Por Valeria Solís T.
Directora Mirada Maga Ediciones

Demoramos casi un año en concretar esta conversación, estuvo no sólo recorriendo varios festivales internacionales con su última obra «El viento sabe que vuelvo a casa», sino que además estuvo decantando dos futuras producciones. Es que de una u otra forma Torres Leiva no para, y no para, porque es precisamente el cine la mejor forma que encontró para comunicarse con el mundo. Me advierte de entrada que es tímido, que le costó mucho iniciar sus creaciones con alguien más que consigo mismo, y justamente en un tipo de arte que requiere de equipos humanos, pero se superó y pasó la barrera, así pudo dejar en el suelo una capa que le pesaba y ahora más liviano, despliega con más libertad sus ideas, sus motivaciones, su mirada.

11 producciones audiovisuales, entre cortometrajes, largometrajes de ficción, documentales y cintas experimentales como «Verano», «Ningún lugar en ninguna parte» (estuvo en 25 festivales internacionales), «El  Cielo, la tierra y la lluvia» (primer largometraje de ficción, estrenado en Rotterdam), «Obreras», «Ver y escuchar», es lo que de una manera vertiginosa ha puesto en pantalla grande, el cineasta chileno Jose Luis Torres Leiva, y eso que recién traspasó los 40 años.

La docencia es algo que le permite cierta tranquilidad monetaria, pese a los reconocimientos nacionales e internacionales que han tenido sus obras, pero nada de eso le quita el sueño, por el contrario, se desafía y sigue. «No me interesa esperar cinco años para hacer una película cuando tenga financiamiento, si puedo hacer una película con el celular y tengo la urgencia de hacer algo, lo haré igual, lo técnico no es impedimento para mí. En el fondo siempre inicio mis proyectos con o sin presupuesto, porque lo que me mueve es la urgencia de comunicar».
Estudió comunicación audiovisual en una época en que aún no se sabía mucho de la carrera de cine, pero entré interesado en el cine, porque siempre me llamó la atención, aunque en la universidad sólo tuve algunos ramos de cine, porque estaba más enfocado a la televisión, en el último año tuve de profesor al cineasta Cristián Sánchez, quien tuvo una carrera importante en los 70 y 80. «Sus clases eran muy especiales, nos mostró películas de difícil acceso, que nunca había visto, y eso me abrió la cabeza. Terminé de estudiar en 1998. Era años en que todavía se hacían pocas películas chilenas. Vi por ejemplo las primeras películas de Ignacio Agüero, quien después me influyó mucho, o Buñuel, Rommer, Bresson, entonces esa formación fue muy importante para mí.
Partí haciendo ejercicios cuando salí de la escuela para ensayar tanto de lo técnico como de lo formal, y en 2001 comencé a trabajar en mis propios proyectos.

¿Siempre visualizaste hacer documentales o ficción?
-Comencé haciendo documentales de observación. En realidad para mí esa etapa fue de apuntes, de experimentar, de investigar. Lo hacía solo, por dos circunstancias, primero porque soy tímido y me costaba mucho conocer gente de cine y armar equipos y, por otro lado, me sirvió para experimentar, para buscar hasta encontrar una voz propia.

¿En ese tiempo trabajaste en otras cosas también?
-Sí, estaba muy involucrado en la parte audiovisual del teatro, de la danza, hacía registros.

¿Y te vinculas con la literatura, con la poesía también?, te lo pregunto para explicarme los títulos que empleas.
-(risas) La literatura me gusta mucho, desde siempre, y la poesía la descubrí más tarde, creo que hay un poco de eso también, de las influencias por ese lado, porque el cine es eso, la unificación de todas las artes.

¿Cuál es la primera de tus obras en que dijiste: «esto es lo que yo quiero decir»?
-Creo que siempre hay un dejo de disconformidad con lo que uno hace, pero de manera positiva, porque eso me permite avanzar e ir explorando. Nunca he sentido con alguna película que esté del todo terminada, pero eso me permite seguir, hasta el momento eso no ha pasado, ¡menos mal! (risas). Ahora me interesa mucho la experimentación sobre el lenguaje, sobre los temas, en cómo abordar ciertas temáticas y eso me ayuda a experimentar en otras artes como la literatura y la música también.

