Por Valeria Solís T.
Terapeuta energética Adaba. Escritora. Periodista UDP
Directora Mirada Maga Ediciones. IG @MiradaMaga

Patricia González Guzmán (71 años) decidió omitir su apellido paterno, porque cuando decidió hacer del teatro su pasión, Ana González y Marés González, ya eran actrices reconocidas, ¿para qué jugar entonces con el destino…? Fue así que se dio el empuje para iniciar un camino lleno de historias, impredecible, creativo, con alegría, inspiración, pero también dolor, desconcierto y llanto. Es una historia intensa la vida de esta destacada actriz del cine, la televisión y en teatro. Cada cierto rato mientras conversamos abierta y honestamente, siento que puede surgir un libro, y otro, y otro y otro. Ella insinúa lo mismo.
Es que no sólo de actuación llenó sus ojos, sino de compromiso, de amores, («fui muy polola, y sigo buscando el amor de mi vida», me aclara) de iniciativas, de dolores familiares y personales, de búsquedas, de sanación y hoy, cuando estamos hablando, me advierte al despedirnos, «algo pasó, siento que viene un antes y un después en mi vida».
Sólo puedo invitar a sentarse a conocer este libro en vida,que algún día esta misma actriz escribirá en un papel, o se lo contará a alguien para que lo haga.

Me cuentas que hiciste diez años de gestalt en distintos momentos de tu vida, ¿por qué?
-Yo tenía mucha información de siquiatría, porque mi hermana que venía después ( 3 años mayor), tuvo un primer brote de esquizofrenia cuando ella tenía unos 15 años. Entonces empecé a hacerme preguntas como a los 11. Fui una especie de lazarillo de mi hermana, no sabía hasta qué punto eso me iba a marcar ( su hermana, mimi, murió hace tres años). Era muy feroz. Tuve poco tiempo de ser niña, hubo siempre problemas familiares, donde unos estaban por un lado y otros por otro. De manera que puedes deducir que al tener una familia muy disfuncional fui de una precocidad espantosa.

Haciéndote preguntas que nadie se hacía a esa edad
-Yo actuaba como un adulto, y ahora me doy más cuenta que en esos años. Recuerdo haber leído de siquiatría, sicología, y le hacía muchas preguntas a mi hermana en esa primera etapa también, es que nadie sabía bien cómo era esto.

Entiendo que tú buscaste otros caminos antes de involucrarte con el teatro, hiciste secretariado…
-Exactamente, yo no terminé sexto de humanidades (cuarto medio), porque en esa época era tan jodido lo que estaba pasando en mi casa, mi papá tenía una sombra al pulmón, y vivía en San José de Maipo, y tenía problemas de alcohol, que nos llevó a la ruina como familiar…

¿Cuándo te vas al exilio?
-Fue a fines del 73, yo estaba separada de Helvio Soto (pareja por 4 años y medio y padre de su hija Pascuala).

¿El golpe te pilla trabajando en Televisión Nacional?
-Yo tenía un programa, Clap”, yo había hecho ya toda una etapa de producción dramática en el entonces canal 9 de la Universidad de Chile, pero antes pasan más cosas.


-Cuando quedo embarazada estuve 3 años en los cuales me dediqué a mi maternidad, y cuando quise volver al Teatro, porque Anita González me había llamado para formar parte de un obra de teatro, que por lo demás, fue mi primera obra de teatro en la que fui pagada como actriz, y helvio me dice que vayamos por segunda vez a Europa (la primera vez fue al Festival de Cannes) porque necesitaba comprar material para  el entonces Televisión Nacional, donde él trabajaba, pero él se molesta que yo le dijera que no y preferir hacer teatro, porque no lo entendía.

¿Te separas en esa época?
-Me traté de separar, pero me pidió que nos diéramos otra oportunidad. Recuerdo y la verdad es que yo lo admiraba mucho, no lo elegí mal desde la cabeza, necesitaba una imagen paterna, había sido director de un canal y después de otro, era 14 años mayor que yo, pero claro, estábamos en distintos momentos de la vida. Y bueno, al final le dije voy contigo y con la Pascuala. Pero las cosas no se dieron de lo que yo pensaba.

