Por Valeria Solís T.
Terapeuta energética Adaba. Escritora. Periodista UDP
Directora Mirada Maga Ediciones. IG @MiradaMaga

Ya han pasado diez años desde que sacó a la luz su ópera prima con sólo 30 mil pesos en el bolsillo. El plano secuencia que le daría vida a “Sábado” pasaría de ser un juego experimental tras meses de trabajo en escritura y ensayos a la piedra angular del comienzo de la carrera de uno de los más importantes directores latinoamericanos.

Matías Bize tenía 22 años y aún era alumno de la Escuela de cine de Chile, y con “Sábado” daría paso a algo más que dos aciertos: primero, encontrar a quien fuera una verdadera musa de su filmografía, Blanca Lewin, y a su partner creativo, el guionista Julio Rojas (el profe de guión pasó de docente a amigo, y luego a ser el coguionista del director) y por otro lado, dar forma a los cimientos de una carrera cinematográfica sólida.

Bize, hoy de 34 años, no se marea ni con la fama, ni con las grandes posibilidades que le han dado sus reconocimientos. Sus cuatro películas que han recorrido las salas de casi todas partes del mundo, El premio Goya en el 2011 (“La vida de los peces”), la invitación a filmar en España una película (“Lo bueno de llorar”) o la residencia en Berlín para escribir un nuevo guión en el marco de uno de los festivales más prestigiosos del mundo para él son una alegría y principalmente un agradecimiento. No sólo lo dice, sino lo vive, lo actúa, lo respira. Es que este joven cineasta chileno lo moviliza una sola cosa: hacer películas, y películas que hablen del amor.

Al hablar de su trayectoria, Matías Bize visualiza un gran engranaje donde una película llevó a la creación de la otra y donde el aprendizaje de cada una de ellas se plasma en la siguiente, algo así como un desafío creativo infinito que le llena el alma, y donde no caben las presiones del entorno: “¿Cuándo viene la próxima película?” “¿Por qué no adaptas un libro?” “¿Después de este éxito en qué estás pensando?”. Hace oídos sordos hasta que siente que surge una nueva inquietud, una nueva historia, quizá porque la vivió, la escuchó y le llamó la atención, o se lo imaginó, pero sin presiones, como el proceso creativo que hoy vive con “La memoria del agua” su próximo film.

“Tengo la suerte de poder vivir del cine, y vivir del cine que yo quiero hacer, y dedicarle el tiempo que siento que requiere. Es la película que a mí me aparece desde lo más profundo. Me costó bastante de que llegara la idea de esta película; estaba viajando con La vida de los peces, fuimos a Venecia, los Goyas, y todo el mundo te pregunta, ¿y ahora qué? Y todo el mundo preguntándote, y yo: ‘no tengo’, porque La vida de los peces fue una película tan personal… y yo me he acostumbrado a que sea así. Para una película yo le voy a dedicar por lo menos cinco años de mi vida y para siempre, en el fondo. Hoy día sigo hablando de ‘Sábado’ y fue mi primera película, entonces es algo que te va a acompañar para siempre, tiene que ser algo que te apasione y no que te entusiasme por un rato”.

Matías Bize recibiendo el Goya.

«Cada película me fue aportando y cada una tiene su mundo y su público».

¿Cómo cambió la mirada de tu carrera antes y después de recibir el premio Goya?

-Mi mirada no ha cambiado, yo creo, y eso tiene que ver con una cosa súper personal que es por qué estoy haciendo una película. No cambia con un premio o más dinero, hago una película porque quiero hacer una película, porque la siento, porque la necesito como algo fundamental. Lo que sí cambia es que hay más herramientas, es que se hace más fácil, es que ya no tengo que postular cinco veces a un fondo para poder ganar los recursos, ya hay como un sello de calidad que me permite caminar un poco más tranquilo. Tiene que ver con una tranquilidad, pero siempre los directores latinoamericanos tenemos que ir a los festivales, buscar coproductores. Por más famoso que sea, cualquier director latinoamericano tiene que hacer rondas de reuniones, porque así funciona no más. Siempre es empezar de nuevo, te tienen que leer el guión, tienen que ver que tiene que funcionar la historia, pero para mí ha sido un proceso de crecimiento paulatino, de aprendizaje y siento, que con cada película empiezo de cero. Incluso me siento asustando con cada película; siempre es un desafío.

