Por Valeria Solís T.
Periodista y Escritora
Directora Mirada Maga

En este mes-aniversario elegimos dos libros que representan nuestro ADN, uno desde lo literario y su fuerza creativa, que mejor que el último libro de Alvaro Bisama con el suspenso de «El brujo» y por otro lado, las memorias de una mujer clave para el crecimiento personal en Chile, Adriana Schnake, siquiatra, terapeuta, gestora, quien ayudó a difundir la terapia gestáltica en latinoamérica y además, desde su terruño en Chiloé, propuso su propia mirada. Que los disfruten!

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No por el hecho de hacer un recorrido por el pasado podemos encontrarnos con una historia que valga la pena conocerla masivamente, a veces, sólo basta con que la descubra el entorno inmediato y el aporte acotado cumple su buena función, pero hay otras historias personales que atraviesas épocas, transformación de conocimientos, preguntas y respuestas que van evolucionando, ejemplos de vida que espejean al lector con sus propios conflictos o resoluciones. «Los espacios interiores» de la siquiatra chilena Adriana Schnake es precisamente esto último, un aporte desde una aparente ingenua honestidad para relatar su vida y mostrarnos sus confusiones iniciales, su ímpetu, por aprender e ir más allá de lo que el sistema médico chileno le daba, como también por adaptarse a los cambios, no sólo de percepciones sino tan concretos como sus cambios de casa. Estas memorias incluyen los últimos episodios de esta mujer octogenaria que vive en Chiloé y que desde hace décadas se ha encargado de difundir la terapia gestáltica en Chile y Latinoamérica, primero en un contexto intolerante a integrar al ser humano como un todo: físico, emocional, espiritual hasta la actualidad, donde hay un despliegue de interpretaciones y terapias. Episodios que dan gusto: sus encuentros con Lola Hoffmann; su valentía para sobreponerse a los propios miedos e inquetudes. Los Espacios Interiores. Memorias. Adriana Schnake. Editorial Cuatro Vientos. 213 páginas.

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Las primeras 70 páginas se leen masticando la interrogante de ¿a dónde quiere llegar? para desde ahí transformarse en un remolino de imágenes literarias y suspenso que no se detiene hasta el punto final, momento en que el lector sólo puede decir: «ufff, ¡la media historia!».

Escrito en una sugerente tercera persona  » mi padre fue», «dice mi padre», «cuenta mi padre», la última novela de Alvaro Bisama (1975), narra la historia de un hombre que deambuló por santiago para cerrar las cortinas en Chiloé arracando de fantasmas y circunstancias. Fotógrafo de los ´80, de aquellas imágenes vinculadas con el caos de la violencia de la dictadura. Algunas marcaron más su existencia que otras, particularmente una, la de una joven estudiante apuntada en la cara por la pistola de un carabinero. Ese mundo, ese desencanto provocado por la desolación de rescatar la imagen doloroso, la denuncia, hicieron que este hombre dejara hijo (quien relata), amigos, familia y se fuera a internar a un bosque de Chiloé. Se tenían noticias de vez en cuando, había una cierta comunicación neutral o convencional, a distancia hasta que un día el padre, el fotógrafo, el individuo lleno de fantasmas desaparece. Su casa de madera sólo deja huellas de una tragedia inexplicable. Es el hijo quien decide reconstruir lo que habría pasado con ese hombre, que era su padre. «El brujo». Alvaro Bisama. Editorial Alfaguara. 223 páginas.

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