Por Valeria Solís T.
Terapeuta energética Adaba. Escritora. Periodista UDP
Directora Mirada Maga Ediciones. IG @MiradaMaga

Una suerte de caja de pandora es la vida de Liliana García, actriz uruguaya radicada en Chile desde hace tres décadas, cuando llegó embarazada a iniciar una nueva vida. No es exagerado decir que es una sobreviviente y una feroz luchadora de sus ideas, muchas de las cuales, representaron a toda una generación de jóvenes de la América Latina de los 70´. Con una gran inclinación por las letras, por el deporte, por la justicia, fue sin embargo, el arte dramático su camino de vida, pero sus creencias, su memoria, sus dolores, su ímpetu, las herramientas.
Conocida por muchos por sus más de 30 teleseries en la televisión abierta chilena, Liliana García Sosa, tiene también una importante y destacada trayectoria en teatro («Doña Ramona», «Los monólogos de la vagina»,»En honor al mérito», «Diccionario») el cual fraguó en Montevideo, su ciudad natal, pero que desarrolló en distintos escenarios. Fuimos al pasado para entender el presente, y nos sacó lágrimas y risas.

¿Cómo surge tu interés por vincularte al teatro si paralelamente estudiaste derecho?
-Estaba en la secundaria y ya había ocurrido el Golpe de Estado en Uruguay (1973) yo estuve en un mismo colegio toda la vida, y era un colegio privada donde la mayoría era gente de derecha, y yo como a los 12 años empecé a militar en el frente amplio (conglomerado político de izquierda que surge en 1971), pero este colegio hizo que tuviéramos una base y un desarrollo fundamental en nuestra parte intelectual como de la parte emocional, y eso fue fortalecido con la presencia de mis padres que tenían un fuerte desarrollo de lo que hoy se llama inteligencia emocional, que no es más que la empatía, la compasión, y, por tanto, el compromiso social, la solidaridad y la ética.

¿Y el área artística cómo surge?
-Yo hacía a nivel particular gimnasia atlética, jugaba fútbol, ballet clásico, y mi camino iba por estudiar economía, abogacía. Leía mucho, historia y literatura.

Era la preparación para una profesional de las humanidades…
-Pero también fui al teatro desde muy chica, porque me llevaba una sobrina de mi papá, y ella tenía el rito de obra que se estrenaba íbamos al teatro, de hecho como a los 10 años me llevó a Buenos Aires para que yo viera teatro infantil de allá. Y cuando iba al teatro lo que más me interesaba era lo que ocurría atrás.

¿A qué te refieres?
-Yo siempre fui muy inquieta, hiperkinética, era curiosa, copuchenta, revisaba los cajones de mi casa, como que andaba buscando secretos siempre y de esa forma aprendí a guardar grandes secretos en la vida, también… Y un día, a los 16 años, veo en la puerta de un teatro (Institución teatral El Galpón) que es muy conocido en Latinoamérica y tal, y el cartel decía admisiones abiertas a partir de los 18 años de edad. Hablé con el cuidador del teatro, del cual nunca me voy a olvidar, “Malevo” le decían, era el cuidador de un teatro reconocidamente de izquierda, pertenecía al partido comunista uruguayo, cosa que yo no sabía en ese momento. Y bueno, le digo al cuidador que me quiero inscribir y él me dice que no, que era para gente más grande, desde 18 años, y yo le digo “yo tengo 18 años”, y yo con 16 y siempre con una apariencia de más chica (risas).

Si no era lo que buscabas porque decides inscribirte ahí
-(Hasta ese momento) nunca lo había pensado, no sé por qué, de hecho cuando llegué en la noche a mi casa dije ¡porque hice esto!