¿Y qué pasa contigo cuando se abre una puerta en tu vida profesional tan importante?, ¿cómo discriminaste: por el prestigio, por el dinero, por la apertura?

-Son oportunidades, ellos son muy respetuosos del trabajo de uno,. Los festivales, residencias o fondos te apoyan porque quieren que hagas tu película, y lo que yo he aprendido es que siempre voy a la esencia del por qué quiero hacer esta película. Entonces no he tenido el problema de desviarme.

En tu carrera se ve que vives una tranquilidad de no tener que estrenar una película para tener presencia, ¿Siempre fuiste así de decantado, o los resultados te han permitido caminar con más pausa?

-Antes yo estrenaba cada dos años: “Sábado” (2003), “En la cama” (2005), “Lo bueno de llorar” (2007), “La vida de los peces” (2010) y ahora esta película va a ser el 2015, serán cinco años, porque afortunadamente hemos podido trabajar mucho el guión, tres años de escritura, donde me dedico sólo a esto, no trabajo en otra cosa. Al principio viajé mucho, porque fue mucha promoción con “La vida de los peces”. Para mí no hay un apuro de querer estrenar,: para mí lo más importante es la película, que realmente quede buena. Yo hago una película con un sentido de, ojalá, trascendencia, que esa película “quede”. No me apuro porque tengo que llegar a un festival o porque tengo que ganarme un premio o porque me digan que tal mes es el mejor para los estrenos. Yo hago una película en la mejor condición posible, tanto de rodaje, de elenco, como de tiempos. Y en ese sentido he tenido la suerte de poder trabajar con calma, de poder estar enfocado, de haber podido irme estos meses a Berlín, volver y seguir trabajando en el guión.

¿Qué factores crees que han ayudado a que hoy tengas este escenario en tu carrera?

-Yo creo que muchísimo trabajo, muchísimo, no veo otra respuesta. Yo me mato haciendo cada película. Para “La vida de los peces” quedé cansadísimo, pese a que fue un placer y disfruté mucho haciéndola, pero fueron dos años de hacerla y terminé muy cansado, vacío, porque ahí salió todo lo que tenía que contar y quedé así como un año o dos, hasta que de repente salió esta idea, esta historia, “puede ser, puede ser” y me junté con Julio Rojas, lo hablamos y sí, era.

Julio Rojas ha sido tu partner literario desde “Sábado”, ¿cómo se armó y cómo funciona esta co creatividad?

-En la Escuela de cine de Chile, fue mi profe de guión y después nos hicimos amigos. Trabajamos de todas las maneras que existen, a veces escribe él y yo edito, o escribo yo y él edita, hacemos todas las pruebas que haya. Julio es tremendamente talentoso, es un placer trabajar con él. Es un guionista brillante, y lo que hago es ir dirigiendo ese guión a la película que yo quiero hacer. Pero es un trabajo en equipo y afortunadamente nos conocemos harto, muchísimo. Y así se genera un trabajo muy fácil, no perdemos tiempo, cachamos al tiro, nos miramos, “ya esto no va”, y además disfrutamos mucho el trabajo.

"La película se termina en el espectador".

«La película se termina en el espectador».

Alguna vez dijiste que una de tus aspiraciones al hacer cine era que el público llorara, en el fondo que conectara con sus emociones profundas. Han pasado los años, ¿Lo ves igual, has cambiado esa idea?

-A mí me gusta que una película me emocione cuando voy al cine, me gusta que una película me llegue, que me pase algo, puede ser llorar o no, pero que ojalá me afecte de alguna manera, que salga distinto de la sala a como yo entré. Y eso es como el gran desafío que tengo cuando hago una película. La película se termina en el espectador y en eso soy súper consciente de que: si bien trabajo de una manera muy personal, y hago siempre una película casi autobiográfica, aunque no lo sean literalmente, pero son cercanas a lo que me podría pasar o lo que me pasó, finalmente la película se termina en el espectador. Yo pienso que uno va a tener la suerte de que ojalá alguien te regale una hora y media de su vida para verla, es importante entonces que uno le de algo bueno, que se entretenga, pero que también le quede.

En ese sentido tus películas sí apelan a la emoción y entre ellas me llamó la atención “Lo bueno de llorar”, donde el silencio estaba muy presente y cómo que me decía: “sensibilízate”, ¿qué pasa con la aspiración por sensibilizar al otro y el conducirlo a eso?

