España, pero el foco del libro es cómo se logra construir este falso héroe que es Enric Marco. De hecho, en algún momento él dice «yo soy como Miralles», ¿perdón? ¡pero es exactamente lo contrario!

(Risas)
-La virtud es secreta o no lo es; alguien que es un héroe jamás va a decir que es un héroe y eso es Miralles, un tipo olvidado que cuando se le pregunta si es un héroe el dice ¡no! Mientras que Enric Marco, es el hombre que está todo el día contando su heroísmo, y el énfasis del heroísmo delata al canalla.

El héroe está preocupado de actuar, y no de exhibirse.
-Esto está planteado también en mi novela anterior, que es cómo vivimos en un mundo mediático. Esto Marco lo entiende mejor que nadie, él es un pionero de la enfermedad de la “mediopatía”; una enfermedad que yo me he inventado modestamente (risas), y es que necesita de los medios. Necesita que lo miren, porque los medios de comunicación no solo dan a conocer la realidad, sino que crean realidad, ¡la crean!, y lo que no está en los medios de comunicación, no existe. Y eso hace que la gente como Marco, o como los políticos o los artistas, en realidad gente de todo tipo, prefiera salir en la televisión como un idiota a no salir. Entonces, es ver cómo los medios de comunicación construyen héroes o los destruyen, y a Marco lo transforman en un auténtico héroe civil, en un rockstar de la llamada memoria histórica, porque domina los medios mejor que nadie. Es un mundo totalmente distinto al de Miralles, que es un mundo primitivo, previo a la fuerza de los medios.
En «El impostor», siempre nos recuerdas a los lectores que no quieres escribir el libro; también, por otro lado, nos recuerdas que nació en un manicomio porque su madre estaba internada… De alguna manera ¿eso te ayudó a tomar la decisión de escribirlo, porque eventualmente podría ser una víctima? ¿Lo justificaste?
-No creo que lo haya decidido por eso, pero sí creo que fue un hecho decisivo en su vida. Naces en un manicomio, tu madre está loca, hay una falta de afecto absoluta, que explica tu afán de ser querido, ¿por qué hace todo lo que hace? Para que lo quieran, para que lo admiren, para que encuentren que es una gran persona.

Enric Marco

Pero de eso está lleno, y no necesariamente hacen lo que hizo Enric Marco…
-No, por supuesto, ¿sabes por qué?, lo que has dicho es muy exacto, Marco es como tú y como yo, solo que llevado a un extremo monstruoso, y creo que es de las cosas fundamentales del libro para mí. Yo quiero escribir un artículo que hable de la literatura como una hipérbole, lo he pensado después de escribir este libro; la idea central es que la literatura lo que hace es presentar una hipérbole monstruosa de lo que somos los seres humanos. ¿Qué quiere hacer la literatura? hacer una cartografía de los seres humanos, pero para que los veamos bien, lo lleva a un extremo. Digamos, por ejemplo, que Macbeth es una hipérbole monstruosa de la ambición.

Claro, sin sutilezas…
-En toda su fuerza, en todo, ¡a lo bestia! Pues Marco es una hipérbole monstruosa de la impostura, y del mismo modo todos tenemos un granito de Macbeth, de Hamlet, sólo que Enric Marco lo lleva a un extremo monstruoso, y es capaz de transgredir todas aquellas normas de convivencia, de sociedad, que todos mas o menos respetamos. Así es que yo creo que sí, y es lo que vuelve fascinante a Marco: en este hombre estamos todos, lo que no quiere decir que somos iguales que él. Eso sería una estupidez, pero sí en él encontramos un gran espejo monstruoso en donde todos podemos mirarnos.

En el libro vinculas las características despreciables de Marco con la sociedad de España, ¿puedes explayarte?
-Es que hay algo muy importante: unas de las mayores paradojas de la historia de este hombre es que se inventó una vida romántica, heroica, apasionante y grandiosa para ocultar su verdadera historia, porque creía que con esa máscara los demás lo querrían. La paradoja es que su verdadera historia es más apasionante que su historia inventada; lo que pasa es que su verdadera historia es prosaica, triste, mediocre, dura, a veces, sangrienta, es decir: la verdadera historia de España. Al final del libro, escribo Marco es el hombre del sí, el que hace lo que hace todo el mundo, es el hombre corriente, es la oveja que va donde va el rebaño, de manera que él hace lo que hacen todos los españoles: no es ni heroico, ni fantástico. Marco no sólo es un espejo monstruoso para que nos miremos, sino también un reflejo del siglo XX español ¡y eso es fascinante! Lo que pasa con la literatura es convertir lo particular en lo universal.

