Por Valeria Solís T.
Terapeuta energética Adaba. Escritora. Periodista UDP
Directora Mirada Maga Ediciones. IG @MiradaMaga

Sin tapujos la artista Marcela Trujillo habla de sus vulnerabilidades, de sus caminos difíciles, de la ignorancia al elegir una carrera profesional o de la gordura a la cual le hizo frente con arte y empoderamiento. Por eso no debiera extrañar que esta mujer de 45 años sea una de las principales historietistas autobiográficas de Chile, una disciplina que descubrió en Nueva York mientras alucinaba con los vinilos, las miles de galerías y propuestas artísticas, los libros, las calles, la ropa, la gente. Entró a estudiar a fines de los ’80 Licenciatura en Artes Plásticas en la Universidad de Chile, conocimiento que complementaría después en el Art Students League of New York y el School of Visual Arts.
En sus comienzos, su obra pictórica se vinculó al arte neo pop y efectivamente era reconocida principalmente como pintora de grandes formatos, pero esa propuesta y mirada que da la lentitud de crear una pintura, hoy la combina con sus libros de historietas autobiográficas (desde el 2008 comienza a dar a conocer su historieta Maliki en el semanario The Clinic), sus clases de cómics y sus impulsos literarios que podrían dar a luz en los próximos años. Ella no para de buscarse y expresarse. Y, mientras dibujaba, me contó episodios de su vida.

¿Desde el comienzo te vinculas a representar la realidad de una manera más lúdica, con elementos del cómic en tus pinturas?
-Cuando estaba estudiando no sabía nada de arte, era súper ignorante, me gustaba mucho dibujar, pero nunca había pintado. Cuando entré a la universidad había dejado de hacer dibujos, y cuando lo hacía siempre eran personas, y personas que hablaban. En general eran como viñetas de cómics. Yo venía de leer muchas historietas desde chica y también me gustaba mucho leer novelas, y también el cine, y recuerdo que el tiempo en que no dibujé fue el tiempo en que vi más películas, pero eso porque siempre me llamó la atención el relato donde se mostraran relaciones humanas. Eso fue lo que siempre me llamó la atención en el cine y en las series de televisión.

Y por qué no te acercaste al mundo audiovisual desde un comienzo?
-Porque en esa época no tenía idea de que existía algo así. Es que en esos años, el ’85, no era fácil decir «voy a estudiar audiovisual»; no existía cine como carrera, y se vinculaba a la televisión. Yo apenas me enteré que existía arte, una prima me dijo que estaba esa carrera… De hecho pensaba estudiar filosofía, porque me gustaba mucho eso y también la narrativa, la literatura. Pero semanas antes de dar la Prueba de Aptitud fui a la Escuela de Arte de la Chile para conocerla y cuando entré, estaba lleno de atriles, gente pintando, dibujando, aluciné, y definí que eso era lo que quería hacer.

Entiendo que al comienzo de tu carrera fuiste a Nueva York de paseo y después decidiste irte definitivamente, ¿qué buscabas?
-Claro, fue el año ’95 cuando fui la primera vez. Estábamos en democracia, las cosas estaban funcionando mejor en Chile, pero fui para allá y me encontré con que habían muchas cosas, habían barrios de galerías de arte, ¡muchas!, y pude ir a cientos de galerías, viendo miles de trabajos distintos, unos bonitos, otros originales, raros, jugados, y acá en Chile habían como cinco galerías, y estilos muy asustados, no sé… Allá vi arte abstracto, arte clásico, también el poder ir a tiendas de discos, cachureos, ropa, los videos, todo era como ¡wow! Y aluciné, pero no pensé que me iría para allá después. Allá conocí el cómic y el cómic autobiográfico de minas, que no había visto nunca.

¿O sea, hay un concepto concreto de cómic autobiográfico de mujeres?
-¡Sí! Me encontré con un libro que era una compilación de mujeres dibujantes, lo compré, después otro y vi que eran temas súper peludos de las mujeres, de relaciones que no funcionaban, de abuso, de lesbianismo, de abortos, era como la voz femenina, y me di cuenta que los cómics tenían sentido, y todo con humor, con dedicación, y eso para mí fue muy importante.