Y terminas la relación de pareja con él
-Sí, y me enamoré de uno de los productores de una película, que era francés y eso me ayudó mucho para despegarme, porque en realidad, él (Helvio Soto) es lejos el gran amor de mi vida, él fue fundamental en mi vida, porque indistintamente a que estuviéramos separados, yo sabía que podía contar con él, de manera cierta, y a su vez yo también lo apoyaba.

Pero quiero armar el  puzzle, ¿cómo te vas a Francia si él ya estaba allá y estaban separados?
-Él se fue 6 meses antes del Golpe, estaba terminando una película en Francia y el Golpe lo pilla allá, y me mandó plata para poder comprar una casa pensando en la Pascuala, yo le decía que no, pero él insistió y así lo hice, ¡menos mal!(risas), y un día él toma un barco, se demora 12 días en llegar a Buenos Aires y desde ahí manda a un amigo a Santiago, un señor judío que había vivido la segunda guerra, era mucho mayor con él, a hablar conmigo, pero además traía pasajes para Francia, para Ricarte (Soto), para Otilia, la mamá de Ricarte, para la Pascuala y para mí. En el fondo el mandó a rescatar a su familia, con la lucidez que lo caracterizaba, él sabía que esto era para largo.

¿Y qué pasó?
-Yo estaba en la parada de la pasionaria…..yo nunca alcancé a militar en ningún partido, pero a ver, yo antes tenía un programa de cine que daban todos los domingos a las 20 horas en Televisión Nacional y que había durado 3 años. Yo en esos años, de la unidad popular, como había viajado a Europa creo, me compraba ropa, tenía una forma de vestir, me ponía sombreros y cosas así y tuve varios roces por eso. Y vino el 11 de septiembre…, curiosamente no sentí miedo, nunca, nunca, nuca, pero sí sabía que esto era en serio. Yo no estuve en la clandestinidad ni nada…estaba en cosas peores.

¿Pero cómo sales entonces?
-Ricarte se quería ir feliz a reunirse con su padre, pero yo no lo consideraba para nada, porque estaba demasiado fascinada con lo que estaba haciendo acá, ¡era algo insólito!, y este señor que Helvio mandó de emisario (con los pasajes) me citó en un café, y yo le dije «no me voy a ir, porque yo creía que no era la actitud que había que tener en esos momentos», y él me mira con esa cosa como entre ternura y ganas de remecerme, y me dice «la entiendo y la respeto, pero el consejo que le voy a dar, es que considere que Helvio tomó un barco, estuve 12 días para llegar a Buenos Aires, para salvarlos. Esto va a  durar mucho, yo le recomiendo que vaya a Buenos Aires, hable con él y por último después vuelve» (a Santiago). Y claro, eso ya era un riesgo. Ricarte estaba muy decidido a encontrarse con su papá y bueno, fuimos a Buenos Aires y yo con la cartera llena…

¡¿Cómo?!
-Mi cartera iba llena de documentos, porque sabían que yo iba a viajar, pero la escondí entre el forro de la cartera y lo cosí tan bien que no me pillaron. ¡Era una locura! Yo no tenía partido ni nada, ni orden ni nada, pero lo hacía no más.

Te salvó la juventud…
-Sí. Yo entré a trabajar políticamente desde el 11 de septiembre sin tener idea en lo que me metía y estaba ¡tan convencida de que iba a durar poco! Y yo pensaba que tenía que ayudar a que durara poco.

La resistencia a la dictadura…
-Claro, la resistencia, así lo sentí yo, y bueno, al final pensando en mi hija fui a Buenos Aires, y estuvimos una semana, yo envié mensajes y cosas también que me pidieron…, la conclusión que deben haber sacado Helvio y su entorno en Argentina era “pobre niña idealista, no tiene idea lo que es una dictadura, ni una guerra ni nada”. El que logró convencerme fue Helvio por amor a su hija…, pero antes de irme a Francia, me devuelvo a Santiago ¡y con documentos de nuevo!, ¡y de nuevo no me pasa nada! Pero al llegar me dicen a quienes yo estaba ayudando que yo podía más útil en Francia, cosa que me dolió, no te digo, yo estaba jugando a la guerrillera, desde lo más puro, desde mi convicción, llega diciembre de 1973, me preparo y me voy.