Pero imagino que había que pagar o decirle a tus padres algo
-Era gratis, como toda la educación en Uruguay, pero sí dependía de un permiso de mis padres. Y bueno, estuve una semana pasando por fuera del teatro; y un día vi entrar a una chica joven, Graciela Escudero, actriz y directora, y le digo que quería inscribirme en la escuela de teatro y ella me dice: «pero sos muy chica para entrar»; y yo le digo que no, que tenía 18 años. Y ella me responde : “ah, sos muy chica y además sos mentirosa” (risas). Y me dice que pasara, justo era ella la que hacía las inscripciones, y me dice ¿qué era lo que originalmente yo quería estudiar?. Y yo le digo que abogacía o economía, pero que igual quería estudiar teatro, y que podía estudiar paralelamente las dos cosas. Y bueno, ella empezó una especie de interrogatorio desafiante, porque yo conocía muchas obras, porque las había visto. Entonces me dice que bueno, que me tomarán un examen como a todos, pero que además necesitaba la autorización de mis padres. Y yo le digo que no, porque mis padres jamás me iban a dar permiso, porque entre otras cosas, las clases eran de noche. Y me pregunta el nombre de mis padres, y justo había un señor que paseaba cerca y que después me entero que es un gran actor y director, y yo doy el nombre de mi padre, y él se acerca y me pregunta si era hija del gallego (como le decían a su padre). Y bueno tras mucho rato me dice que me prepara para dar la prueba, sin decirle nada a mis padres, y sin faltar a ninguna de mis otras clases. Eran como 20 días para prepararme y ahí fue que pensé “¡en qué me metí!. Ahí debí haber intuido lo que significaba esta carrera, a nivel de sacrificio y de deslomarte, y debí haber dicho no. Ahí fue el momento en que me equivoqué (risas). Era fruto de mi deseo de doblarle la mano al destino.

¿Y qué ocurrió con ese examen?
-Me fue bien en todos los exámenes y me dijeron que tenía que ir a la semana siguiente para la inscripción, y al llegar veo que estaban mis padres en la sala, yo quedé petrificada y me puse a llorar. ¡Estaban todos confabulados!. Y como yo era muy porfiada mis padres dijeron: dejémosla. Claro, porque yo no les había mentido, les decía que estaba preparando algo que se los contaría cuando lo tuviera terminado, en ese momento me pusieron varias condiciones para poder estudiar teatro: seguir con mis notas altas, seguir con todas las clases particulares que tenía y que me ayudarían con los horarios para ir a clases de teatro todos los días de 8 de la tarde a 12 de la noche, y si el primer año no salía con la mejor calificación no me dejarían seguir estudiando teatro.

Un escenario brutal…
-De una exigencia y desafío brutal. No te imaginas lo que estudié ese año y medio de vida…, pero me fue muy bien y también en el colegio y las otras cosas que hacía.

PESO DE LA NOCHE
Antes de cumplir 18 años, la actriz, no sólo combinada sus cursos escolares con el teatro, sino además se comprometía cada vez más con la militancia política, la recuperación de la democracia desde la clandestinidad y de lo poco público que podía hacerse. Todo lo cual tuvo costos.
«En ese tiempo también llegaron los militares e intervinieron el Galpón y lo cerraron, y empezaron a perseguir a los actores y profesores y alumnos del grupo. Era 1976. Fue un día de madrugada, estaba solo malevo, pobrecito. Los integrantes del elenco estable se exiliaron en la embajada de México. Y cuando pasa esto, los alumnos quedamos muy huérfanos, y yo invité a los compañeros de mi curso, no a los compañeros de mi novio, pero ellos igual venían, porque todos estábamos desesperados de cómo seguir estudiando y de cómo seguir vivos. De hecho mi pareja de ese minuto (estuvo casada desde los 18 a los 23 años) fue cómo seguía vivo».


-A un profesor, Roberto Fontana, le planteé si nos podía seguir dando clases. Y él dijo que sí que seguía con nosotros, pero que teníamos que conseguirnos un local. Y ahí él comenzó a ayudarnos, otros compañeros se sumaron, mi pareja que ya estaba egresando también ayudaba.

¿Y en ese momento ya estabas estudiando derecho en la universidad también?
-Sí, porque se lo había prometido a mis padres.

Pero entiendo que fuiste parte de otra escuela de teatro, ¿eso surgió de los ex El Galpón?
-No, lo que pasa es cuando hicimos la presentación de nuestros exámenes para el profesor Fontana, él invitó para ir a vernos la comisión directiva del Teatro Circular de Montevideo. Ellos tenían una institución teatral independiente tan importante como el Galpón. Y nos vieron y nos invitaron a integrarnos a su escuela, que fue una forma de solidarizar con El Galpón. Hubo un momento también en que gente de El Galpón que se radicó en México, hicieron un teatro, una casa de cultura, una cosa impresionante, y le plantearon a mi pareja si quería irse a México y él dijo que no, y también me lo plantearon a mí y yo dije, que no me quería ir a ningún lado porque yo quería militar para derrocar la dictadura, mira qué palabra…El teatro Circular vivía bajo amenaza, bajo la lupa, nos prohibían obras, tuvimos que inventar un lenguaje, que lo inventó Jorge Curi, Omar Grasso, que permitiera que el teatro siguiera vivo. Logramos abrir una segunda sala del teatro en plena dictadura, tenía un éxito tremendo. (la dictadura se termina en 1985).

