Por Boris Gálvez Llantén
Director Instituto Prana Kine, Viña del Mar.
Autor de “La danza del águila: mensajes de un dietero”

Todo comenzó hace 6 años en mi primer viaje que hice hacia el Amazonas peruano, espcíficamente en la comunidad de San Francisco de Yariancocha, a orillas del río Ucayali.
Una ceremonia con ayahuasca con los maestros shipibos Justina y César en Santiago de Chile fue el impulso que me hizo tomar la decisión de ir en busca de las plantas maestras junto con curanderos shipibos. En el afán de entender mis sensaciones, visiones, purgas y cantos de esa noche, tuve la oportunidad de estar durante 4 meses en el voluntariado del centro Ani Nii Shobo lodge reserve.

Ondas de la Ayahuasca

Guiado por la intención y el corazón, la vida me dio la oportunidad de poder entrar en el mundo chamánico vegetalista; un mundo repleto de misterios; jergas culturales, experiencias espirituales, y charlatanería en muchos casos, dadas por el engaño y búsqueda económica.
Pero llegué donde un maestro curandero vegetalista que llevaba más de 20 años dando medicina, con dietas extensas y con un linaje chamánico venido desde su abuelo.
Tras algunas ceremonias me di cuenta lo importante que era tener un “buen guía”, alguien que te dé confianza para mostrarle tu alma, tu corazón y tus fantasmas. ¿Estará bien desnudarnos (espiritualmente) ante “cualquier” persona, aunque se haga llamar chamán? Creo que no. Yo puedo comentar que tuve “suerte” de llegar a las manos de Justina y Roger, ambos curanderos shipibos.
Después de unas 50 ceremonias, con cuidado alimenticio, saunas, baños e ingesta de plantas menores, me di cuenta que el conocimiento y la sabiduría de los abuelos es infinito. Pude experimentar que todo lo que vemos y sabemos, viene desde los pueblos antiguos, desde los orígenes de la humanidad, desde las cosmovisiones chamánicas.
Esta consciencia es comandada por la naturaleza. Nuestro verdadero génesis como especie, nuestros indiscutibles maestros, son las plantas. Esta información, tan misteriosa y difícil de asimilar por mi ser racional y científico, me motivó a comenzar a escribir mis experiencias. Así, después de cada ceremonia iba a mi cabaña a escribir lo que había vivido.
Una noche, por ejemplo, al comenzar la mareación, veía una gran biblioteca con muchos libros antiguos. Al parecer ahí estaban los libros de los grandes saberes de la existencia. Un abuelo (tipo Lao Tsé) se acercaba a mí y me mostraba un libro vacío y me dice: ya es hora de que escribas el tuyo, las plantas así lo desean.
La «mareación» comenzaba a subir y mi racionalidad se preguntaba cómo lo iba a escribir, recordando todo lo que me costaba lenguaje en el colegio, era muy difícil. Mi mente se llenó de preguntas y miedos, ¿cómo podría escribir lo que quisieran las plantas?, ¿qué querían que yo dijera, compartiera, cómo empezaría…?. El abuelo me daba el libro, sin palabras escritas, y me dijo que las plantas me iban a dictar en su momento perfecto…Dicha experiencia fue una de las motivaciones de ir a realizar una experiencia de dieta “rígida”. Esto significaba que en este proceso debía estar aislado de las personas, comer una vez por día, y sólo ciertos alimentos, tenía que tomar plantas especificas cada noche y sólo podía conversar con el curandero o chamán.
El silencio exterior hizo que pudiera conectarme con mi voz interna, que realmente pudiera escuchar el canto de las plantas, las conversaciones con el aire, con el agua, era una presencia pura y única. Fue así como en sueños y meditaciones las plantas me conversaban de la existencia. Poco a poco fui anotando dichas sensaciones y percepciones. Llenaba cuadernos de símbolos, posturas, reflexiones, metáforas, etc. Me sentía como una planta, era parte de sus mundos y, sin embargo, iba entendiendo mi existencia, mis visiones, mis pensamientos.
Después de unas 50 tomas de ayahuasca y de hacer dos meses de dieta, una noche las plantas me mostraron lo que tenía que hacer. Lo que me había comentado el abuelo, en dicha visión, era verdad, ¡era cierto!, la propia consciencia vegetal era la que se expresaba ante mí y me daba la oportunidad de compartir experiencias, las cuales podrían conectar y hacer sentido en un otro, y poder materializar una verdadera sinapsis comunicacional. Dicha sinapsis podría transformar la forma en que estamos viviendo en los actuales tiempos; podría generar una esperanza para la humanidad e incluso, llegar a nuestros orígenes como especie.
Pero una de las primeras cosas que sentí fue mi mente, que me decía que yo no podía realizarlo. Pero me di cuenta que ¡todos(as) tenemos la misión de escribir un libro en el cosmos! Algunos podrán decir que se trata de algo que ya está escrito y que sólo estamos recordando. Da igual, sea como sea mentalmente, ese libro lo tendremos que exponer cuando estemos frente a la Fuente creadora en ese minuto en que dejemos la vida física.
Esa experiencia me llevó a escribir mi segundo libro: LA MADRE SERPIENTE DE LA SELVA: EXPERIENCIAS CON LA AYAHUASCA, que pronto saldrá a la luz pública.
Mi experiencia con la serpiente, como símbolo alquímico, me hizo darme cuenta de la trascendencia que tiene el mundo vegetal en nuestras vidas, y cómo el mundo de los curanderos vegetalistas sigue rezando dicho camino.
En este libro trato de mostrar lo que viví en 4 meses con los curanderos shipibos en la amazonia peruana. Y, después de 6 años, tengo el coraje de llevarlo a la luz y a los que quieran comenzar a introducirse al mundo chamánico vegetalista.
Doy las gracias por poder compartir una experiencia que todos recordaremos en algún minuto…

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