Y te fuiste a Francia…
-Pero yo le dije a Helvio me tienes que tener el pasaje de vuelta, y cuando lo vi en la loza del aeropuerto lo primero que le digo es “ ¿mi pasaje de vuelta?”, y él me mira y me dice, con compasión, “guz, en unos diez añitos”, ¡yo lo odié!, y desde ahí lloré y lloré, como exiliada fui lo peor.

¿Y la película, la hiciste?
-Sí, la hice («Llueve sobre Santiago»). Cuando estábamos filmando escenas en Argelia, un día llega Helvio con un diario en la mano, y con cara de tristeza y me dice “guz, no te traigo buenas noticias”, y yo pensaba «todos los días son malas noticias». «Mataron a Miguel Henríquez» me dice, y yo figuraba en una playa llorando…después pasó que tuvimos que volver a filmar a Francia por problemas entre Argelia y Francia, Helvio ya tenía su otra pareja y su hijita…

Espera, estaba Raúl Ruiz allá también, ¿es idea mía o participaste en «Diálogo de exiliados!?
-No, ningún cineasta de mi generación quiso trabajar conmigo, excepto las nuevas generaciones, creo que porque sentían que era la diva, la musa de Helvio…, lo pasé muy mal en ese sentido.

Entonces las películas que hiciste en Francia sólo fueron con Helvio Soto
-Claro, con coproducciones, España, Francia, Bulgaria.

Tú eres parte de la historia del cine en Chile…
-Claro, yo recién estoy como…los procesos son demasiado largos, a los 71 años recién estoy armando el puzzle, desde lo familiar, de los hombres que habían sido mis parejas, desde mi trabajo…yo hice una terapia larga con Paz Rojas en el exilio, y recuerdo que le dije en ese minuto que quería estudiar sicología, y ella me dijo que no era un buen camino, que me centrara en lo que yo era. Con los años me di cuenta que lo que ella quiso decirme era que había que tratar de rescatarme a mí en cuanto a lo que yo era, me veía a mí con que yo ya tenía un espacio, ¡por dios que fue sabia!, estudiar en la universidad, era un reto para mí. Igual tomé cursos libres, unos cursos de filosofía, de cine, ciencias de la educación, no saqué ningún título, pero me nutrí mucho y pude sentir lo que era ser universitaria.

¿Allá hiciste sólo cine?
-Hice teatro también.

Estuviste luego en Estados Unidos ¿Por qué te vas allá?

-Porque Claudio Guzmán, el creador de “mi bella genio” era primo hermano mío (muere en 2008) y siempre me tuvo mucho cariño, como que se enamoró de mí desde siempre. Yo antes había estado invitada por Claudio durante cuatro meses, en Los Ángeles, y me insitió a que me fuera para allá, yo le dije, te aceptaría un invitación de poco tiempo y me fui con la idea de recuperar mi inglés y descansar un poco. Él me había ofrecido pagarme todo, y cuando fui en ese primer momento conocí un hombre que se había enamorado de mí y lo vi como la posibilidad de zafarme el dolor que yo tenía de una pareja que tuve en Francia y que no resultó. El ambiente me gusto porque se parecía a Chile, era como acercarme a Chile, en esos años mi primo vivía en Beberly Hills y todo, imagínate el nivel que tenía, y estando allá me dice que me vaya a vivir con mi hija Pascuala. Para mí era imposible, yo no tenía la plata para mantenerme y él me dice “yo soy tu primo hermano, te mantengo todo el tiempo que sea necesario, soy tu aval para que tu hija esté en el colegio» y además me quería meter en la televisión latina, pero nada de eso resultó, cuando yo llegué, Claudio estaba enfermo, tenía un virus que le impedía comunicarse ni moverse. Si bien llegué a una casa que me había arrendado y todo.

¿Y cuando decides regresar a Chile, podías entrar?
-En ese entonces tenía una pega de mierda vinculada al cine, pero nada interesante, la Pascuala estaba en el colegio, tenía grandes amigos y bueno, me compré un pasaje ida y vuelta a Santiago y me dije: si otros chilenos han ido y no los dejan entrar, no los matan, se devuelven no más, entonces voy a probar.

