Por Valeria Solís T.
Directora Mirada Maga Ediciones

*Esta entrevista fue realizada en 2015

A los tres años, Raúl Aliaga (1960) recibió un valioso regalo de su abuela: una radio portátil. Cada noche se dormía escuchando música, de los más variados estilos. Años después su padre, un destacado escenógrafo de teatro y televisión le regalaría una batería elaborada con sus propias manos. Ese sería el vamos para un camino creativo lleno de sonidos, ritmos y corcheas que no se ha detenido hasta hoy. «Fuimos nómades, mi papá fue escenógrafo del Teatro de la Universidad de Concepción, y también trabajó con Pedro de la Barra en el Teatro Experimental de la Chile, y después lo contrataron para el Teatro de Antofagasta que levantó  De la Barra. Allá estudié en la escuela experimental artística, dirigido por Rafael Ramos y a los cuatro días de haber llegado me tenían leyendo corcheas y tocando unas ollas que se llamaban timbales», recuerda.

Con una gran inquietud y pasión por la música buscó todas las alternativas para aprender y perfeccionar sus estudios hasta convertirse en uno de los percusionistas más destacados de la música chilena. Así ha forjado su carrera de la mano de agrupaciones como Congreso, Fulano o de músicos como Óscar Andrade; también haciendo música de cámara con la Orquesta Filarmónica Juvenil, Sinfónica de la Universidad de Chile, Filarmónica de Santiago. Y en los años en que los canales de televisión contaban con orquestas estables, Raúl Aliaga integró las más importantes, como la de TVN y Canal 13.

En una conversación con Revista Las Magas el músico miró hacia atrás y nos sorprendió con su versatilidad artística; una versatilidad que maneja hasta hoy.

Siempre te llamó la atención la percusión entonces…

– Siempre, siempre. A mí me gustaba mucho la batería y a los cinco años mi papá me hizo una batería de puros tarros y yo pasaba metido ahí. Era bien curioso, pero nunca había un profesor exclusivamente de ese instrumento. Casi dos años toqué en una orquesta del colegio de Antofagasta, fue una experiencia maravillosa, alucinante, porque como no había profesor de percusión desfilé por muchos instrumentos y estudié un poco de violín, clarinete, corno, trompeta, etc. Tenía unos 11 años. Era una época creativa a mil. Después a mi papá lo contrataron para que se hiciera cargo de la escenografía de Televisión Nacional, nosotros con mi mamá y hermanos (eran seis) llegamos a Santiago un año después y pasábamos metidos en el canal. Mi mamá era diseñadora de vestuario así es que trabajó en el departamento de vestuario del canal. Venían músicos cubanos, o chilenos como Agua turbia, Daniel Lencina (trompetista) con su programa de «Tiempos de swing» entonces mientras ellos almorzaban yo me iba a tocar batería. Cualquier necesidad de insumos infantiles ahí estábamos, “los hermanitos Aliaga”.

¿Y cuándo entras a estudiar música?

– Conocí a Ramón Hurtado en la Facultad de Arte de la Universidad de Chile, era maestro de la cátedra de percusión, y yo le dije que quería aprender batería; yo tenía 13 años, pero él me dice que ahí no enseñaban batería, pero que fuera al otro día a hablar con él. El resultado fue que iba dos veces a la semana a estudiar, porque le caí bien al profe, era fuera de lo oficial. Al año siguiente (1974) me inscribí en el Instituto Secundario de la Universidad y estudié percusión, becado.

Entonces ya estabas profesionalizándote desde muy chico.

– En música clásica hay dos etapas, una básica que son unos cinco o seis años y otra etapa superior que son otros seis años más. Cuando yo entré duraba 9 años.

Entiendo que hubo una interrupción por el golpe.

-Vino el Golpe, pero antes mi maestro Ramón Hurtado me integró siempre a los conciertos hasta que entré al conjunto de percusión  RITHMUS, una agrupación de música de cámara,y gracias a él pude conocer todo el espectro de música clásica. El formó un grupo de percusionistas en Chile muy integral, y me dio muchas herramientas. Pero en 1981 fui exonerado de la Universidad de Chile, estaba como en cuarto año superior, me faltaba como un año para salir, pero por problemas prácticamente políticos, a pesar que yo no me metía directamente.

¿Y qué hiciste si te frenaron los estudios?

