Inquieta a rabiar, su risa se despliega con cada anécdota, aunque sea irónicamente dolorosa. Es conocida como actriz, pero desde siempre escribió y se rodeó de libros, y hace pocos años tomó ella misma la cámara y se puso a dirigir su propia película-documental. Nació en una familia acomodada llena de secretos, y no dudó en seguir una carrera artística aunque le dijeran que no era lo correcto.
Vivió a concho su vida universitaria y se enamoró sin tapujos. Se llenó de libros y de historias. Fue detenida en 1974, lloró, pataleó, le cambiaron los ojos. Siguió el aroma de los intentos y se fue de Chile. Daban ganas de abrazarla, se separó, tuvo frío y pasó hambre. No era artista en Europa. Regresó a Chile en 1983, encontró un lugar en televisión, pero muchos la conocieron con la premiada cinta «La Frontera». Luego vino la televisión, más cine, algunos silencios y hoy, aparece con su documental sobre Sergio Buschmann, el actor que mientras aparecía en las teleseries de canal 13 planeaba el desembarco de Carrizal Bajo. Gloria Laso quiso ser actriz, pero es una artista.

El año 2009 tu lanzas un libro autobiográfico, ¿cómo surge la necesidad de ese libro?
-Fue por un tema absolutamente económico, porque lo había enviado a un concurso del diario El Mercurio sobre biografías y pensé que me lo podían premiar, ¡y yo hablando del golpe! (risas) y bueno, como soy obsesiva, me senté y escribí durante dos semanas sin parar y lo envié. No gané y después, cuando fui a buscar el manuscrito, me encontré con unos amigos que no veía hace como 20 años, los dueños de Pehuén (Editorial) y mi amiga me preguntó qué andaba trayendo… Era el manuscrito, y me lo pidió para leerlo. Era un viernes y el lunes me llama para decirme que me lo quieren publicar.

Si bien dices que lo escribiste de una, hay una recopilación, hay como un trabajo de ancestrología, es la historia de una artista y está la historia de Chile…
-Bueno, ésa era la idea. Mi intención era que a través de mi experiencia y de los cuentos que yo me acordaba que contaban mis abuelos, que murieron muy viejos, estaba la historia de Chile, empecé a cachar que los primeros cuentos eran sobre la revolución del ’81, y se quedaron historias afuera, como que mi bisabuelo fue socio de Arturo Prat.

¿Socios?
-Porque mi bisabuelo era ingeniero y Prat era abogado ¡y eran muy buenos amigos! Y me di cuenta que en mi cabeza tenía todas estas historias, y que en el fondo era la historia de la familia chilena, porque en mayor o menor medida, en todas hay locos o tipos que se perdieron, o hay excéntricos. Yo creo que en mi familia había un estilo de personajes que se repetían en muchas otras.

¿Pero antes escribías?
-Sí, siempre escribí, y me han dicho cosas tan simpáticas como que porqué no me dedico a escribir porque lo hago mejor que siendo actriz (ríe) Mi papá escribía poemas, mi mamá escribía cuentos infantiles que nos contaba cuando chica; mi tía Gabriela Lezaeta se ganó miles de premios por sus libros, y mi abuelo Olegario Laso escribía; mi abuela también escribió dos libros de Napoléon y uno de María Antonieta, donde demostraba que era una pobre víctima de todos estos hombres (risas) Entonces el escribir para mí fue siempre muy natural y se me dio muy fácil, pero como que te pilla la máquina como para sentarte a escribir. Tengo otras cosas escritas, pero no me he encontrado con otro amigo que me quiera imprimir (risas)

En el libro relatas también lo que significó decidir ser actriz con un padre que era militar…
-Era como ser prostituta igual, y bueno eso nació porque yo vivía en Viña y tenía un amigo que su papá era como el dueño del Teatro Municipal, y entrábamos a ver los espectáculos, mostraron «La Pérgola de las Flores», después vi una comedia musical que se llamaba «17», y pensé: ¡esto es lo que quiero hacer en la vida! Desde siempre tenía una imagen de que uno en una vida podía vivir muchas vidas, porque en el fondo cada personaje que tu haces es como una vida distinta y es la posibilidad de ver el mundo desde otra ventana.

