Valeria Solís T.
Terapeuta energética Adaba. Escritora. Periodista UDP
Directora Mirada Maga Ediciones. IG @MiradaMaga

(Entrevista realizada en 2015) Tomás Vidiella (1948-2021) se entusiasma de a poco en la conversación; como una tela de cebolla van cayendo las capas en la medida de los recuerdos y de conectarse con el camino recorrido. Es que no partió del todo fácil la vida de este emblemático actor de teatro, cine y televisión. Sus padres se separaron cuando él era muy chico y debió pasar parte importante de su niñez y juventud en internados. Una verdadera cárcel para él. Quizá eso explique el coraje, la energía y la inquietud por hacer tantas creaciones y empresas para el teatro chileno, para buscar regocijo en levantar salas como Hollywood y El Conventillo y envolver de luces, trajes, bailes, cantos y buenos textos los escenarios, quizá.
Conversamos en el living de su departamento sobre la reposición de una obra del ideario teatral chileno como «Cabaret» Bijoux» y no en cualquier lugar, en el Teatro Caupolicán, un espacio de más de 5 mil butacas donde alguna vez presentó durante 40 días seguidos la obra. Proeza, desafío.
Pero quisimos ir más allá y conocer su historia, rió, rememoró y se emocionó, dando forma a una conversación con un gran artista.

Usted fue de la generación de actores junto a Alejandro Sieveking y Víctor Jara en la Universidad de Chile
-Sí del 56, fue algo fantástico. A mí me interesó el teatro desde niño cuando fui al circo, precisamente en el Teatro Caupolicán, ahí descubrí el fenómeno artístico y después cuando pude entrar a la universidad a estudiar teatro me tocó un grupo de profesores extraordinarios, ¡los mejores profesores que han existido en el teatro!, Agustín Siré, Pedro Orthus, Pedro de la Barra, Domingo Tessier, eran los fundados del teatro experimental, el pintor Guillermo Núñez también o Malucha Solari en coreografía, Patricio Bunster también. La mejor gente, nunca después vi una escuela como la que tuvimos nosotros. Además eran muy maestros, y había un respeto del alumno al profesor. Víctor Jara era compañero nuestro, pero se convirtió en director de teatro y tuve la oportunidad de trabajar con él muchas veces.

No siempre se da que haya una formación artística tan integral
-Claro, aprendí a hacer todas las formas para hacer teatro. Fueron 4 años de la escuela de teatro y después nos fuimos de gira por Latinoamérica con una obra escrita por Sieveking («La remolienda», «Ánimas de un día claro») que se llamaba “Parecido a la felicidad” y dirigida por Víctor Jara. Estuvimos 6 meses, la recepción fue maravillosa; en México, en Cuba hubo una reacción muy importante. Éramos cuatro actores, porque Alejandro también actuaba en la obra, junto con Myriam Benovic y Clara Mesías. Fue fantástico, porque fue una experiencia muy enriquecedora, fue justo en 1960, y después me fui a Estados Unidos por un par de años para especializarme más y al volver pude entrar a ser parte de la planta del teatro de la Universidad de Chile.

¿Y por qué se va Estados Unidos?
-Porque cuando terminó la gira y llegué a Chile, no tenía trabajo entonces decidí especializarme un poco más, en comedia musical por ejemplo, perfeccionar lo mucho que había aprendido acá. Siempre he creído que la escuela no te da el talento, sino que te da las técnicas para que puedas usarlas.

¿Y allá entró a una academia?
-Trabajaba y estudiaba. Hice algunas cosas de teatro, pero muy amateur, lo que sí hice fue trabajar mucho para costear los cursos de teatro. Y cuando volví a Chile y me contrata la universidad fui parte de muchos montajes hasta 1970, cuando decidí independizarme y formé el primer teatro, de los nueve que hice después.

