Por Valeria Solís T.
Directora Mirada Maga

L@s invitamos a leer la segunda parte de la entrevista publicada en el número anterior de Mirada Maga a la montañista chilena Lucía Rojas: http://miradamaga.cl/lucia-rojas-respirar-la-cumbre-y-sentirse-libre/
No llegar al Aconcagua era para este grupo de mujeres, en el que la montañista chilena Lucía Rojas era parte, cerrar las puertas al resto de las mujeres, “antes subieron mujeres, pero dentro de un grupo de hombres, una sola mujer con un grupo de hombres, pero sólo un grupo sólo de mujeres era algo distinto”. Lucía tenía 27 años, la mayor, era Julia de 37 y Narda era la menor con 26.

¿Qué reflexiones surgieron al llegar a Santiago?
-Fue muy extraño porque nos trataron como héroes, no sólo habíamos hecho un sueño personal… Nos esperaba la prensa, fue muy impresionante, mientras yo esperaba a mi hermano que nos fuera a buscar, aparecían estos flashes de la prensa.

¿Qué ocurrió luego?, entiendo que hicieron una expedición con mujeres latinoamericanas.
-Primero con este mismo grupo de mujeres hicimos una expedición a la Antártica, éramos las primeras mujeres. Eso fue el 84, y tuvo algo de político, porque en 1987 se revisaba el tratado antártico mundial. La Antártica es tierra de nadie, porque había un tratado que se hizo en 1887 y terminaba en 1987 que se revisaría y se establecía que sería reserva de la diósfera. Entonces que solo hubiera militares allá no implicaba soberanía, tenían que haber mujeres. Cuando fuimos, también fueron las primeras familias chilenas que se iban a instalar allá a vivir, lo ideal era que naciera una guagua. En ese momento Nosotras no sabíamos todo lo que implicaba, a nosotras sólo nos dijeron que si queríamos ir a una expedición a la Antártica ¡y nosotras estábamos felices con el nuevo desafío! El apoyo fue logístico, porque para llegar hasta allá era con aviones de la Fach.

¿ Cuál era la idea, las dejaban en un punto y después ustedes veían?, es difícil imaginarlo…
-Llegábamos a la base O´Higgins y de ahí caminaríamos 300 kilómetros hasta llegar a una base inglesa abandonada, que no recuerdo su nombre. Y luego regresar. Eso implicaba 10 días caminar y sólo ver blanco, blanco y blanco y nada más.
¿Cómo fue esa expedición?
-Pasé un susto muy grande, sólo fuimos las cinco que llegamos a la cumbre del Aconcagua, teníamos que atravesar de aquí a otro cerro con forma de flecha, íbamos encordadas, una amarrada a la otra, yo iba con una sonda y de repente la sonda desapareció. Había una grieta, pero no era como las que uno conoce, porque era como una caverna. Como si abajo no hubiera nada, ¡no se veía el fondo y la grieta no tenía murallas! Fue mucho, mucho el susto. Primero calculamos que nos demorarías unas cuatro horas en atravesar esa grieta y al final nos demoramos 12 horas para atravesar ese pedacito, teníamos que lograr rodear ese espacio sin que nadie cayera. Nosotras somos muy habladoras, pero en ese viaje, cuando nos tocaba devolvernos nadie hablaba, sólo silencio.

Pero tú me dices 12 horas concentradas para que nadie vaya a caer, ¿y en esas 12 horas uno no come, no va al baño?
-¡Claro! Es que estás tan concentrada, con tanto miedo y ganas de llegar al otro lado que no piensas en otra cosa.

¿Cuántos grados bajo cero había?
-No recuerdo, pero sí nos ocurría que cuando hacíamos pipi, no alcanzaba a llegar al suelo porque se congelaba.

Cuando hablabas de la cumbre del Aconcagua me decías que era como un frente a frente con la naturaleza, ¿pero acá lo sentías igual?
-Fue muy diferente, es un silencio increíble, cuando llegabas a los refugios más cercanos a la costa antártica, veías moluscos chicos, nada más, el silencio era muy fuerte. Ese trayecto que hicimos se solía hacer en barco, por fuera, así es que era una aventura cien por ciento, le pusimos nombres a los cerros que íbamos encontrando, pero no sé si alguien habrá visto esos papelitos en los últimos 40 años.

La prensa de esos años

Cuando llegaron al refugio inglés, ¿qué pasó?
-Estábamos muy calladas, había miedo, teníamos miedo de la vuelta, ¡en que lío nos metimos! En el refugio encontramos un cementerio de lobos marinos, no encontramos muchas cosas la verdad. A diferencia de la base O´Higgins donde vimos orcas, pingüinos, a donde llegamos era muy solo. En total fueron como 30 días de trayecto.

¿Cómo eran las noches?
-Dormíamos sobre el hielo, pero ya estábamos acostumbradas, porque lo haces en los cerros de acá. Pero no había noche, en esa latitud en enero no oscurece, los últimos días vimos un poquito de sombra como a las 2 de la mañana, pero un poco. Fue una experiencia increíble, algo único. Me hubiera gustado volver a vivirlo. Era como estar en otro planeta, porque estábamos solas, no era como en el Aconcagua que una se topaba con otras expediciones. Éramos sólo nosotras cinco.

¿Después hubo otro grupo de personas que hizo ese mismo recorrido?
-No.

Tras estas inolvidables experiencias, Lucía fue parte de otras pioneras expediciones de mujeres en Bolivia, en Argentina, en Ecuador, en Perú, Venezuela la idea era subir el cerro más alto de cada país latinoamericano. Si mira hacia atrás lo más valioso que reconoce es la unión entre las compañeras de ruta, ¿quién puede entender cuando tocamos tierra después del susto que tuvimos en el hielo de la Antártica, o tener ganas de llorar cuando logramos la cumbre? Uno lo que más valora es la vida, es sentirse viva.
Lucía se casó con otro escalador, y en febrero de 1990 nació su hijo y se detuvo un tiempo, luego nació su hija, su marido se transformó en guía de montaña y luego aplicó sus conocimientos en la minería acompañando a los geólogos. Juntos armaron una agencia de turismo-aventura en Pucón, en esos años eran solo dos agencias, luego se fueron a Canadá y volvió en 1994. Por una alergia al sol, no pudo exponerse más al aire como estaba acostumbrada, decidió instalar una tienda de montaña y adaptarse a un nuevo estilo de vida.
«Reconozco que quedó un vacío en mí, yo quería subir al Himalaya, pero hace 3 años fui con un grupo y llegamos a la base, eran 5.600 mil metros, no eran los 8 mil metros en vertical, pero hicimos un trekking que duró 12 días. Lo increíble es que días después me contactó una periodista argentina, quería ubicarme porque se encontró con una mujer que le dijo: «lo que tú piensas que lo has hecho por primera vez, fue hecho hace 30 años atrás”, fue una de las compañeras, quería juntarnos al grupo latinoamericano y así lo hizo el año pasado en Colombia».

Si miras en retrospectiva, ¿qué te queda y que sabes que nadie te podrá quitar? 
-El ser yo, ser una misma.

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