El documental como género se asume que llega a alguien que quiere informarse más sobre algo, mientras quien quiere entretenerse va a ver una película. Tus documentales no responden a eso, ¿qué piensas de eso?
-Uno siempre tiene la idea o la ilusión de que sea visto por la mayor cantidad de gente posible, pero no siempre se puede, por múltiples factores, porque las personas están acostumbradas a cierto tipo de cine; es necesario abrir más las posibilidades de exhibición a las películas que se dan en Chile, pero en realidad mi deseo es que lo vea la mayor cantidad de personas, pero no es algo en lo que yo esté pensando, porque si se crea (una obra) pensando en eso, se limita la libertad de decir lo que uno quiere; no es un tema para mí.

¿Hay una máxima en tu creación?
-Creo que hay muchos factores que son como inconscientes que aparecen en las películas, en mi caso tienen que ver, por ejemplo, con el tiempo, con la exploración del tiempo cinematográfico; siempre me ha llamado la atención, me fascina explorarlo y siempre está presente.

En el sentido de que el espectador hace una pausa y entra en otro tiempo propuesto por ti
-Sí, absolutamente y también mirar una realidad o una historia, que si tuviera un tiempo como el que uno está acostumbrado a ver, te hace olvidar lo que está viendo; la idea es vivir el tiempo que uno está presentando, y ahí se usan elementos como fijarse en los detalles.

Es como tomar la poesía de la realidad
-Yo creo que uno tiene un poco lo frenético del día a día, todo ocurre tan rápido y como que no hay tiempo para ver y sentir otras cosas que el cine sí tiene la capacidad de entregar, de dar otra interpretación de la realidad.

¿Hasta qué punto está tu propia necesidad de detener el tiempo?
-Creo hay mucho de mi personalidad en mis películas, pero es inevitable que se refleje, y esa aproximación a la realidad tiene que ver con mi mirada de lo que me rodea.

Te lo pregunto principalmente porque como te calificas de tímido, me imagino que siempre has sido muy observador
-Siempre he sido bastante retraído, hoy no tanto como antes, pero eso forma parte de mí.  Observar a las personas y las realidades como primera entrada.

Te fuiste a vivir a Rancagua y no te quedaste donde está la industria en términos clásicos…

-Yo soy de Santiago, me fui hace 6 años atrás a Rancagua. Tenía ganas de salir de la ciudad, fue un año en que pasaron muchas cosas en mi vida y necesitaba un cambio, entonces decidí irme, vivir de una manera de vivir muy diferente a la de la ciudad. Mis papás ya se habían jubilado y los invité a vivir conmigo haciéndome cargo de todo, para que dejaran de tener una vida en departamento viendo televisión. Hoy vivo en una casa con patio, es otro ritmo. Es muy hostil vivir en la ciudad, hay como una competencia por todo, una agresividad, una energía muy fuerte, y eso, en ese minuto, quería cambiarlo. Fue el 2011 después de haber hecho una película que se llama «Verano», de hecho la hice cerca de donde hoy vivo.

Tu alcance más masivo como creador lo obtuviste el 2008 con «El cielo, la tierra y la lluvia»
-Sí, fue mi primer largometraje de ficción. Fue importante para mí porque representó una manera distinta de enfrentar el proyecto, de trabajarlo, fue con un equipo de personas muy grande y al mismo tiempo, contaba algo muy personal. Me sirvió para tranzar con ciertas cosas que yo tenía, como inseguridades, y como experiencia eso fue muy bueno. Es la historia de tres mujeres y un hombre que viven en el sur de chile, en lugares bien aislados y donde deben movilizarse harto para ir a sus trabajos o de un lugar a otro, entonces hay una soledad geográfica, pero también una soledad interna en los personajes, y estos personajes se van cruzando y finalmente esa misma soledad transforma sus vidas. Me interesaba ahondar que la condición de soledad también marca en la manera en que uno se relaciona con los otros, y también que puede ser un puente, y no algo negativo.