Por lo tanto, sin miedo al cambio…
-Y no sólo eso, sino que con una perspectiva que te va enanchando el mate, y bueno un día abro el diario y leo: abiertas las postulaciones a teatro en la Católica. Y dije me voy a presentar, y quedé por milagro. Entramos 36, los profes te decían cosas como que yo era “una niña bien que venía a adquirir personalidad, le doy 2 meses” y al final egresamos sólo dos personas: yo, que era hija de militar, y la Coca Rudolphy que era hija de almirante (risas), porque teníamos una escuela mucho peor que la que nos hizo el profesor de actuación.

¿En esos años te vinculaste políticamente?
-Yo era del FTR, (Frente de Trabajadores Revolucionarios), pero éramos todos, no me metí a un partido político. Era parte del ambiente, creo que todos veníamos alucinando con Mayo del ’68, la minifalda, los hippies, California… De hecho muchos amigos míos se fueron para allá a vivir. Éramos muy hijos de nuestro tiempo y los cambios que se sucedieron en Chile en esa época eran tan brutales, que creo que había que ser muy momio y muy fome para no enganchar. Además estudiando teatro era muy difícil no enganchar, nosotros íbamos a las poblaciones, trabajábamos con el Departamento de Extensión de la Católica, hacíamos un trabajo de educación popular, le enseñábamos a través del teatro desde limpiar las guaguas hasta hacer las mamaderas;  los asesorábamos. Teníamos un grupo de teatro que participó en el Festival de Teatro de Trabajadores y Obreros de la Católica, que lo ganó Víctor Jara. Fue la primera vez que vi a trabajadores y estudiantes ¡trabajando de verdad en conjunto! El nivel de entusiasmo por ayudar, sentirte parte de una sociedad que estaba cambiando para ser un país más justo ¡era alucinante para nosotros! Yo me casé en ese tiempo (con el director Raúl Osorio) y nos gastábamos todo el sueldo en libros, a nadie se le ocurría ir a comprar un auto.

¿Y en qué momento te pilla septiembre del ’73?
-Ya había terminado la carrera, en mi familia había una situación un poco espantosa, ya veníamos saliendo, mis papás se habían separado, a mi mamá le dio cáncer, a mi hermana tuberculosis, yo también me enfermé; me había separado en enero de Raúl, me había casado a los 19 años convencida que era para toda la vida, entonces el Golpe me pilló muy volando bajo. Hacía poco tenía una nueva pareja, Simón Morales, yo estaba mal de salud y recuperándome de lo que había pasado en la familia. Estaba con Simón el día del Golpe y me dijo, “mi mamá está sola en la casa” agarró la bicicleta y se fue, y yo me quedé sola en la casa (ríe) Después me fui a vivir con él y como al año me tomaron presa y me fui de Chile con él.

¿Estuviste en 4 álamos?
-Sí, y en José Domingo Cañas. Con Simón alcanzamos a vivir casi un año, recuerdo que nevó ese año y fuimos de los más felices durante ese tiempo juntos y, nada, llegaron estos jóvenes durante un toque de queda y ahí se acabó todo.

¿Primero te vas a España?
-Sí, porque estaba la mamá de Simón allá, ella era actriz. Y estuvimos un mes porque ¡era peor que Chile! Todos eran delatores, y todos se odiaban con todos, y yo dije «o sea, salir de una dictadura para caer en otra no tiene sentido», así es que nos fuimos a París. Hicimos un viaje muy divertido porque fuimos donde estaban todos los primos exiliados de él y recorrimos toda Europa. Vivimos un rato en París y… Nada, en París se separó todo el mundo. La carga de pena, de rabia y de nostalgia fue mucho, además empecé a trabajar de babysitter.

Es que me imagino lo complejo que resultó, porque ni siquiera tenías una salida para ser actriz…
-No, ninguna posibilidad ni de nada. En el fondo era el desamparo más brutal. Yo me decía:  «yo iba a ser actriz y ahora voy a ser una empleada cuidando tres niños y viviendo en un noveno piso sin ascensor». París sin plata es muy sórdido. Estuve casi dos años allá y me fui a España de nuevo.

¿Por qué?
-Yo iba para allá a veranear donde la Eliana (Vidal), en Andalucía, y me vio pésimo en París y me dijo que me fuera a vivir con ella a España. Viví con ella como dos o tres años y ahí conocí a Patricio Guzmán (Director y documentalista) y juntos nos fuimos a Cuba después, luego volvimos y bueno, viví hartos años con él.