– Yo paralelamente a estudiar trabajé como músico asistente de varias bandas e incluso, entré a estudiar específicamente batería, con Carlos Figueroa; también hacía reemplazos en la Filarmónica, en la Sinfónica, y también empecé a meterme mucho en los estudios de grabación. Había uno que era IRT Alba y fui aprendiendo a grabar pop, que es otro rubro. Me fui complementando entre lo clásico y el pop y fluía transversalmente. Además fui generando una relación social humana muy loca, entre el rock, el pop, y gracias a eso ganaba plata y sustentaba mi educación. Pero claro, cuando entró un nuevo director al instituto de música una de sus misiones era eliminar vestigios marxistas, y un día voy a clases y me dicen unos guardias «no entras más a este edificio». Y mi profe me dijo que no puede hacer nada por mí.

Fuerte experiencia, ¿qué sentiste?

– Me destruí por un lado, pero por otro, estaba con mucho trabajo y había gente conocida que me llamaba de los sellos también, como el sello SYM donde grabé muchos discos, como con Óscar Andrade, Hugo Moraga, Nino García, Piñera, Ubiergo. Me fue llamando mucha gente como baterista o como percusionista. Era joven, pero lo que hacía lo hacía bien.

En efecto, Raúl Aliaga ha sido músico sesionista de estudios de grabación para los sellos discográficos EMI, WEA, SONY, BMG, dentro de Chile y en Europa.

¿Y qué pasó en los canales de televisión?

– En un momento llega a Chile Juan Salazar, y necesitaban un percusionista latino y yo me manejaba en percusión sinfónica; era distinto, todo lo que es técnica de mano es lo latino, pero como se me dio la oportunidad la tomé no más. Y ahí me apoyó mucho Alejo López, que era percusionista de canal 13 y me pasaba sus congas y otros me ayudaron mucho. Iván Ahumada, Pedro Green, muchos, todo el mundo siempre me ayudó. Juan Salazar me dio una escuela increíble. Después entré a trabajar a canal 13 donde me llamó Toly Ramírez, que es otro de los grandes arregladores musicales que hay en Chile. En esa época en ese canal se hacían todos los musicales que te puedas imaginar, entonces se contrató un staff estable de músicos. Piensa que era un momento en que en Chile había toque de queda y era muy restringido el desarrollo musical, pero aparecía una de las orquestas más importantes de la televisión latinoamericana; fue una verdadera universidad, porque el nivel de exigencia en términos técnicos y de profesionalismo era muy elevado. Ocupé la televisión como una plataforma, pero siempre mirando a los grandes artistas que estaban en el escenario como Congreso.

¿Y paralelamente a la televisión te fuiste incorporando a grupos?

– Hice un grupo de jazz fusión, y organicé el primer festival de Jazz fusión donde contratamos a Romero y Campbell para que hicieran la producción, el grupo estrella del festival iba a ser Fulano y el grupo mío era Trifusión.

¿Entonces te incorporas a Congreso o a Fulano primero?

– Yo a Congreso los veía siempre en el Café del Cerro, porque ahí tenía mi sala de ensayo, venían Eduardo Gatti, Nito Mestre y siempre iban a mi estudio. Estábamos en un crisol todos relacionados, era súper entretenido. Pero antes de los grupos me puse a trabajar también en publicidad porque empezaron a llegar las máquinas a Chile y empiezan a bajar los trabajos de los músicos sesionistas en estudio.

¿Las máquinas empezaron a reemplazar a las personas?

– Claro, pero yo lo aprendí todo antes de que llegaran las máquinas más grandes, cuando el ’95 y ’96 empieza a quedar la escoba y ya no había mucho trabajo para sesionistas y las orquestas de la televisión se estaban yendo para la casa, pero yo ya había aprendido el manejo de las máquinas de estudio. Lo top en ese minuto era la publicidad, por hacer una canción de 30 segundos podías ganar 3 mil dólares, en fin, y decido que pese a mi carrera y todo, iba a hacer jingles y se me abren las puertas de una empresa de publicidad.

¿Y cómo llegas a Congreso en ese contexto?

– Es que como tocaba con Trifusión en el Café del Cerro, cada vez que tocábamos Tilo González el baterista y director de Congreso me iba a ver, y me llamó cuando se fue Ricardo Vivanco, un percusionista que hoy está en la Sinfónica. Desde los ’90 hasta ahora, estamos juntos con Congreso.