Y qué paso con derecho, no pudiste terminar la carrera
-Me faltan cuatro exámenes para ser abogado, hice 6 años de carrera. Yo quería ser juez también…

¿Y qué pasaba contigo haciendo teatro, con espíritu y práctica militante, estudiando de derecho, no había algo que te decía, mi vida va por acá no más?
-Es que todo se juntaba, ¡todo!, el derecho es muy parecido al arte dramático, en un sentido esencial para mí: te tienes que poner en el lugar de otro siempre, seas fiscal, defensor o juez.

Eso es, con todo respeto, literatura, porque muchos no se ponen en lugar de nadie más que reproducir un artículo legal
-Por supuesto, fue lo que sentí idílicamente de joven, pero con los años en dictadura aprendí que los poderes fácticos juzgaban a la gente bajo la justicia militar, no existían los poderes civiles. Los civiles que estaban en el mundo del derecho y se prestaron y contribuyeron con la dictadura, porque son dictaduras cívico-militares, me enseñaron lo que tú dices, que esto es literatura, pero sigo pensando que la esencia del derecho debiera ser ésa.

Si bien me dices que en esos años estaba todo mezclado, ¿qué empieza a pasar, haces teatro, estudias?
-Desde el comienzo formo parte del elenco estable del Teatro Circular, pero un día hubo un problema de otra compañía y me pidieron que sustituyera a una actriz, estábamos viviendo años muy jodidos, los grupos independientes que lograban vender una función, lo que era muy difícil, no podían arriesgarse a perder la función por la falta de un actor, así es que me fueron a buscar a clases para una función del día siguiente. Nosotros formamos la federación de teatros independientes que actuábamos en clandestinidad, pero en la legalidad también. Yo tenía mi militancia en Círculo a nivel estudiantil, reuniones políticas. Todo tuvo un fin político, pero desde ahí me fui formando a nivel de derecho también.

Intenso…
-Tuve mis obstáculos, me suspendieron mi calidad de estudiante de derecho por dos años,…y el teatro me ayudó porque me daba visibilidad, al ser visible y pertenecer una institución como Círculo, donde las salas de teatro se llenaban era más difícil hacerme algo, era una cosa mezclada entre actuar por protegerme y también porque era mi pasión del alma. Ahora como mujer grande, digo, me salvó el teatro, y agradezco a la vida estar viva (se emociona).


-Hace dos años atrás pude recuperar mi certificado de estudiante (se emociona), donde atrás de la hoja está estampado que me habían suspendido en mi calidad de estudiante y eso me impedía lograr otros estudios, porque yo no era nadie. No podía entrar más a la universidad, pero como yo era parte del grupo de estudiantes militantes que estábamos armando una organización para salir a la luz, a la legalidad, seguí militando sin ser estudiante oficial, pertenecí al CED, Centro de Estudiantes de Derecho que era clandestino. En ese intertanto seguí actuando en teatro, y me volqué mucho a trabajar en la parte gremial del teatro también. Cuando pude volver a derecho gracias a un cambio que hubo en rectoría, me devolvieron mi calidad de estudiante y muchos, muchos compañeros me ayudaron para estudiar; en periodos de exámenes iban compañeros a los camarines a decirme las materias derecho.

Después vuelve la democracia a Uruguay, ¿y qué pasa contigo?
-Tuve una crisis personal política; cuando vuelve la democracia como que se me revuelve todo. Vuelve la gente del exilio, salen los que estaban en la cárcel… nosotros, que éramos una generación intermedia, la que llamaron la generación 83, armamos una marcha histórica del estudiante, yo estaba en la comisión de seguridad. Siempre dentro del Frente Amplio, el cual creció en el exilio y en la clandestinidad. Se asentó en unas circunstancias en que es difícil sobrevivir, pero lo logró hasta el punto de contar hoy con el tercer gobierno.