¿Y cómo volviste a Nueva York?
-Yo estaba haciendo un magíster en Chile, y al volver me di cuenta que era ¡tan penca! Y en ese momento me puse a pololear con un economista que se iba a ir a estudiar a Boston y yo me engrupí con que estaba enamorada y me iba a ir a Nueva York para estar cerca de él, fue como tener la justificación, porque después la relación se acabó, pero yo me quedé instalada allá con mi plan. A los dos meses tuve trabajo de niñera y me arrendé una pieza y tenía una piececita para pintar; pero mi primer plan era aprender inglés y estuve un año en eso, todos mis compañeros eran coreanos, japoneses o chinos, y ahí me metí en toda la onda oriental, que ya me gustaba, como el animé, el manga. Después me metí a una escuela de pintura, y todo lo que hacía era meter todo lo que había aprendido de ellos, todo era muy asiático.

UN LIBRO DE AUTOAYUDA
Actualmente la artista se encuentra preparando el libro“Quiero ser flaca y feliz”; un libro de autoayuda escrito por una sicóloga para bajar de peso y dibujado por ella, un texto que como creación también es propositivo, pues no se trata de ilustraciones que acompañan al texto sino que interactúan, ambas expresiones hablan. Sería publicado en abril.

¿Cómo surge involucrarte en este libro, tiene que ver con una búsqueda tuya?
-Sí, tiene que ver con un tratamiento que me hice en el grupo GOCE(grupo de obesos en control de excesos) que es una terapia grupal a la cual me metí hace un par de años atrás cuando yo estaba muy, muy gorda. Bajé 30 kilos a partir de ese tratamiento y bueno, una de las personas que encabeza este tratamiento es la sicóloga autora del libro.

¿Y ella te pide complementar el libro con tus dibujos?
-Yo le propuse escribirlo, porque yo quería hacer un libro sobre lo que me había pasado y que de hecho está en mi otro libro (Editorial 8 libros), pero que me quedé muy corta, dije muy poco de lo que realmente quería decir. Todo lo que había aprendido había sido tan enriquecedor, me había cambiado tanto la vida que necesitaba compartirlo, y sentí que con él podía ayudar a mucha gente. Tú te sanas y quienes sanar a otros.

¿Y ese cambio de switch se logró con una terapia más que con una dieta rigurosa?
-Era de todo, y claro una dieta muy rigurosa. Lo que más uno tiene que tener claro es que uno engorda porque come más de lo que necesita, ahora, ¿por qué uno come más de lo que necesita? Ése es el punto a resolver, cómo los mecanismos del cuerpo revientan cuando le das más azúcar de lo que necesita, qué pasa con las adicciones, saber que la adicción a comer funciona igual que la adicción a la cocaína o al alcohol, la adicción es una sola para el cerebro es exactamente igual si una es legal o no. Estuve un año en este tratamiento y después de eso hice un libro, y otros editores me apoyaron para este otro con la condición de que hubiera un experto en salud, en obesidad, porque no sería autobiográfico como mis anteriores publicaciones, sino que sería de salud (el libro saldrá en 2015, por editorial Planeta)

¿Y tu trabajo creativo cómo entra en el libro?
-Ella me pasa el texto y yo voy marcando las cosas que me interesa dibujar. Entonces en cada página hay un dibujo, en algunos casos es uno más pequeño que el texto, en otros casos puede haber tres páginas de cómic seguidas.

¿Es un aporte de ilustración?
-Es más que eso, porque hay mucho dibujo. En realidad es una apuesta, porque yo no he visto un libro así en Chile, además que tú lees los textos, pero los dibujos también te dicen cosas, podrías mirar el libro sin tener que leerlo.

¿Y en qué parte del libro están ahora?
-Son tres capítulos y estamos elaborando el segundo. Se inicia con el por qué hay que ser flaca, con todo el tema social; después viene el tratamiento en sí, los pasos que hay que seguir para cambiar, pero en todos los niveles, desde lo más básico (como la dieta), hasta el cambio de paradigma.