¿Estando con él, empezaste a retomar tu carrera como actriz?
-No, tampoco, porque yo trabajaba en la Cruz Roja con un equipo de siquiatras donde aprendí mucho, pero Patricio encontraba que era mucho mejor que yo trabajara para él, y lo ayudé. En esos años él estaba en el top con “La batalla de Chile”, entonces montamos la tercera parte y lo acompañé en ese proceso con Pedro Chaskel también, y bueno todos los festivales que vinieron y la difusión del documental en esos años que fue bien importante; trabajé más bien en distribución y relaciones públicas.

En esos años tuviste una relación muy bonita con Geraldine Chaplin…
-Eso fue cuando me separé de Patricio (tras un conflicto por la creación y producción de la película “La rosa de los vientos”) y me mandaron en un avión como un paquete desde Venezuela a España, les faltó pegarme una estampilla en la cabeza. Llegué a Madrid sin ni un peso y le pedí a un señor que me diera plata para llamar por teléfono, y llamé a Geraldine y Patricio, que eran mis amigos y les digo que estoy en el aeropuerto sin nada. Y me dijeron vente para acá.

¿Tan brutal fue la separación con Patricio Guzmán?
-Sí, fue brutal (silencio)… De hecho nunca más volví a pisar mi casa, no saqué ni mi ropa.

¿Y actualmente se hablan?
-Sí, me pidió perdón 12 años después. Cuando hice “La Frontera” fui a España y él llegó y me pidió perdón. Como yo no soy tan rencorosa, hoy somos bien amigos.

Y bueno, llegas a España y te recibe Geraldin Chaplin…
-Fue muy bonito, porque cuando entro a la casa, tenían todo lleno de papel confort donde decía “Welcome home Gloria”. Me quedé dos años viviendo con ellos. Todo el mundo se ríe, porque yo decía: “acostumbrarse a ser pobre te puede costar toda la vida, pero acostumbrarte a ser rico, te demoras un día” (risas) Al otro día yo era millonaria, viajaba en primera clase, andaba en Rolls Royce, íbamos a visitar a su mamá que vivía en Suiza por el fin de semana, y llegábamos a su casa maravillosa, que era como una película, en la casa se hablaba inglés y francés. Era muy entretenido, Geraldine hizo un trabajo en la BBC con Alan Resnais y fuimos, la BBC nos arrendó una casa en el corazón de Londres.

¿Y el marido era de Cuba?
-Nooo, ¡el Pato Castilla era chileno! Y yo lo conocía desde chica.

¿Y cuando regresas a Chile?
-Como a los dos años (1983) de vivir con ellos, les digo que ya era hora de volver a Chile y los dos saltaban, lo estoy viendo, y decían: “¡qué vas a ir a hacer a ese hoyo!”. Me mandaron con un boleto de ida y vuelta. Yo sabía que no iba a volver, claro, 10 años después fui de visita, pero no volví a España… Hija del rigor, me quedé acá y pasé a ser pobre, primero viví en la casa de una amiga y después donde mi abuelo, quien no me dio llaves de la casa, porque yo era solo una niña (risas)… Pasé por muchas etapas.

¿Y encontraste trabajo acá?
-Fui a canal 7 donde estaba la Sonia Fuchs (productora de televisión), quien se portó extraordinariamente bien, porque me dio trabajo cuando la lista negra era como la guía de teléfonos.

Y años después viene “La frontera”
-Sí, estaba grabando una teleserie, ni me acuerdo cuál, pero sí me acuerdo que Cristián Campos le decía al director que me fuera no más al sur, que iba a ser bueno para mí. Y me fui a hacer “La Frontera”(dirigida por Ricardo Larraín) y, efectivamente fue una frontera en mi vida… Ese año se murió mi mamá, exactamente en el momento en que me iba por primera vez regio en mi vida (ríe); el día que me dieron el Oso de Berlín me llaman de Chile para decirme que la desahuciaron y que le quedaban tres meses de vida, entonces, yo estaba allá haciendo entrevistas, iba para todos lados y todo el mundo me decía “¡estás feliz!” y yo lloraba y lloraba, fue bien impresionante, lloré mucho, y mucho tiempo.

Gloria y después ¿que pasó?
-Fue raro, porque todos me felicitaron y no tuve trabajo por harto rato. Siete años después tuve un papel en “Be Happy” (protagonizado por Manuela Martelli y dirigida por Gonzalo Justiniano), seguí haciendo teleseries muy piolas, hice teatro un tiempo.