El teatro El túnel…
-Claro, formamos compañía con Alejandro Cohen, Pina Brand, Vitorio Sepúlveda, Jorge Revel y Edmundo Villarroel. Fuimos los pioneros del café concert en Chile, que si bien se hacia en el siglo XIX en Europa como un show político, nosotros lo empezamos a hacer acá. Lo que hacíamos tenía la característica de la cercanía con el público, casi no usábamos maquillaje; hablábamos de la contingencia social y política del país y lo mezclábamos con canciones. O sea cantábamos, bailábamos, ¡era una multimedia! Fue una novedad muy grande y tuvimos un éxito muy grande y por eso nos hicimos muy conocidos.

¿Y en qué salas se presentaban?
-Tuvimos que crear nuestras propias salas. Empezamos trabajando en el cuarto piso de un club de jazz que quedaba en agustinas y ahí estuvimos dos meses, después arrendamos una casa en la calle merced y fundamos el teatro el túnel, estuvimos ahí cuatro años. Esa casa después la demolieron…

¿Y los recursos se podían obtener desde los mismos espectáculos?
-¡Claro! Es que hacíamos 3 funciones diarias hasta que vino el golpe militar, y tuvimos que empezar a hacer funciones a las 3 de la tarde, cosas así, porque no se podía trabajar en la noche. En esa época trabajamos un café concert con un texto de Isabel Allende que se llamaba “Balada de medio pelo”, y a fines del 73 tuvimos que cerrar el teatro.

Eran muy puntudos los libretos que se hacían
-No tanto, pero había una crítica social. Después en 1975 hice un teatro mío que se llamó la compañía de Tomás Vidiella, e hice otra obra de Isabel Allende que se llamaba “Los siete espejos”. Y ahí me armé solo como un actor con su compañía.

¿Isabel Allende tenía una pluma sarcástica como lo que escribía en revista Paula en esos años?
-Claro, los impertinentes de revista Paula, de hecho el argumento de esta obra que se presenta en 1975 era sobre un prostíbulo de Valparaíso, y eso era bastante rupturista con los tiempos y después de eso, muy apoyado por el teatro ictus que me prestaba la sala para ensayar, me contactan del Instituto Chileno Francés de Cultura que tenia una sede al frente del teatro municipal y me dan una sala. Y el público me empezó a seguir y como era una obra de Isabel Allende, con música de Flores del Campo y era novedosa, era un café concert más ampliado.

A mediados de los ’80 empezaron a aparecer otros café concert, pero era como ir a tomarse un trago viendo un show con humor u obras livianas.
-Claro, claro, pero ellos hicieron la copia de nuestra propuesta inicial, porque lo que nosotros hacíamos era muy distinto, y no nos basamos en hacer chistes, sino en contar historias y lo hacia distinto a los café concert que vinieron después. Y al año siguiente levanté el Hollywood (se ubicaba en Irarrázaval cerca de V. Mackenna) y montamos “Cabaret Billoux», y la forma en que me planteé un teatro fue de 600 localidades financiada por el público.

¿Cómo?
-Vendíamos una silla del teatro para siempre, le poníamos el nombre de la persona, así financié el teatro. En esa época trabajé con mi hermana (la actriz Eliana Vidiella) y mi cuñado hizo la parte arquitectónica. ¡Y funcionó y el único apoyo fue del público!, se peleaban las entradas, porque la obra era un grito de libertad, era una obra que rompía todos los esquemas.

¿Era el primer travesti que se hacía en teatro?
-Sí, y eso generó mucho impacto en un momento en que Chile vivía algo muy represivo, como un puño apretado, entonces algo se escapaba de este puño. La historia de «Cabaret…» es sobre unos artistas que son explotados por una dueña, que están hacinados y que su único fin es ser artista y expresarse, y no tienen otro lugar donde ir. Era una metáfora con lo que pasaba, aunque no es una obra panfletaria, tiene un contenido que le fascinó a la gente durante diez años de temporada en que estuvo en escena.

Estaba basada en una obra argentina
-Era una adaptación que se transformó entera en realidad, porque le agregamos personajes, dimos vuelta la historia, eso lo hizo José Pineda, y con él trabajo hasta ahora.

¿Y qué pasó en esos diez años?, porque a veces se hacen montajes paralelos a la obra principal
-Se hicieron otras obras durante esos diez años, que se intercalaban como «Fausto shock» de Jaime Silva, música de Luis Advis y coreografía de Malucha Solari, también tuvo mucho impacto, primera comedia musical en Chile ¡con 25 músicos en vivo!