¿Y este tema de dejar de ser gorda o tener que ser flaca, antes de iniciar el tratamiento lo plasmaste en la pintura? Pensando que en tus obras hay una lógica testimonial…
-En mis trabajos de pintura nunca lo toqué; es un tema que salió en los cómics, cuando yo dejé de pintar y empecé a dibujar cómics en Nueva York, yo llegué a estar muy gorda estando allá. Y cuando decidí bajar de peso, y creo que fue la primera vez que hice una dieta sin trampa, sin pastillas y haciendo deportes, ahí me puse a dibujar. Y el dibujo fue una manera de demostrar que me sentía orgullosa del cambio y empecé a contar cosas de mi vida sin ningún tapujo, porque me sentía dueña de mi vida. Pero antes de eso no se me ocurrió dibujar, yo estaba pintando y mis pinturas eran más simbólicas, con muchas lecturas, y algunas muy lúdicas… Tenían una narración, pero no eran tan explícitas. Además las pinturas me demoro mucho en hacerlas, podría estar unos tres meses en hacer una pintura, y sus temas generalmente tenían que ver con las relaciones con mis pololos. Cuando hice la exposición en el MAVI el 2011, abordé en la pintura por primera vez un tema concreto y fue la visión de lo femenino; se llamó “ciencia ficción de lo femenino” y ése es un tema sobre la relación entre las mujeres cuando tenemos problemas, cómo nos ayudamos, la mujer poderosa, la mujer machi, la que contiene, y no la mujer sexual para el hombre. Estuve como dos años trabajando en eso, porque además incluí animación, acuarelas, dibujos y las pinturas.

¿Y eso surge en qué momento de tu vida?
-Yo ya había sido madre, me había separado, había pasado por una depresión, traté de buscar ayuda en muchos lugares y todas eran mujeres y a partir de eso nació la idea. Mi primera hija nació el 2004 y la otra el 2006, y vino un momento muy difícil tras la separación, por sentir que no había logrado lo que se esperaba, la rabia de no haber podido mantener a la familia…


– Y la pintura me sirvió para somatizar todo este rollo. Después de esa exposición decidí hacer un diario, que fue inicialmente una idea que tuvo mi sicóloga, que era experta en nutrición, y ella me sacó todo el rollo. Yo llegué pidiéndole estar en neutro, “no quiero sentir más pena ni alegría ni nada” y ella afortunadamente no me dio ni la hora con mi petición y fuimos trabajando mis temas, soltando, liberándome. Y yo le digo, ¿Y cómo lo hago? Y me dijo «tú eres artista, tienes la mitad del camino ganado, haz un cómic, haz una pintura, sácalo… Si te doy pastillas te quedas en neutro por años y después va a volver el tema y ahí no vas a entender de qué se trata tu rollo, porque la historia es vieja». Primero me enojé con ella, pero de ahí surgió el primer diario que hice: “El diario íntimo”, después elaboré otro (“El diario iluminado”), y ahí el cómic tomó un sentido terapéutico completo. Saqué todo lo que tenía adentro, sin ningún pudor: puse nombres reales y todo, y ahí apareció el tema de escribir también, me encanta escribir, y al escribir lo que pienso, lo que siento, sale también el humor.

¿No pasa lo mismo con la pintura?
-Lo que pasa con la pintura es distinto, porque son procesos mucho más lentos, uno tiene que decidir si la expone o no, no se sabe cuánta gente la ve, nadie te dice nada de la obra, después la compra alguien y se la lleva para su casa y no la veo más. Con el cómic no pasa eso: yo hago un cómic, se publica, lo leen miles de personas, no recibo nada de plata pero me comentan, me invitan a conferencias, me entrevistan… Entonces con el cómic hay energía.

Una energía cotidiana que te mantiene a otro ritmo…
-Sí y me entrega mucho; durante mucho tiempo no era plata… Ahora me entrega plata, pero antes era experiencia, viajes, comunicación con otras personas, charlas, y llegaron mis alumnos a los que les hago clases de cómic (también hace clases de pintura y acuarela en su taller)

Marcela Trujillo no deja la pintura del todo, y hoy prepara con la pausa que significa una serie en torno al mundo vegano, al respeto por la naturaleza. «Eso surgió después de la terapia, porque me di cuenta que el tema de la alimentación era fundamental para mí y empecé a ver lo que me convenía comer”, indica.

¿Y hoy eres vegana?
-Soy vegana y decidí hacer las pinturas veganas, donde tienen que aparecer animales y plantas, pero el tipo de narración es mucho más sintético que en los cómics, donde puedo decir todo y en ellos puedo hacer miles de páginas.
El cómic nos ayuda a nosotras como mujeres, y el autobiográfico para las mujeres además es terapéutico, pues nos ayuda a nosotras como dibujantes y a las lectoras con el contenido les muestra que hay salidas, y que podemos cambiar. Ahora estoy trabajando también en un proyecto que elaboraré en 2015, y mi idea esta vez es no exponerme tanto; siempre muchos me preguntaban si no me daba vergüenza contar todas mis cosas, salir tan desnuda. Y en ese momento no, pero ahora siento que tengo ganas de protegerme, porque estoy en otra etapa, porque quiero jugar a inventar, y recién voy a explorar eso.

Fotografía: Valeria Solís T.

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