Por Valeria Solís T.
Directora Mirada Maga. Ediciones IG @MiradaMaga

Los acordes de violines interpretados por niños se mezclan con el inconfundible sonido de la quena, los cellos, tambores y un piano se transforman en un telón musical para lo que vendrá: un coro de hombres, la voz lírica de Annie Murath y un relato poético y conmovedor en la voz de Danae Smith. Es la sinfonía «Los Tres tiempos de América», una inspiradora obra de uno de los grandes maestros de la música chilena, el que se atrevió a unir la tradición docta con la popular, con la folclórica, y acercó el relato histórico a la gente de una manera natural, no sacra ni distante: Luis Advis.

«Una primera novedad fue la introducción del cello y del contrabajo, cuestión que para mí es lo más natural, de perogrullo. No es un recurso «culto», está en la música popular. Lo que pasa es que yo mezclé una guitarra con un contrabajo del porte de cinco guitarras, pero la verdad es que era necesario. La otra cosa que hice fue utilizar elementos polifónicos, lo que responde a mis necesidades creativas, no es que yo haya teorizado sobre la necesidad de hacer polifonía con una cosa folklórica. Antes que nada, yo no soy folklorista. Yo simplemente hice una melodía sin ninguna teorización previa», explicaba Advis en una entrevista sobre el sello de su composición y que lo volvió más conocido popularmente.

Diez años después de su muerte, se presenta dicho montaje (hasta el 13 de diciembre) en el Teatro Antonio Varas. Inicialmente, esta sinfonía fue grabada y estrenada en España el año 1988 e interpretada por Quilapayún, y la voz femenina a cargo de Paloma San Basilio. Ésta vez, con una gran maestría, la puesta en escena estuvo a cargo del Taller Popular Merkén, quien aunó fuerzas y reunió a alumnos y profesores del Taller además de integrantes de la Orquesta infantil y juvenil de Pedro Aguirre Cerda. El resultado, un espéctaculo profesional y conmovedor.

En 2004, en Valparaíso, la sinfonía Los tres tiempos para América fue montada por el Ensamble TRANSIENTE y la Orquesta Filarmónica de la Quinta Región bajo la dirección de Boris Alvarado en el Teatro Municipal de Viña del Mar. Tiempo después, en Santiago, fue montada en la Sala Isidora Zegers bajo la dirección de Carlos Valenzuela y la participación de Merkén. Era septiembre de 2009. Merkén se propuso ambiciosamente llevar a escena las principales obras de Luis Advis. Si hacían la primera, ¿por qué no hacer las tres?: La Cantata Santa María de Iquique (2012), al año siguiente Canto para una Semilla, para concluir este año con  la sinfonía Los Tres tiempos de América.

En una entrevista que dio Luis Advis en España, en 1989, habló de la verdadera gesta creativa para llevar a cabo esta sinfonía: «Fue bastante largo el proceso cuando la cosa empezó, recuerdo que estaba en el restaurante Chez Henry, en Santiago, el 18 de septiembre del ’70, con un amigo que se llama Julio Rojas -coautor de la letra del «Canto al Programa»- y empecé a imaginarme a una persona que se perdía. Allende recién había salido, todavía no tomaba el mando, y yo escribí la frase «¿Dónde está el que yo quiero, dónde está?». No sé exactamente cuál fue la motivación de esa frase, pero llegué a mi casa y al día siguiente me puse al piano e hice la melodía de aquella canción que ahora constituye una parte importante de la Sinfonía». 

En efecto, esa canción es una de las más emblemáticas de la obra musical y curiosamente, pareciera evocar precisamente el periodo posterior al gobierno de Allende, lo vivido en el periodo de la dictadura militar.

¿Dónde está la que quise, dónde está?; ¿Dónde están nuestro hijos; ¿Dónde están los que amamos?