Y en esos años, ¿qué buscaba a través del teatro?
-Yo siempre quise hacer cosas que salieran de lo común. Mi interés siempre fue hacer cosas nuevas, y como en Estados Unidos me preparé con lo de teatro musicales y aprendí otras cosas dije, «por que no hacerlo acá, esto es lo nuevo».

¿Quiénes se han ido incorporando en esta nueva versión de «Cabaret Bijoux»?
-Algunos actores que trabajaron conmigo en «Agosto» como Diego Casanueva, pero también Adela Calderón que participó en la obra cuando la presentamos en el Teatro Caupolicán durante 40 días seguidos.

¡¿Cómo?!
-Sí, de lunes a domingo, 40 días seguidos, y los viernes, sábados y domingos hacíamos dos funciones.

¿Siente nostalgia por esos ritmos de funciones cuando hoy es totalmente distinto?
-Los tiempos han cambiado, pero también cuando me llamaron del Caupolicán para hacer este reposicionamiento les dije déjenme leerla primero, porque han pasado 30 años desde la ultima función que se hizo, y ví que ¡está vigente, al leerla me siguió divirtiendo, emocionando, entusiasmando tanto, así es que dije «sí, por supuesto». Llevamos ensayando dos meses y medio, con búsqueda de reparto incluido, con uno que sea el ideal para mí. Es una obra popular y chilena ciento por ciento, muy vigente y muy vital. Los cabaret eran muy pintorescos, con cosas muy arraigadas en el alma del chileno, un cabaret con toda la picardía y eso sin tener que cantar cueca, es chileno.

¿Hay expectativas?
-Siempre, siempre hay ansiedad y expectativa, y ya ver algunos afiches en las calles es muy emocionante, porque es un evento hacer esta obra y para mi como artista es un desafío tremendamente grande. Pero si pienso, mi vida ha estado llena de desafíos, se ha tratado de hacer desafíos. Cuando un actor es importante para el pueblo, para la gente que vive en un país, es porque camina por la orilla, por el filo, piensan en que momento se va a caer, están pendientes desde ahí. Estoy ahí con la gente y es la gente la que me ha apoyado toda la vida.

¿Se siente un privilegiado?
-Sí, me siento un privilegiado, la gente me quiere mucho, la gente popular me quiere mucho, porque han visto que me he sacado la ñoña, porque le he dedicado la vida a una profesión que es mi pasión, y nunca he tenido un apoyo del Fondart ni de nadie más que del público. El público que me ha ido a ver y me apoyado con su aplauso, generosidad y risa.

Hay que tener mucha energía si además de levantar una carrera como artista se es emprendedor, ha levantado varios teatros y termina en el Conventillo en el barrio Bellavista, ¿cómo surge esa inquietud?
-20 años estuvo ese teatro en Bellavista, y cuando llegué allá no era el barrio Bellavista que es hoy, era el barrio de la chimba, y existía un restorán que era el Venecia y (el actor) Jaime Vadell tenía su teatro, La Feria, en Crucero Exeter (hoy, Teatro La Palabra) ¡y no había nada más!, ¡me vine a una tierra de nadie! Recuerdo que mi mamá me dijo “pero cómo te vas a Bellavista, si ahí no va nadie, no está en el centro”, y claro, no estaba en el circuito, y lo mismo pasó cuando me fui a Irarrázabal con el Teatro Hollywood que tampoco era parte del circuito…, como que siempre he estado en el off, fuera del centro, fuera de donde ha estado todo el grupo. El Conventillo era una casa vieja que se vendía y cuando me contacté y llamé, me dijeron, «se vende la casa, siempre que se compre la casa de al lado», pero no tenía la plata para las dos casas, pese a que se vendían muy baratas, ¡pero no tenía esa plata! Entonces empecé a juntar plata por aquí por allá, era en 1983.