¿Dónde podría estar la luminosidad de las historias?, porque quizás las características de estos personajes que se puede extrapolar a las sociedades, como escritor te da fuerza.
-La literatura no necesariamente da esperanzas, no es necesariamente para ayudar a la gente, no es autoayuda. Éste no es un libro optimista, y no veo por qué la literatura tendría que serlo. Lo que sí, es que «Soldados de Salamina» sí era optimista, había esperanza, es un libro luminoso, pero éste no lo es… Será porque me he hecho mayor…, pero sí la hay: ¡los chicos de los que tú hablabas! Hay gente que siente que yo he sido muy duro con Enric Marco, en parte es verdad porque las reglas del juego del libro me obligaron a que yo desentrañase toda la verdad, ésa es la primera norma…

Sin concesiones.
-No podían haber concesiones, el libro obligaba a eso. Hubo un momento decisivo en que él me dice, y eso está grabado: “por favor, déjame algo”. Y lo que siento en ese momento es que soy un hijo de puta, y siento compasión…, escribir libros consiste en meterse en líos tremendos, nadie ha dicho que era fácil, ¡es complicado, cabrón!, y bueno, fue un momento muy difícil, pero con lo que me dijo, yo no podía decirle «bueno como me has dicho eso, no sé, arreglemos el final», eso no se puede, a menos que yo haya sido un deshonesto.


-Ahora, el viaje que me gustaría que hiciese el lector, es el que yo hice con este personaje: primero sentir repugnancia, horror, espanto ante su egolatría, al poder mentir sobre estos temas. Segundo paso: compasión; es un ser humano que ha hecho mucho daño, no tiene ninguna justificación, pero es un ser humano. Y el tercer paso es casi, casi de admiración secreta, avergonzada… En un diálogo que tengo con él, me dice: «¡usted es un mierda!, porque lo que le gustaría es ser como yo, que he sido capaz de llevar, como el quijote, mi sueño a la realidad, y he logrado ser secretario general de CNT y la gente me admiraba como un héroe, y ahora tengo 94 años y todavía estoy vivo y me paso por el culo sus putos valores de la decencia, la verdad, y me dedico a vivir violando todas las normas que usted, como un pequeño burgués, respeta».

Pero eso le refleja al lector dónde está parado, lo cuestiona…
-Eso es lo que me gustaría de este libro: que fuera desasosegante para el lector; no es un libro tranquilizador, es un libro que cuestiona al lector. Que se meta en este libro y piense que él, de algún modo, es también este personaje, y él sería, como dices, reflejado en sus canalladas, en sus imposturas.

… Y que llegue a la conclusión con la que cierras el libro, que es “yo sólo quería entender”…
-Es que es la verdad. Es tratar de entender lo que somos los seres humanos en toda su complejidad y entender, no justificar.

Breve Reseña:
Javier Cercas, filólogo de profesión (Universidad autónoma de Barcelona). Desde 1989 es profesor de literatura española en la Universidad de Gerona y se consagra como escritor con la novela «Soldados de Salamina», publicada en 2001 (es llevada al cine por David Trueba en 2003). Es colaborador del suplemento dominical del diario El País y traductor de autores catalanes contemporáneos. Es casado y tiene un hijo. Su bibliografía incluye El móvil (1987), El inquilino (1989);El vientre de la ballena (1997), Soldados de Salamina (2001), La velocidad de la luz (2005);Anatomía de un instante (2009) y El impostor (2014). Premios: Salambó (2001), 2º premio Librero (2001), Grinzane Cavour de narrativa (2003), Premio de la Crítica de Chile, Ciutat de Barcelona, Ciudad de Cartagena, Medalla de Extremadura (2005),Premio Nacional de Narrativa (2010).

Imagen Principal: Valeria Solís T.

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