-Creo que cada historia encuentra su manera de contarse, y eso es súper bonito porque uno como director primero dice “esto va por acá y eso por allá”, pero en algún momento la película es la que empieza a tomar vida y es la que te conduce y empieza a tomar las decisiones, y uno como director tiene que saber que, ok, uno escribe un guión, pero quizá un diálogo durante la filmación te está diciendo que no funciona y hay que sacarlo no más. Y en el caso de “Lo bueno de llorar” me pasó que esa historia tenía que ser contada de esa manera… yo la veo ahora y la encuentro súper radical, casi sin diálogos, súper difícil comercialmente, pero si no la hubiera hecho, después no hubiera podido hacer “La vida de los peces” desde el punto de vista del aprendizaje. Cada película me fue aportando y cada una tiene su mundo y su público.

¿Piensas que el público que ve tus películas ha ido cambiando, aumentando, cada película llega a públicos distintos?

-A mi me encanta que haya una línea en mis películas, quizá “Sábado” se escapa un poco, pero “En la cama”, “Lo bueno de llorar” y “La vida de los peces” tienen un hilo conductor, una pareja que se conoce en una noche, otra pareja que termina en una noche y otra que se reencuentra en una noche, y sin tener ninguna noción de querer hacer eso. Hay una continuidad, pero que tiene que ver con lo que me ha tocado a mí vivir, es lo que me ha ido pasando en mis relaciones. Ahora, mi aspiración es que cada vez haya más público, porque hay un crecimiento y hay un salto. La verdad es que estoy súper agradecido, y eso es siempre, de todo lo que me pasa y como te decía, yo puedo vivir del cine. He viajado millones de millas me siento un afortunado total y me dan ganas de devolverlo, y eso pasa porque el espectador sienta el trabajo que hay detrás de una película. Me siento en el inicio de mi carrera, interiormente.

¿Y cuáles han sido los procesos, los tiempos para llevar a cabo cada cinta?

-Por ejemplo, con “Lo bueno de llorar” me enteré dos meses antes de que la iba a filmar, no tenía una historia y cuando salió, salió de adentro, porque yo estaba viviendo eso y surgió de una invitación para ir filmar a España. Con “La vida de los peces”, fue un proceso tranquilo para escribir el guión, para filmarla, fue la primera película donde dije “ahora vamos a filmar cinco semanas”, teníamos todos los fondos necesarios. Las otras dos en cambio fueron más rápidas, desde decir hagamos una película sin ningún peso como en “Sábado” (30 mil pesos para cintas de video casero y celulares), hubo meses de ensayo y trabajo previo, pero se cumplió el circuito total desde la cartelera, pasando por festivales y ser exhibida en otros países; y después decir hagamos una película con dos actores en una cama, pero todo eso sin perder lo más importante, que es tener una historia que dejara algo más y ésta sorprendió mucho, se hizo un remake, una obra de teatro, se vendió en todo el mundo, siendo una película muy pequeñita, dos actores con una cama y eso me permitió ir a España hacer “Lo bueno de llorar” es decir, cada película ha desencadenado lo que ha venido después.

Cuando dices que la pareja es tu tema, que empleas tus referencias, ¿no nacen historias de amistad por ejemplo, por qué te llama tanto?

-Porque es el amor, y ése es el tema que me interesa más. Son las historias que me salen, no tengo razones tan pensadas. Creo que a todos les interesan las historias de amor, y es desde donde me siento más cómodo, porque siento que ahí hablo desde la verdad, me refiero a algo que me inquieta y que me resulta natural contarlo. Yo no digo quiero hacer esta película porque es conveniente y voy a generar tal público. No, es la que me interesa, la que quiero explorar, la que no sé cómo va a terminar, pero que quiero explorarla de todos modos.

"En algún momento la película es la que empieza a tomar vida y es la que te conduce".

«En algún momento la película es la que empieza a tomar vida y es la que te conduce».

LA POÉTICA DE “LA MEMORIA DEL AGUA”

“Mis películas pueden haber ocurrido en cualquier parte o en cualquier tiempo. Una vez me ocurrió que en los Emiratos Árabes una persona con hiÿab (velo que cubre el rostro) me dijo ‘¡ésa es mi historia, es mi historia!’ y eso es porque si bien es una historia personal termina siendo universal. Seguramente habla de Chile también porque yo soy chileno, pero son temas universales”, cuenta el artista quien actualmente está de lleno en la escrituración de su próxima película “La memoria del agua” que contempla filmar a mediados de año.

