Valeria Solís T.
Escritora, Terapeuta energética Adaba, Periodista
Directora Mirada Maga

Como chilena, no me puedo abstraer de todos los cambios que hemos vivido en más de dos meses en mi país. Ha sido intenso, transformador, luces y sombras por doquier. Fantasmas, zombies, luchadores, creadores y creadoras, magos y magas por las calles nos han hecho palpitar de otra manera. A veces con ansiedad, con entusiasmo, con miedo, con valentía, con impulso, con sabiduría. Pero para cerrar este ciclo anual, quiero destacar aquellos episodios inspiradores que quedaran como símbolos del gran cambio de paradigma y que se puede replicar a nivel personal y global en cualquier sitio, en cualquier territorio o calle.
Los animales, como guardianes de poder, como recordatorio de la sabiduría ancestral han estado en primera línea. Uno de ellos el llamado «negrito matapacos» fue tapizado en las paredes, fue esculpido, estampado en géneros, banderas, algo aparentemente tan casual nos hacía recordar que nuestros compañeros animales siempre han estado ahí para apoyar a la humanidad, no para destruirla, no asustarnos, sino para hacernos recordar el respeto entre las especies.
Para muchos, las calles de Santiago tan llena de graffitis han afeado la ciudad, antes de portada de revista de papel couché. Yo veo ahí una historia viva, claro que no es lo mismo, son papeletas, son spray, pero manifiesta lo vivo, hay rabia, pero también poesía, han llanto, pero también ímpetu, fertilidad, hay suciedad, pero también colores. Si fuera por mí, dejaría todos los muros tal cual hasta que el cambio real y profundo ya haya decantado. Ver que los muros hablan desde sus verdaderos colores emotivos es un aprendizaje. No más basura bajo la alfombra.
La transformación, el caos inicial, la violencia empujó a muchos a mirarse las caras, a preguntarse el nombre, a conversar, a hacer una referencia en una fila del banco, como diciendo: lo que yo sentía también tu lo sentías. En otras palabras, ese dañino individualismo que nos estaba carcomiendo como sociedad, como colectivo, como humanidad, se resquebrajó, ya no daba para más. ¡Que absurda soledad! No se trata ahora de infantilizar la unión, ahora se trata de ser genuinos y reconocernos como parte de una comunidad, una gran tribu que vive por la luz.

Un día en meditación canalicé que el cambio se basaría en verdad y creatividad. Lo anoté y guardé hasta identificarlo en la realidad…, y hace algunos días aparece la performance de unas chicas de Valparaíso que coreaba con una asertividad maravillosa, pero también para llorar, «la culpa no era mía…el violador eres tú». Cuando lo vi por primera vez me dio un gran escalofrío, que fuerte, pensé…, !que cierto! No tardó un día y dicha expresión, desde el útero, se masificó por todo el mundo. Al verlo, lloraba de pena y de emoción, me costaba contenerme. Era verdad, todo eso era verdad, mis abusos sufridos no fueron violaciones, sino tocaciones de desconocidos, (hay perfumes de hombre que no puedo oler porque me dan ganas de vomitar), pero además lo vi, lo escuché, lo curé en otras compañeras.
No han pasado 10 días y ese grito de guerreras espirituales caló en todos los rincones, hoy nadie puede decir que no sabía, pero hay que integrar este gran aprendizaje de humanidad y respeto.
Si se fijan, en medio del caos, surge el miedo, la ansiedad, la rigidez, lo oscuro, pero también una nueva dimensión de realidad. Somos seres multidimensionales, somo espíritus encarnados para experimentar la existencia, seamos fiel a ese propósito.

L@s abrazo, Valeria

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