“BUSCHMANN, COMUNISTA CON EL FAVOR DE DIOS”
¿Y cuándo decides cambiar tu rol y hacerte cargo de la cámara como directora de cine?
-El año 2009 estaba sin pega, y tenía la beca Valech, que no se puede heredar más que a hijos y nietos, nadie pensó en sobrinos, entonces se iba a perder. Decidí hacer una licenciatura en cine, pero al segundo año asumió Lavín (Ministerio de Educación) y me quitaron la beca, pero la universidad Academia de Humanismo Cristiano, que antes era la Escuela de Cine de Chile, me siguió pagando hasta que me titulé. No creo que haya sido un tema contra mí particularmente, sino como una política de ir eliminando estas becas.

Y haces este documental sobre Sergio Buschmann…
-Claro, fue mi tesis y le pedí ayuda a un amigo que tiene una productora y él me recomendó a Juan Pablo Cofré que hace cámara y quería aprender a editar, y al final quedamos secos para editar los dos.

¿Y por qué Buschmann?
-Yo tenía la idea de que fuera algo muy controlable, sin plata y con pocos equipos, ni con archivos tampoco; algo de lo que aprendí de cine con Patricio (Guzmán) fue que decía “donde haya un personaje interesante puede nacer una película”. Entonces busqué eso y un día en una votación del Sindicato de Actores veo con su bastón caminando lentamente a Buschmann y le pido esto, y tuvo la mejor disposición del mundo, porque además era una persona llena de vida, y además anda a decirle a un actor que quieres hacer una película de él (risas) estaba feliz.

El documental es entrañable
-¿No es cierto? Yo también lo encontré entrañable.

Se caen prejuicios…
-Claro ¡el terrorista! Lo que a mí me gusta es que el documental no tiene la ambición de hacer un análisis político, por eso tampoco quise imágenes de archivo ni otra gente opinante. Traté de hacer la película en tres planos: él, como ser humano, su esencia, lo que él era. Es la historia de un ser humano que le tocó vivir en cierto momento de la historia y él asumió su historia. Hay además dos historias detrás, la historia de amor con su mujer, quien nunca habla y que lo hice a propósito, y también tratar de simbolizar a Chile, con Valparaíso y con las banderas. La película parte con la bandera enorme y termina con una banderita en el cementerio hecha mierda. Es un Valparaíso desde la casa de él, no es el Valparaíso turístico, es el Chile que todos vivimos, el modesto; el Chile para la mayoría de los chilenos que es subir y bajar escaleras con la banderita a cuestas. Todas esas cosas están un poco en el documental.

¿El alcanzó a ver el documental antes de fallecer?

-Fue súper loco porque le iban a hacer una operación al corazón que era complicada, y me encontré con Fernando Sáez (director de la Fundación Neruda) en el metro y le pedí si podía prestarme la casa “La Chascona” para un estreno con él; y un día de enero del 2014 (dos meses antes de morir) hicimos la proyección. A las cuatro de la tarde Buschmann me llama y me dice: “ya llegamos, estamos sentados en un banquito al frente de la puerta”, estaba con su señora y la nieta de ella, y yo le digo: “¡son las cuatro, y la proyección es a las nueve de la noche!”, y él me dice “no importa, esperamos” y también me dice «si necesitas que vaya a Copiapó o a Puerto Montt yo tomo una micro y voy no más», ¡y él apenas caminaba! Resultó muy bonito todo, invitamos a los amigos. Terminó la película y la gente se paró y lo aplaudieron, lo aplaudieron, lo aplaudieron, y él se paró y estaba tan, ¡pero tan feliz! Era primera vez en su vida que alguien le hacía un reconocimiento.

¿Qué planeas hacer con la película?
-Me llamaron de Chiloé, de Valdivia, en Quilpué, no sé como que se empieza a expandir sola, me ha escrito mucha gente tanto para querer comprarla o verla, hasta desde Canadá. Eso ha sido bonito, porque en el fondo se trata de la cosa entrañable de los héroes olvidados. Tanta gente que entregó la vida, unos muertos, asesinados, ajusticiados, detenidos desaparecidos, todos los que pelearon y todo se quedó en el olvido. Hay mucho material escrito, pero no es lo mismo leerlo que verlo.

Fotografías: Gentileza de la entrevistada.

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