Después de esa composición, Advis tuvo la necesidad de unirlo con sus sentimientos hacia América; pese a que no conocía su geografía, sí sabía de su historia, así es que al año siguiente continuó escribiendo canciones, pero el proyecto aún no concluía.

«Lo central es mi amor a América, el amor por un continente. Ella expresa lo que siento por el hombre de este Continente, mi apego por él; y cuando yo hablo de «Dulce Patria», que está tomado de nuestro himno nacional, estoy en realidad hablando de una patria mayor, que es América». 

El esquema de la Sinfonía contemplaba originalmente un final distinto al que posteriormente tuvo; completó entonces una de las canciones que lo obsesionaba y que cierra la obra musical, «Cuando el coyote y el huemul»: «Cuando terminé este trozo final, con el coro de abajo, que ya existía, -todo eso de «quiero tu tierra tranquila»- me di cuenta que tenía una obra casi entera», explicaba el músico.

Y según relata el artista, pasó un tiempo importante donde centró su energía en otras obras, mientras musicalizaba unas cuarenta obras de teatro, la sinfonía seguía macerándose en un cajón.

«Un día, paseando por la pampa argentina en algún autobús, por allá por San Luis o Mendoza, no recuerdo ya, le empecé a preguntar a un cabro joven qué sabía de los signos del zodíaco y no sé por qué se me ocurrió a mí que podía hacer una canción».

La Sinfonía finalmente se compone de relatos, canciones y espacios instrumentales, y fue estrenada 17 años después.

1. Preludio instrumental
2. Relato I
3. Ya mi tierra ha nacido
4. Relato II
5. Aparece el mestizo
6. Relato III
7. América tiene amores
8. Relato IV
9. Interludio instrumental I
10. Hombre de América
11. Un hombre desterrado
12. ¿Dónde está el que yo quiero?
13. Interludio instrumental II
14. Quiero tu tierra tranquila
15. Relato con fondo musical
16. Cuando el coyote y el huemul

El antes del antes

«El compromiso con Santa María de Iquique se da por ser yo iquiqueño, eso es fundamental para poder entenderlo. Son visiones mías, que no siempre tienen que ver con los conflictos de los obreros; mi visión de ellos es bastante poco vivida, porque yo pertenezco en el Norte a una familia más bien burguesa. Son visiones mías, como las que tengo del exilio o de los desaparecidos, que soy capaz de vivenciar aunque yo no haya sido nunca exiliado ni tenga a nadie desaparecido».

Luis Advis Vitaglich nació en Iquique (1935-2004) y curiosamente nunca tuvo estudios formales en música, sino que se tituló como licenciado en Filosofía en la Universidad de Chile, ejerciendo como docente en diversas universidades. Llegó a la música con clases particulares, y fue discípulo de Gustavo Becerra. Si bien desde el comienzo tuvo inclinación por la música docta, su estilo fue unir elementos de aquella con la música popular, generando un estilo preciso e identificable.

Entre sus obras cumbres está la «Cantata Santa María de Iquique» interpretada por el emblemático grupo Quilapayún, que se transforma en una de las obras más emblemáticas del movimiento musical Nueva Canción Chilena. Posteriormente nacería «Canto para una semilla», compuesta con poemas de Violeta Parra y finalmente la Sinfonía «Los tres tiempos de América», estrenada por gestión del gobierno de Extremadura en España. La comisión del mismo gobierno le encargaría una obra para la celebración de los 500 años del descubrimiento de América, la que fue estrenada en 1993 con el nombre de «Cantata Murales Extremeños».

Pero Luis Advis, quien fuera el primer Presidente de la sociedad del derecho de autor (SCD) realizó decenas de piezas para teatro, cine y televisión, entre los que destacan el soundtrack de «Julio comienza en julio» y «Coronación» (ambas dirigidas por el cineasta chileno Silvio Caiozzi). En teatro fue compositor y autor de cerca de 90 montajes, trabajó con Tomás Vidiella y Lucho Córdova; y también bajo la dirección de Eugenio Guzmán, Pedro Orthous, Domingo Tessier, Teodoro Lowey, Eugenio Dittborn, Fernando González, Gustavo Meza, Ramón Griffero, Andrés Pérez y Jaime Silva. En 1979 publicó el libro «Displacer y trascendencia en el arte» (editorial Universitaria), texto al que se sumaron artículos especializados en estética.

