Por Boris Gálvez Llantén
Director Instituto Prana Kine, Viña del Mar.
Autor de “La danza del águila: mensajes de un dietero”,
“La madre serpiente de la selva. Experiencias con Ayahuasca”

Hace pocos días visité una ruka ubicada en e lsector de villa alemana en la V región de Chile. Ansioso debido a que esperaba dicho momento hace varios años, me presentaría para ser parte de los socios de la comunidad WITRAPURAN.
Ese día me encontré con el lanzamiento del libro de un libro llamado “Dos espíritus en divergencia”, el cual habla principalmente de ser un epupillan (vocablo mapuche), que significa literalmente significa tener dos espíritus (femenino y masculino).
Dentro de la ruka, mirando un punto fijo recordé la experiencia espiritual de tener dos espíritus. ¿Qué significaba esto?…
Una de las experiencias más interesantes en la amazonía peruana fue escuchar a un curandero cantar como mujer. En la visión, el hombre medicina ya no era hombre, era mujer, algo que era “imposible” en el mundo físico.
En ese momento yo veía cómo una abuela “entraba” en el ser del curandero y cantaba una melodía sutil, como si una madre estuviera cuidando a su bebé.
Fue ahí cuando entendí que en el mundo espiritual no existen los géneros específicos.
Nuestra mente, debido a lo que nos han enseñado o “programado”, es la que cataloga si es masculino o femenino. No obstante, cuando estamos en el espíritu no existe sexo. Así, el hombre medicina puede “convertirse” y canalizar a una abuela y cantar con sonidos femeninos para sanar el pasado, abanicar el sufrimiento y trascender nuestra niñez.
Debido a esto también las plantas maestras pueden tener cualidades femeninas y masculinas. Es decir, una planta puede entregarnos su medicina masculina o femenina.
El espíritu vegetal nos enseña lo que necesitamos, es elocuente y perfecto en cuanto a sus cualidades. Así por ejemplo si necesitamos fuerza, nos puede brindar la energía de un tigre, pero si necesitamos dulzura nos canta sutilmente y nos hamaca con sus néctares como si fuera una anciana sabia.
Si las plantas son “asexuales”, el/la curander@ debe ser igual en su estado de trance medicinal; expandiéndose hacia las necesidades de sus consultantes y debe ser capaz de cambiar sus cantos para sanar aquellos pasadizos mentales y emocionales que nadie ha podido transitar ni entender.
Al momento de la canalización del “género” opuesto el/la curander@ no entra en preguntas si está bien ser hombre o mujer, no se lo cuestiona, sólo fluye con la energía que las plantas le van diciendo a través de visiones y percepciones.
Una mujer medicina puede tener la fuerza de un tronco y brindar dicha medicina en la ceremonia. Como también, un hombre medicina puede tener el amor, compasión y ternura de una mujer brindando dichas cualidades en su ceremonia…
Después de volar por unos minutos en estos pensamientos, volví a la ruka, donde estaba, sentí el aire de la noche, respiré y sonreí por estar ahí.

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