Y te incorporas como percusionista a Congreso, y no como baterista.

– Claro y como en esa época tocaba la batería con Óscar Andrade, armé un híbrido entre batería electrónica, la marimba, bombo electrónico, era muy loco, sonaba impresionante. Siempre estaba la capacidad creativa con la capacidad de ver cómo ganarse la vida, nunca estuve quieto. Y un día en 1994 estábamos con Congreso en Nueva York y Jorge Campos con Jaime Vivanco me citan a una reunión desayuno y me dicen que me integre Fulano, ellos venían de un receso y querían reflotarlo.

¿Era sumar Fulano al trabajo que hacías en Congreso?

– Claro tenía que pensarlo, porque era sumar Fulano un gran reto como músico. Al volver a Chile hablé con quien había sido el baterista de Fulano (Willy Valenzuela) a quien yo admiraba también y me parecía que lo mínimo era tener su venia, y él me apoyó. Cuando entre al grupo hicimos uno de los mejores en términos de calidad sonora y artística. Produje dos discos y un DVD: “Trabajos inútiles”, “fulano vivo” y el DVD “la farsa continúa”.

¿Te hiciste cargo a nivel estudio y todo?

– Generar las instancias de que estuviera todo para que fuera una gran grabación. Entonces paralelamente a ser músico y ejecutante desarrollé la labor de productor musical. Para mí ha sido muy enriquecedor haber estado en agrupaciones importantes, haber podido conocer distintas partes del mundo y seguir creciendo.

¿Cuándo terminas el ciclo con el grupo Fulano?

– Estuve con ellos hasta el año antepasado, el 2012.

¿Qué significó para ti ser parte de este grupo?

– La experiencia con ellos fue increíble. Reemplazar a Willy en la batería fue un reto, pero a poco andar me gané al público, porque en términos musicales le di un sello, un orden y un power distinto y gustó mucho. Estuvimos en giras nacionales e internacionales. Tuvimos un receso por ejemplo cuando murió Jaime Vivanco.

Al mirar con perspectiva, ¿cuál crees que fue el público del grupo Fulano?

– Creo que hay un público en Chile, una masa crítica que necesita y busca lo que va más allá de lo establecido, que haya algo transgresor, que no sea facilista y también que exista la oportunidad de poder expresar la capacidad técnica y creativa en un desarrollo más expansivo. La libertad estética de Fulano, y la parte técnica del virtuosismo clásico son dos cosas que se conjugaron demasiado bien, entonces para mí fue un privilegio encontrarse con una agrupación, donde el grupo de personas te permitía ser y, a la vez, eras parte del trabajo creativo. Pero fue en el principio de ellos cuando lograron plasmar un lenguaje propio, y una sonoridad que logrará trascender el tiempo.

¿Hay otras agrupaciones que estén con una propuesta similar después de ellos?

– Han habido algunos, pero el impacto de Fulano quizá se debe a la consecuencia de la época donde se iniciaron. Yo entré en 1994 cuando la democracia ya estaba instalada en Chile, yo los iba a ver como público en plena dictadura, cuando ellos tenían una voz transgresora y se hicieron responsables del grito. En un plano estético mostraban lo crítico y lo político.

¿En cuanto a la improvisación fluía o se decidía antes?

– Se ensayaba mucho, siempre hay un quiebre hacia la improvisación, esto no es igual a otro. La comunicación que se da en la música va más allá de la gestualidad, va a nivel de sensación, casi de telepatía, es como respirar, cuando te sincronizas con un grupo de personas y estás vibrando en una misma frecuencia y generando una energía colectiva con el público también, se produce el 8, el infinito. La gracia es cómo llegar al clímax en forma conjunta.

Cuando aparecen los temas del ego es muy difícil lograr lo que estás diciendo.

– Es que el ego en la música… La música tiene la virtud dentro del arte donde tú no puedes ser tan egótico ni fantoche, y cuando es así, queda demostrado; hay gente que no lo percibe, pero estamos hablando de un nivel de conciencia más elevado también. Si no practicamos y no vamos a la ritualidad, vamos a seguir incomunicados.

¿Qué pasó con Fulano?

– Se produjo un desgaste en el interior del grupo que debilitó, bajo mi perspectiva, esta cosa rica que tenía, el efecto del amor de interactuar. Si entra la negatividad, la rabia, no sigo en esto, poco después se fue Jaime Vásquez y Arlett. No sé en qué están ahora.

