Por Cristián Sarmiento
www.cristiansarmiento.webnode.cl

Soy consciente de mis pensamientos…
Soy consciente de mi estado emocional en este exacto momento…
Soy consciente de las sensaciones en el cuerpo…
Soy consciente de los sonidos del entorno…
Soy consciente de las obligaciones y responsabilidades a corto plazo…
¡Realmente somos conscientes a cada momento!

Todo está en constante movimiento, tal como mencionó Heráclito de Efeso hace casi 2.500 a.c.: “no podemos colocar las manos dos veces en el mismo río”. Al parecer, y sin mayor discusión, la naturaleza del ser humano es el cambio constante. No somos los mismos de ayer, ni del mes anterior ni siquiera de años atrás; y si bien, mantenemos ciertos patrones de afinidad con el pasado, un cúmulo de circunstancias y situaciones han puesto en tela de juicio nuestras actitudes, creencias y valores a distintos niveles. Y, quien se esfuerza por mantener todo en una apacible quietud exterior, termina, en la mayoría de los casos, en una profunda decepción, pues ¡se vuelve a todas luces un conflicto! Debemos ser conscientes: la vida está sujeta al cambio. Por lo tanto, en función de aquello ¿Cómo atravesar las diferentes vivencias que exponen nuestra capacidad emocional al límite? Tal como aparece en el refrán que da comienzo a este artículo ¡todo cambia!, no obstante, lo único que es constante a cualquier estado es ¡Ser Consciente! Es decir, en cada momento de nuestras vidas, somos plenamente conscientes de lo que estamos viviendo, lo que ocurre es que nos identificamos en un cien por ciento con la carga emocional subyacente a un pensamiento. Tenemos miedo, seamos sinceros, porque nos basamos en una programación donde esperamos (de manera inconsciente muchas veces) que algo trágico pueda sucedernos en el próximo momento de nuestras vidas. Lo cual es imposible, ya que ni siquiera existe el llamado “próximo momento”; lo único que puede ocurrir es en el instante presente o en el proceso fisiológico de una hermosa respiración.
La consciencia o lo que es consciente en nosotros, no cambia nunca y es muy cercano a lo que conocemos como armonía, silencio o paz.
Trabajamos en el artículo del mes de Julio en la capacidad de ser consciente de cuando manejo, cuando trabajo, cuando camino, etc.., con la sencilla herramienta de realizar la afirmación ¡soy consciente de este momento! Esto, con la práctica, va sanado, paulatina y mágicamente ciertos patrones profundos de apego o asociaciones psicológica-emocional con objetos y personas, ya que traslada nuestra consciencia desde el experimentador al observador.
¡Fíjate! El observador está siempre silente, sencillamente mirando, expectante de cada acto que la vida nos regala. La única diferencia es que no confunde desapego emocional con desinterés o desidia, ya que entiende, que todo lo que está ocurriendo “es por qué tiene que ocurrir” o derechamente “es obra de la divinidad universal”. Algo similar, al concepto de aceptación, entrega o rendición, muy estudiado en distinas filosofías universales.
Intenta, por favor, ser el observador de una situación, tal como un espectador de una obra de teatro, totalmente inmerso en lo que está ocurriendo, absolutamente presente, lo más próximo a ser cien por ciento consciente. Podrías darte cuenta, que en muchos casos preferirás el silencio o un consejo desde el corazón; desde la no-competitividad, desde el anhelo por mejorar como seres humanos. Corazones compasivos abrazando a las mentes competitivas, son las invitaciones a un nuevo salto en la evolución de nuestra consciencia. Lo último, por favor no te apures, avanza tranquilo. No hay nada específico que alcanzar sino, más bien, percatarse de nuestro estado interior.

Abrir chat
Hola 👋
¿En qué podemos ayudarte?