¿Y Pascuala?
-En ese minuto estaba de vacaciones con su padre. Entonces, dije, qué pierdo, yo sabía que tenía un gran prontuario falso de mí, aparte del real, y me arriesgué. Mi hermana me esperaba en el aeropuerto y ahí sentí un poquito de miedo al ver que había una larga fila, y alguien me había tomado una foto, no sabía si era un reportero o alguien de la CNI. Y entré a Chile.

¿Y a dónde llegas?
-Me fui a la casa de mi hermana ¿y tú crees que me fui a las peñas?, no, me fui directamente donde mis primas, las pitucas, las que les tengo cariño, pero no veía jamás, y se corrió la voz, y de ahí yo me sentí protegida…por si me estaban siguiendo.

Fue tu estrategia para protegerte…
-¡Claro!, era pura gente de derecha. Tiempo después fui a canal 13, yo cuando volví tenía 38 años más o menos, y me fui a calle Lira y hablo con Ricardo Miranda (había sido productor de una de las cintas de Helvio Soto), que era mi único nexo, recién había estado el boom de «La Madrastra».

Fue justo cuando volvieron las teleseries chilenas…
-Exacto, fue el recomienzo de las teleseries, entonces, yo le planteo que estaba en Estados Unidos, pero que quería volver a Chile, pero no sabía si iba poder volver a trabajar, y él me dice: Patricia esto ha sido un boom muy especial y va a seguir por muchos años, así es que trabajo vas a tener. Y, ni él me ofreció un contrato, ni yo se lo pedí, me lo hubiera dado de seguro, pero como no soy muy práctica ¡ni se me ocurrió! Y la racha me duró mientras él estuvo, después cambiaron a los directores y ejecutivos y ahí quedó todo.

¿Cuántos años fueron?
-Desde el 82, estuve 23 años en canal 13, en dos oportunidades dirigí actores (La Trampa de Moya Grau), pero me sacaban en camilla, porque yo era muy autoexigente, así es que después me dediqué sólo a actuar, protagónica o coprotagonista.

¿En tu vida cotidiana tus amistades de confianza vienen desde la actuación?
-No tengo amistades, no tengo. Desde que me dejaron de llamar de canal 13 cuando se cerró el área dramática, me había separado de mi pareja de ese entonces, (estuvo 9 años con el cineasta Edgardo Viereck) y me pareció tan obvio que me fueran a llamar, que me quedé esperando…, pero en esos primeros años de relación me sentí siempre muy protegida por él, me recordaba a Helvio.

Acabas de terminar de dirigir un proyecto que creaste, entiendo con el apoyo de Chileactores y Senama, ¿cómo surge esto?
-Un día fui a Chileactores, porque me habían avisado que entregarían un sueldo vitalicio y a mí no me pareció, porque yo ya estaba recibiendo una pensión de gracia desde hacía unos años, (una pensión de gracia que ella interpreta por el apoyo a la resistencia que hizo en Chile en dictadura) yo siempre pienso que hay personas que lo están pasando peor que yo, ¿entiendes?, siempre he mirado hacia abajo en ese sentido, de que otros pueden estar peor, no es necesario pensé, entonces al ir a Chileactores me pregunta la asistente social ¿entonces qué necesitarías tú?¿qué te gustaría hacer? Yo pensaba, claro, ellos saben que no me llaman de los canales ni nada, entonces pensé que había un tema no considerado en la sociedad actual que es el vivir en la tercera edad, sabiendo que los viejos de hoy no tienen nada que ver con los de antes, no somos “los abuelitos”, y le dije que me gustaría ser un aporte en el cambio cultural sobre cómo es la tercera edad en el siglo XXI. Y un día me llaman y me hablan de «mi proyecto» ( se ríe), y fuimos al Senama a explicar la idea, y finalmente resultó una serie de 10 capítulos. A mi nadie me dijo llama a este actor ni a otro, sino que tengo una consecuencia interna que me hizo llamar espontáneamente a los actores, como Mario Bustos, un tremendo, Juan Carlos Bistoto, Nelly Meruane, Carlos Valenzuela, el jueves 10 de agosto grabamos el último capítulo.  Teníamos un guionista, un director…las cosas se fueron construyendo de una manera…ahora me emociona…es un cauce, que no lo puedo creer, son actores maravillosos, personas, nos adoramos entre todos, se dieron cuenta que si bien de afuera parezco una cuica, vieron que soy una pobre, infeliz…(reímos).

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