¿Pero por qué tu crisis?
-Porque es lógico, vivimos muchos años en las cloacas, salimos a la luz, vuelve la gente del exilio con otra realidad, estaban las madres y abuelas de compañeros nuestros de generación detenidos desaparecidos, otros saliendo de las cárceles hechos pelotas, era volver a unir, como que te descuartizan el cuerpo y después querés volver a juntar las piezas, pero no se puede hasta un tiempo. Yo estaba agotada, tenía un grado de agotamiento terrible. Además en términos personales, mi familia había partido al exilio en 1977 (España) y yo me quedé sola en Uruguay, se fueron mi madre, mi padre y mis dos hermanos. Hoy quedamos sólo mi hermano y yo, mi padre murió ahora en diciembre y mi madre y mi hermana murieron en España.

¿Y ellos nunca regresaron a Uruguay?
-Cuando se iban a volver murió mi madre y después mi padre quería quedarse con mis hermanos allá. Mi padre iba a y venía desde España a Uruguay hasta que mi hermana enferma de cáncer, lo necesitó mucho, y él no quiso moverse de su lado.

¿Y él muere en España?
-Sí, pero el último fin de año (2013) lo pasó conmigo acá en Chile.

Por lo tanto cuando decides venirte a Chile, el desarraigo era parte de tu historia…
-El desarraigo, como la suspensión de mi calidad de estudiante, como el exilio de mis padres, como la muerte de mi madre, como el cáncer de mi hermana son efectos colaterales de la dictadura…,(se emociona), que si te das cuenta, no son colaterales, son vitales.
Mis padres no querían dejarme sola en medio de las bombas, como se dice, pero solo accedieron, porque mi padre tuvo que salir corriendo. Finalmente con todo el dolor del mundo se fueron, pero mi madre al año volvió a Uruguay para casarme, porque sentía que yo estaba más protegida, más segura, esas cosas de las madres…

Antes de venirte a Chile, leí que estabas de gira en España
-Siempre que podía iba a verlos, pero en esa gira casi no los vi, al comienzo pensaban en Uruguay que yo me había ido con ellos, que mi padre se había ido con todos sus hijos al exilio… La gira que hice en España en 1986 fue de varios meses con la obra “Doña Ramona”, estuvo en el primer festival de Cádiz, ya habíamos ganado el festival de Huelva como la mejor obra Iberoamericana.

CHILE, EL NUEVO HOGAR

Entiendo que te vienes a Chile por amor…
-Me vengo a Chile embarazada; el padre de mi hija lo conocí en el festival de Cádiz, Mauricio (Pesutic) estaba allá presentando “Los payasos de la esperanza” y empezamos una relación, junto con él estaba Roberto Poblete quien trabajaba mucho con el Teatro Ictus, y éramos amigos, a quienes ya conocía desde Uruguay, como Elsa Poblete, o Delfina Guzmán, que la conozco de bien chica.

Llegas a Chile ¿y qué pasa?

-Llego embarazada, llego con mi pase intersindical del bloque latinoamericano de artistas y llego en dictadura a este país. Después me entero que estaba en una lista de interpol. Me vengo en un momento bastante jodido, el 85 u 86, eran los años más fuertes de acá y todos quienes entraban podían ser ayudista, y yo solo había entrado a Chile para tener a mi hija (Vicenta Pésutic, hoy historiadora), porque su papá era chileno. Aunque igual me vinculé políticamente con varios de acá. Me presenté al sindicato de actores que funcionaba acá con mucha dificultad, estaba Edgardo Bruna, María Elena Duvachell, empecé a trabajar en el sindicato de actores (Sidarte), la gente de teatro que me conocía desde Uruguay era muy respetada acá, entonces no entré al ambiente teatral como una aparecida, me conocían desde Uruguay, y además entré con la confianza política, y trabajé acá en temas de derechos humanos.

Y tus primeras actuaciones en Chile fueron en televisión
-Llegué acá y el padre de mi hija ya trabajaba en televisión, pero también en teatro, y me ofrecen un pequeño papel en una teleserie que se estaba terminando llamada «Semidios», que tenía mucho éxito. Y tiempo después a Cristian Campos le piden que dirija una obra inglesa de comedia, llamada Taxi. Recuerdo que eran años donde había esos prejuicios estúpidos por trabajar en televisión, y lo sentí mucho. Cuando empecé en esos años escuché a muchos actores decir, que nunca iban a trabajar en televisión porque era venderse al mercado, porque soy persona de teatro y te lo decían con mucho desprecio. Finalmente, lo que eso me provocó fue tener la convicción de que yo soy actriz donde me paren. Tengo una profesión, un oficio, una carrera, una formación en el arte dramático y una formación humana que no me la va a quitar nadie, y que tiene que ver con el ser social, político, ideológico.