¿Y tu experiencia con Congreso?

– Congreso sigue siendo una agrupación a la que le debo mucho, porque más allá de la trascendencia de la destructuración de la música, ellos tienen una particularidad, donde cada uno de sus integrantes tiene una riqueza extraordinaria. Por ejemplo Pancho Sazo es filósofo, Hugo Pirovich es como un mago, entonces el grupo es como un barco lleno de sorpresas que viaja más allá de la obligación, y cada vez que tocamos en vivo la situación emotiva que se produce con el grupo va más allá del virtuosismo. Es la particularidad de un grupo tan longevo en Chile, 45 años, y que nos sigue sorprendiendo. Recién grabamos tres nuevos temas no con el afán de un disco, sino para seguir nuestro camino creativo.

¿Qué año tú entras al grupo?

– En 1990, y desde esa fecha hemos sacado como ocho discos, partí con “La pichanga” con poemas de Nicanor Parra.

¿Qué significa ser parte de una las agrupaciones musicales más emblemáticas de Chile en términos de sonido y de influencia social que incluso tienen?

– En términos de influencia social es bien especial, somos muy queridos y respetados. Tuvimos en Matucana 100, y estuvo lleno, vamos a un teatro y está lleno, vamos a un pub lleno, pero no sonamos en la radio ni salimos en la televisión. Entonces creo que vivimos en un mundo paralelo, donde cada uno se desarrolla en forma individual y en términos colectivos vamos en un barco que no tiene visibilidad marquetera, no está en el establishment, es realmente muy extraño.

Quizá Congreso con tantas canciones y tantos temas no lo pueden encasillar

– Claro, Congreso a nivel composicional es muy ecléctico, no tiene una forma de canción estándar y, a lo mejor, es difícil de digerir. Pero el círculo de seguidores que siguen a Congreso, llenan teatros, locales, y a donde vayamos. Somos fusión latinoamericana, la síntesis conceptual de lo es un chileno no más, que es la suma de un montón de culturas y de información.

¿Cuál es la reacción del público cuando tienen giras en el extranjero?

-Es extraordinario. A mí me tocó ser productor de una gira a Estados Unidos (2007). Trabajé con Arts International y National Performing Network, Organizacion de productores educacionales de USA un año para eso, fue la primera gira grande, en cinco estados totalmente, y vimos que produce emociones transversalmente, la gente llora, se ríe, canta y baila, pero lo que más nos impresionó fue al cierre de la gira, que fue en New Orleans donde el 80% del público era de color, y no nos dejaban ir del escenario. En Brasil conocen a Congreso, ED Motta y Lenine dos grandes participaron en el ultimo Cd Con los ojos en la Calle. en Panamá me topé con Rubén Blades que conoce a Congreso, en Argentina Pedro Aznar y Leon Gieco grabaron con nosotros.

¿Cuál es tu futuro con el grupo?

– Yo creo que pasa lo mismo que en una familia, hay distintos estados anímicos dentro del grupo, pero el sentido del humor y el nivel de exigencia y rigurosidad nos puede llevar a situaciones estresantes, pero enriquecedoras. No existe ningún tipo de discusión sobre lo que es, sólo es. Cada uno ve desde sus ángulos cómo hacerlo mejor, la cosa es trabajar en equipo; y ese equipo está liderado por un motor, un corazón que se llama Tilo González, y cada uno de nosotros aporta su energía a ese motor, y el pencazo que nos pegamos cada vez que tocamos es irrepetible. No sé cuanto más dure, pero hoy existe y es. No le pongo fecha de nada.

Y en la actualidad también sigues haciendo otras cosas paralelamente, tienes tu estudio de grabación

-Me nombraron Director de la carrera de producción musical en la Escuela Moderna de música en un momento donde es muy importante profesionalizar los lenguajes técnicos que nos permitan rescatar nuestros patrimonios culturales.

… Mira, lo que más me interesa es lograr hacer lo mejor posible para los demás y así para mí mismo. La creatividad es una interconexión con algo más allá de ti, mi idea es seguir conectándome con esa energía que hasta hoy día me ha llevado a poder conectarme con distintas instancias existenciales, de poder generar la ritualidad, de estar en la ritualidad. La meta está en el hacer.

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