«El viento sabe que vuelvo a casa» o cómo Ignacio Agüero se transforma en personaje

¿Y el tema de los títulos, cómo nacen?
-Tienen que ver mucho con los elementos que rescato de las obras, por ejemplo, «El cielo, la tierra y la lluvia» son elementos de la naturaleza muy presentes en la película, son un protagonista más, y lo otro es que los personajes son parte de esa naturaleza que no se asocia a lo típicamente bucólico que se suele usar, sino que también es media hostil. A mí me cuesta mucho lo de los títulos, pero la literatura me ha ayudado, por ejemplo «el viento sabe que vuelvo a casa» es un verso de un poema de Jorge Teiller, crónica del forastero. Tenia mucho que ver con la pelicula, del proceso de investigar, de conversar con las personas, y que eso te transforma; no sólo te transforma a ti, sino también la idea original que uno tenía de lo que quería contar. entonces cuando Ignacio Agüero al final tiene esa escena con el viento, quizá nunca vaya a hacer esa película, pero si está su transformación.

Esta es una cinta con mucho reconocimiento internacional y nacional, cómo surge esta idea donde el documentalista Ignacio Agüero actúa como personaje.
-Nace por dos ideas, una era por Ignacio Agüero a quien conocía hace tiempo, primero como seguidor de su obra y después lo conocí y trabajé con él en otras películas, hice un documental sobre su cine y tenía muchas de trabajar con su metodología de trabajo, su acercamiento a la gente, con su visión del documental y tenerlo como centro de una historia, entonces le propuse hacer esta película donde se interpretara el mismo en busca de una historia ocurrida en Chiloé. La película es una suerte de homenaje a su cine, a él mismo.

¿En ese sentido la selección de personajes se hizo previamente?
-Yo había ido un año antes a la Isla y había hecho una selección de personajes y después fueron personas que aparecieron al momento de filmar, Ignacio por su parte conoció a las personas en el momento en que íbamos a grabar entonces le daba más espontaneidad al diálogo, yo le decía solo un par de cosas, pero todo lo que sucedía al momento de filmar era muy espontáneo.

¿Qué historias te gustaron o te llegaron más?
-Al final, aparece la señora Rosa que cuenta que su hijo se fue y nunca más volvió a la isla, pero ella tenía la esperanza de volver a encontrarlo, sin aceptar la pérdida. Esa historia fue muy conmovedora, su visión de vida, tener lo esencial por otro lado, y ser feliz. Para mí esa conversación fue muy significativa y por eso la dejé casi al final de la película, porque me permitía cerrar con una idea que tuve presente durante todo el documental.

Hay aspectos valiosos en el documental como el hecho de mostrar esos espacios de Chile, que muy pocos conocen. Uno sabe de la Isla grande, pero no de esas pequeñas islas chilotas donde hay historias, tradiciones, es algo muy impactante, ¿qué piensas tú sobre eso?
-Yo llegué por casualidad a esas pequeñas islas, cuando llegué a investigar me encontré con estas historias como la división de una isla, del alto o del bajo, (dependiendo si eran descendientes españoles o huilliches) y descubrir una forma muy particular de ver la vida debido al aislamiento que ellos tienen, o conocer los valores que son muy distintos. Hay un montón de factores que uno como extranjero de ese lugar llaman mucho la atención. También hay un aspecto muy importante y que tiene que ver con los jóvenes, porque tienen otra manera de enfrentar ese aislamiento y además muchos se empiezan a ir. Son las generaciones que empiezan a estudiar afuera y cuando vuelven a la isla se topan con un universo muy distinto, y eso ha permitido que existan muchos cambios, como esa división que había en esa pequeña isla ahora no existe, los jóvenes cambiaron la mentalidad de sus padres, abuelos y para atrás.

¿Qué significa para ti que este documental haya sido tan bien recibido por el público internacional?
-Me ha llamado mucho la atención. Ha gustado bastante y ha provocado una cercanía muy particular, y creo que tiene que ver con la transparencia de los personajes y el acercamiento que Ignacio hace para conversar con ellos. Él tiene la particularidad de escuchar y también de ponerse en la misma posición de la persona con la cual está hablando. Produce una cercanía que a las personas les da una comodidad y confianza que les permite a las personas contar cosas muy personales. Creo que eso llama mucho la atención del público de fuera de Chile, porque finalmente es algo muy universal, y tiene que ver con la comunicación.

