Por Valeria Solís T.

Conocimos a la periodista e inspiradora norteamericana Elizabeth Gilbert por su libro y largometraje «Comer, rezar y amar» resultaba ser una inspiradora apuesta al mostrarnos su propia transformación tras un quiebre matrimonial y las respuestas trascendentes, en otros espacios, con otras personas.
Hoy nos invita a ser testigos de una transformación un poco incómoda, sobre todo para personas que no han querido ni necesitado transitar por convencionalismos, sin embargo, uno sabe que éstos están.
No se espera de una mujer una apertura sexual masculinizada, que deambula entre uno y otro para experimentar el placer del cuerpo, no se espera la confusión y el desparpajo para no querer analizar sino sólo vivir sin permiso lo que otros están acostumbrados a hacer sin cuestionamientos. Porque es precisamente esto lo que devela su novela «Ciudad de mujeres», el camino desorientador y vacío de experimentar la superficie, porque es eso precisamente lo justo y no es territorio de mujeres. Somos testigos de las mujeres aperturadas en la libertad, la tía peg de Vivian, la protagonista, quien con puro ñeque y sueño levanta por más de 40 años un teatro que para todos estaba venido a menos y para ella era la vida; vemos también a Olive, la pareja masculina y clandestina de Peg, que la ama y administra sus impulsos creativos como cualquier hombre incondicional. Vemos a la artista protagónica de una obra, cuyo nombre es el pretexto del título del libro, y que daría los mejores dividendos al teatro de la mujer soñadora, y aunque sea una estrella connotada debe asumir las infidelidades de su marido insoluto, ella centra la mirada en su arte, como si nada más se pudiera esperar de un marido. Ella es artista y es lo importante. Sin embargo, todo esto lo sabemos por la protagonista, Vivian, quien nos lleva a una Nueva York en medio de la guerra mundial, nos lleva a las luces y no las sombras, nos lleva sin ningún interés heroico a mostrarnos las frivolidades y liviandades que podría experimentar cualquier joven en cualquier lugar del mundo. Pero se sabe, que en el fondo, lo que la autora nos quiere mostrar es la libertad, la libertad de hacer lo que a uno le da la gana y que tan claramente esa posibilidad histórica en un hombre también la puede vivir una mujer. Mucho alcohol y mucho sexo sin nombre no es ni ha sido típicamente masculino, es sólo que cuando las mujeres lo han hecho han sido febrilmente castigadas, expulsadas, castigadas. «Ciudad de mujeres». Elizabeth Gilbert. sello Suma. 506 páginas.

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