El año ’86 mi madre se enferma, y en una visita que le hago le pido a la enfermera, por pura curiosidad, que me tome la presión; resultó que la tenía altísima y que yo debía estar con un ataque al cerebro o con un infarto, o qué sé yo. Me hicieron más exámenes y me encontraron algo al pulmón; podía ser cáncer, me dijeron, y mi propio hermano Pedro, que es médico, me dijo que me quedaban cinco o seis meses de vida. Entonces me dije ¿qué hago, qué hago en estos cinco a seis meses?, y así fue como tomé la decisión de terminar la obra (Los tres tiempos de América), cosa que hice trabajando los meses de octubre, noviembre y diciembre, completé todos los relatos y la partitura, y en el mes de enero siguiente mandé toda la documentación al Quilapayún, a París. 

DÓNDE ESTÁ EL QUE YO QUIERO (extracto)

¿Dónde está el que yo quiero, dónde está?
Se me fue por las calles, se alejó,
lo cercaron los perros de metal
y en zarzales oscuros se enredó.
Con sus manos abiertas,
su mirada sencilla,

con su frente serena, se perdió.
Con su frente serena se perdió…
Esta tierra nublada se dobló.
Agachó la cabeza, enmudeció.
Esta tierra de fuego se apagó…

Grupo Merkén

Nacido en 2006 desde el Taller de Música Latinoamericana dictado en la Universidad de Chile por el compositor y guitarrista Claudio Acevedo (Ensamble Serenata), Merkén pasó a integrar la comunidad de cultores de una fusión entre la música de cámara académica y el folclor sudamericano. Su primera creación aparece el 2012 y es un disco homónimo que se puede descargar gratis desde su sitio web y en 2014, Tusti Mú.

Lo que partió como una idea de tres amigos en un viaje a Ecuador se transformó en la fuerza de un septeto dirigido por Pablo Ariel López (1986) director musical, compositor. Los otros talentos musicales que bordean los 30 años son, Fernanda Mosqueda (1985), charanguista; pianista; Felipe Valdés (1985) guitarrista;Paulina Depetris (1981) voz y piano; José Antonio Luna (1986) guitarra y bajo; Camila Vaccaro, piano y acordeón; Gonzalo Ramos (1985), percusionista, cantante y compositor.

Un viaje emotivo y honesto desde nuestra raíz a la imaginación, donde las músicas de nuestro continente se vuelven libres de sonar y van bordando el piano en los cueros del Caribe, los charangos en los coros mixtos de voces llenas, la poesía joven y su guitarra en los toyos, sikus y pifilcas de los ancestros. La invitación es desde el saxofón al cuatro venezolano, del canto al grito, del estruendo a la tierna serenata y de ahí…a la fiesta.

Más información www.grupomerken.cl

UN HOMBRE DESTERRADO

Un hombre desterrado
que siente ajeno el pan que come,
ajeno el aire que respira,
ajeno el rostro que lo mira.
Un hombre desterrado
y aquella calle que se pierde
aquel rincón que se deshace y
aquella plaza que se borra.

Un hombre desterrado
y la nostalgia que atenaza
y todo lejos, sin retorno
y un hoy extraño y extranjero.

Y todo lejos…

Un hombre desterrado.
No existe límite en el llanto,
no tiene término la muerte
que aquella afrenta no conciba.
Mujeres desterradas.
No existe límite en el llanto.
Un niño desterrado.
No tiene término la muerte.

Un hombre desterrado.
Ya la palabra va diciendo
que madre-tierra y padre-cielo,
que luz hermana y mar hermano
se van muriendo… se van muriendo.

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