MARIA MOLINER Y LA MEMORIA
La obra basada en la vida de la española María Moliner, escrita por Manuel Calzada (obtuvo el premio nacional de literatura dramática), fue llevada a escena en España bajo la dirección de José Carlos Plaza en 2012. Dos años después por iniciativa de Liliana García se estrena por primera vez en Chile y con la particularidad de que fuera bajo la dirección de su propio autor. Este mes en el Centro Cultural GAM se repone, bajo una alta la expectativa del público. «A María Moliner la arteriosclerosis cerebral le fue quitando el lenguaje durante ocho años. Justo a ella, que había escrito sola el Diccionario de uso del español, desafiando el poder de la Real Academia Española que tardó años en aceptar sus innovaciones.
El Diccionario explora en la vida pública e íntima de María Moliner, para retratar una historia de fortaleza personal e indagar en las posibilidades de la comunicación»
, se lee en la reseña de la obra.

¿Cómo esta actriz uruguaya radicada en Chile desde hace casi 30 años se encandiló con esta obra?
-Leyó tres veces «El Diccionario», en la última lloró con hipo, era de noche y se refugió en el living de su departamento. Luego le escribió al autor, Manuel Calzada, para manifestarle sus impresiones “desde la guata”, dice, pero también para hacerle una solicitud: yo te mando una síntesis biográfica mía y un CV, ninguno de los dos sirven para nada, porque lo único que sirve es que las personas que me vieron o trabajaron con uno hablen de mí, y en España conozco a personas conocidas y respetadas; y se los nombré. Al poco tiempo hablamos por fono y me dijo, leí todo, pero también hablé con la gente. Después le expliqué que éticamente yo sabía que no le podía pedir que me dirigiera primero porque no sé si le interesará y segundo porque la primera dirección de esta obra la hizo José Carlos Plaza en España, y le dije «pero como es una obra que está en tu cabeza y es sobre la cabeza de una mujer, porque todo sucede en la cabeza de María, es tan profundamente de autor que me gustaría que tú me dirigieras». Y luego, él me dice, que habló con Plaza y que le parecía una tremenda oportunidad para que él que era autor, se pegara el salto como primer director, y que le parecía muy lindo lo que había pasado. Entonces Manuel Calzada Pérez, me vuelve a llamar tiempo después, y me dice que se viene a Chile a la semana para conocerme, me conoció, yo estaba recién operada de los meniscos y con un bastón, y en una semana nos hicimos socios para hacer la obra acá.

¿Y los fondos para financiar el montaje?
-Postulamos a Fondart e Iberescena y no obtuvimos nada.

¿Y cómo lo hicieron entonces?
-Manuel puso plata, Pablo Brunetti puso plata, yo puse plata y, después el GAM ofreció plata y su infraestructura, nos ayudó y de hecho hicimos una temporada en 2014 a sala llena y ahora viene la reposición durante todo el mes de agosto.

¿Qué es lo que más te removió de esta obra?
-Es difícil porque son tantas cosas, pero hay tres ejes: la convicción ética, moral, intelectual de una persona es capaz de convertirla en una ironía en las circunstancias más difíciles, anónima en el sentido de que cuando escribió su obra, el diccionario, lo hizo sola en su casa, en unas fichas que puso hasta en la bañera de su casa, porque ya no tenía espacio; también crió a cuatro hijos en ese escenario…ese temple…yo admiro mucho las personas consecuentes, éticas e intelectualmente brillantes, que están convencidas que se necesita hacer algo en la vida, y lo hacen. Ella lo hizo, desafiando los poderes fácticos de ese momento. Su marido fue relegado de Salamanca, era un científico brillante. Y lo que más me conmovió fue la ironía de la vida, porque ella que había desafiado a la Real Academia Española, que la marginó porque era mujer y roja. Y la vida le arrebata las palabras, la mujer muere con la cabeza vacía de palabras. Esta obra enseña mucho, desde todo punto de vista, sobre todo el amor a la vida, te enseña a aceptar, pero aceptar con dignidad tu destino; te enseña la perseverancia, pero no la tozudez, que es de los ignorantes.[/destacado1]

Fotografía principal: Valeria Solís T.

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