¿Estaba con teleseries en la televisión por eso años?
-Claro, había teleseries, ya no sé cómo lo hice, pero finalmente pude comprar esa casa, me instalé y empezó a llegar la gente, mucha. Ahí hicimos obras muy importantes como «La muerte de un vendedor viajero», «¿Quién le tiene miedo a Virginia Woolf», «La tempestad»… (el teatro cierra sus puertas en 2003)

Además de Cabaret Bijoux ¿qué personaje u obra lo ha marcado más?
-El personaje que me marcó, hice un cambio tremendo de grande fue el Willy Loman de «La muerte de un vendedor», me hizo crecer mucho como actor, me dirigió Willy Semler y lo hizo muy bien, y aprendí mucho. Uno siempre aprende mucho en realidad, ahora en «Cabaret…», me pasa lo mismo, he aprendido mucho, porque ahora tengo la edad del personaje, porque cuando lo estrené tenía 40 años menos y no tenía la experiencia que hoy tengo, y el personaje tiene más que ver con este travesti viejo, con estos personajes viejos, que se están agarrando de la vida como un gato que se está agarrado frente al espejo desde donde se está cayendo, pero no cae, por las ganas que tiene de triunfar, de no caerse. Entonces el desafío es muy bonito.

Leí que en su infancia estuvo en internado, entonces pienso hasta que punto esa vida que le tocó le dio el impulso de querer hacer un teatro distinto, romper esquemas…
-Mi sensación era la de estar preso…era igual que estar preso, entonces durante tu juventud estar preso te va creando una fuerza motora e interior que cuando Sali de ahí fue como una explosión, Sali con la necesidad de asir la vida, agarrarla, y hacer todos los sueños, cumplir esos miles de sueños que uno tuvo cuando estaba preso.

Y al pasar los años, ¿lo ha logrado?
-Al pasar los años lo único que me queda es estar agradecido, tengo un agradecimiento con la vida, con la gente que me ha apoyado, ¡tanta gente que me ha apoyado! algunos con su talento, de los cuales he aprendido tanto, directores, actores, autores y la vida misma, que me ha enseñado. Es algo que no puedes catalogarlo, toda expresión de agradecimiento frente a eso es menor a lo que realmente significa para mí. Es todo.

¿Sus papás lo vieron como actor?
-Sí…

¿Pero lo iban a ver?
-Mi papá miraba desde afuera. Mis padres se separaron cuando yo era muy chico, mi papá no participaba, no…, pero curiosamente pasó algo muy raro, cuando mi papá estaba muy enfermo, estaba en la UTI, un día lo fui a ver, y tuve que ponerme mascarilla y gorra para entrar a la sala, y él me confundió con un médico y me empezó a contar de su hijo que era actor (se emociona hasta las lágrimas y la conversación se interrumpe de silencio)…se me saltaban las lágrimas como payaso, porque él estaba tan orgulloso de lo que yo había hecho. Yo siempre creí que él nunca se había interesado por lo que yo hacía…era un error.


-Mi mamá en cambio, siempre fue una hincha frenética y si hoy estuviera viva ya estaría sentada en el Caupolicán esperando la función, a ella le encantaba que sus hijos fueran actores, nos apoyó a mí y a Eliana a ultranza.

Cabaret

La obra «Cabaret Bijoux» es un melodrama adaptado por el actor y dramaturgo José Pineda basada en una obra argentina. Nos habla del mundo particular dentro de un cabaret empobrecido, con una dueña maltratadora y abusiva, con artistas que se sostienen de la ilusión de ser artistas. Ahí está Lulú, el travesti interpretado por Tomás Vidiella y que a diferencia de su estreno en 1976 en el teatro Hollywood de los hermanos Vidiella, hoy el actor tiene la misma edad que el personaje. La obra estuvo 10 años en cartelera. Se presentará los días 10, 11, 12, 18, 19, 25 y 26 de julio en el Teatro Caupolicán. Horario: viernes y sábado a las 21 horas y Domingo a las 20 horas. Luego de su temporada en el Teatro Caupolicán, “Cabaret Bijoux” parte de gira por el país, para presentarse en los casinos y en la Universidad Federico Santa María, de Valparaíso [/destacado1].

Fotografía principal: Valeria Solís T.

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