¿De qué se trata tu nueva propuesta?

-Lo que me pregunté es qué le pasaba a una pareja que tenía una crisis profunda, que les cayera como una bomba atómica encima, y así nació la idea de una pareja que debe enfrentar la pérdida de un hijo. La idea surgió pensando también en qué me pasaría a mí. Acá no entrevisté a nadie, porque no estoy haciendo un reportaje ni un documento sobre el tema, sino una ficción de una pareja específica a la que le ocurre la pérdida, y creo que la gente se va a identificar porque el gran tema es el amor y tener crisis es un temazo.

¿Y la idea de esta película nace a partir de una experiencia cercana que viviste o conociste, o sólo se te ocurrió?

-Fue una inquietud personal, pero un poco lo que ha pasado con quienes han leído el guión, es que conecta, va a fondo, ha funcionado, y creo que eso se explica porque todos hemos tenido alguna crisis fuerte, y en la película es el detonante,… pero en el fondo es una historia de amor, que nos muestra cómo una pareja se recupera.

Entiendo que pudiste escribirla en parte en Berlín tras ganar una residencia.

-El guión lo estoy escribiendo con Julio Rojas y trabajando con mi productor de siempre Adrián Solar, y claro, cuando estábamos desarrollando el guión, al año y medio de estar escribiendo, me llegó la invitación del Festival de cine de Berlín que por primera vez abrió esta residencia y era para directores que hubieran tenido un reconocimiento importante. Eso fue un avance súper importante porque estuve cinco meses en Berlín (en 2012) trabajando desde allá: súper inspirador. Fue espectacular, fue un súper bonito momento, pude trabajar muchísimo. A los ganadores (cinco del mundo) nos dieron una mensualidad para vivir con total independencia en Berlín, yo me arrendé un departamento y me compré una bicicleta para recorrer, todo muy solitario, sólo tenía una consultora de guión, Coral Cruz, la misma con la que trabajé el guión de “La vida de los peces”; es española, así es que yo viajaba a trabajar a Barcelona unos días y volvía a escribir a Berlín.

¿Qué importancia tuvo este premio?

-Es un festival muy prestigioso y fue sustancial, de hecho el día en que dijeron el nombre de los ganadores llegaron muchos emails para producir la película, y para leer el guión; fue muy bueno.

Entiendo que la coproducción será con Alemania…

-La coproducción surgió después de la residencia, y tuvo una consecuencia, y es que ahora será con España, Francia y Alemania. Lo que pasa es que los fondos chilenos no alcanzan para hacer una película, entonces uno tiene que tener dinero estatal y de las televisiones de otros países, eso es lo que permite que una película se financie.

¿Las coproducciones implican amarrarte a ciertas condiciones, que te definan lugares de filmación o quienes actúen en ella…?

-No, no, te dan total libertad. Yo he tenido suerte en esta película y en las otras, de trabajar con libertad. Desde que dicen “tu guión nos encanta, es tu película”, siempre ha sido a favor, he tenido suerte y también he trabajado con gente buena como Adrián, que es un súper productor y que canaliza todo esto, las ofertas de un país. Vemos cómo hacemos que todo juegue a favor de la película. Y el premio Goya fue fundamental para haber quedado en la residencia también, me cambió la carrera totalmente, hizo que “La vida de los peces” estuviera casi en todos los países del mundo, son ese tipo de premios que quedan para siempre.

¿Los protagonistas ya los tienes definidos? ¿Vuelve Blanca Lewin?

-No, no todavía, estoy en eso, ahora empiezo la búsqueda de los actores. Y con Blanca voy a seguir trabajando más adelante ¡Seguro!, pero en esta película es un personaje distinto. Con Blanca voy volver a trabajar, porque me encanta, es un placer trabajar con ella; hemos ido creciendo los dos, he aprendido muchísimo de ella.

¿Cómo manejas el drama en la dirección?, porque tú escribes y diriges, son dos desafíos creativos…

-Sí, sí totalmente. Es un desafío gigante, y ahí está el porqué quiero hacer la película, porque podría hacer otra como “En la cama” y me repetiría de nuevo, aunque se dice que los directores siempre hacen la misma película,… Yo creo que es verdad un poco, que hablo del mismo tema que es de las historias de pareja, pero ahora viene una historia más compleja, más difícil, hay que contarla con más sutileza, con más elegancia, porque nos estamos metiendo en un tema súper difícil.

Fotografías: Las Magas.

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