¿Y en Chile?
-Estoy contento, me han comentado mucho eso de descubrir un mundo que uno parece conocer, pero al final dentro del propio país hay un montón de mundos desconocidos, que ni siquiera tienes cómo descubrirlo. Acá es Chiloé, pero es mucho más complejo lo que hay detrás.

Otro de los documentales que has hecho que hace una propuesta muy interesante y sensible es «Ver y escuchar», donde los protagonistas tienen problemas de visión y sordera, y comparten sus sentidos, de alguna manera…
-Esto nace porque el hermano de una amiga es ciego de nacimiento, y siempre me llamó mucho la atención su percepción sobre lo que lo rodeaba, por ejemplo, los colores no los conocía, sin embargo el sí tenía su propia interpretación de los colores. También la percepción de muchos detalles de la vida cotidiana que para él son muy importantes y uno no los toma en cuenta, por ejemplo el tono de la voz que habla mucho de cómo una persona se encuentra. Un día él me cuenta que cuando niño tenía una vecina que era sorda y él siempre tuvo curiosidad de conocer su percepción del mundo, pero la única manera de acercarse era por medio de la hermana de ella, ella era el puente y cuando no estaba, no había comunicación. Años después él se enteró que la niña se había suicidado. Y él se quedó siempre con la idea de que si hubiera descubierto alguna manera de comunicarse con ella, él le hubiera podido compartir su experiencia y que no se sintiera sola. Entonces en este documental quise crear un puente entre estos dos mundos, que es casi imposible. Me demoré como cuatro años en hacerlo, lo inicié en 2009. Nos tomamos el tiempo de conocerlos bien, de aprender el lenguaje de señas, de estar cerca, porque uno tiene una idea muy superficial sobre esa realidad.
En estas dos películas, para mí lo central es la comunicación, el darse el tiempo de escuchar al otro, transmitir sus vivencias, y en «Ver y escuchar» también mostrar el poder personal, acompañarse, empatizar, y no caer en la desolación. Muchas veces, teniendo todos los sentidos a disposición también caes en la desolación, y es sólo por falta de comunicación.

Has sido muy productivo en todos estos años, ¿en qué estás ahora?
-Estoy en dos proyectos, uno es un largometraje de ficción que se llama «Vendrá la muerte y tendrá tus ojos», de un poema de Cesare Pavese, él  me gusta mucho, escribió un libro que me marcó y que se llama «El oficio de vivir», una especia de diario de vida antes de suicidarse, es un libro muy intenso no solo en cuanto a su percepción de la vida y la muerte, sino también al oficio de ser escritor, muy sensible, muy fuerte. En esta película toca el tema de la muerte bajo una perspectiva distinta, no como el fin de algo, sino como el comienzo de algo. algunos dicen que la muerte es la única certeza que tenemos y cuando llega es muy difícil enfrentarlo, asumirlo. Es la historia de una pareja de dos mujeres y una de ellas tiene cáncer terminal y le pide a su pareja que la cuide hasta que se muera y que no se hará tratamiento. La esencia de eso para mí es el amor, el amor por aceptar que el otro tome esa decisión y también de cuidarlo en una situación extrema.

¿Y el otro proyecto?
-Es un documental sobre el fotógrafo Sergio Larraín, no biográfico, pero enfocado en sus últimos 34 años de vida que los vive en Tulahuen, voy a trabajar también con esos libros que él escribía y regalaban lo importante es cuál era su punto de vista sobre la vida. Me interesa mucho el pueblo también y trabajar con la gente de Tulahuen de forma de traducir lo que él pensaba viviendo en ese lugar, porque ese lugar para él significó algo muy importante. Estoy aún en proceso de descubrir la película, investigar, leer. El pintó mucho también, Adolfo Couve le enseño a pintar. Me interesa la conexión de él con la naturaleza.

El cineasta, productor y editor tiene un canal de youtube, donde año a año sube material nuevo, de experimentación, su objetivo es compartir su ideario, más. En él se puede encontrar «los recuerdos», donde se le pregunta a las personas qué recuerdo los ha marcado y lo cuentan a cámara. El 2015 empezó a grabar todos los días una especie de diario donde mostraba detalles de lo que veía. Su trabajo lo puedes conocer en: https://www.youtube.com/channel/UCU8diFp1laNUV63yzw07keQ

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