Por Sergio Ureta
Escritor, investigador científico, Médico cirujano-ginecólogo.
Autor de los libros «La inteligencia humana”, «Teoría sobre una deidad Suprema», entre otros.

Muchos años atrás, cuando escuché esta aseveración de parte de un científico, me pareció una broma, sin embargo, después de estudiarlo, debí asumir que tenía toda la razón.
Todo esto, seguramente es parte de la evolución del conocimiento, ya que impacto semejante me produjo cuando niño saber que era la Tierra la que se movía alrededor del sol, en circunstancia que para mí era evidente una Tierra inmóvil bajo mis pies y el sol saliendo en el este, desplazándose en el cielo y poniéndose por el oeste.
Crisis semejante ocurrió con mi mente con esto de la realidad que apreciamos. Cabe hacer notar que, para la gran mayoría de las personas normales, que no somos sabios ni filósofos, la palabra “realidad”, seguramente, no nos provoca mucho conflicto, parecido a los conceptos de “conciencia” y “gravedad”, toda vez que las percibimos sin mayores cuestionamientos.
Asumimos que la realidad y la gravedad existen en el mundo físico, allá afuera, y que es independiente de nosotros, en circunstancia que la conciencia es parte de un mundo personal, el cual se conecta de modo subjetivo con el mundo físico externo.
Así sabemos de la gravedad que es la fuerza, como la describió Newton, la cual nos mantiene “pegados al suelo” y que en el universo es una propiedad del espacio-tiempo, descrito por Einstein, sin embargo, pese a esas descripciones muy certeras dada por estos, los dos más grandes científicos de la humanidad, aún en la actualidad, los físicos desconocen su verdadera esencia, lo mismo ocurre con la conciencia, que sería la entidad que nos “muestra” la realidad según como esté configurada.

¿Qué dice la biología de esta realidad?
Esta ciencia es más categórica en su concepción, porque en esencia señala que no percibimos la realidad, sino que realizamos una representación mental de aquella. Es el cerebro que a través de sus sentidos manifiesta una “imagen” mental de lo que aprecia de ese mundo exterior. Por ejemplo, analicemos lo que ocurre con el sentido de la visión. Así, los colores no son una propiedad de los objetos, sino que es una sensación cerebral. Es decir, es la interacción de la luz en la retina, a través de unos receptores llamados conos, que detectan la energía electromagnética de los fotones que envían los objetos, los cuales no son colores, sino ondas electromagnéticas que trasmiten una impresión eléctrica al cerebro.
Además, esta percepción de los colores es subjetiva y depende de las longitudes de ondas que emiten los objetos.
De esta manera una longitud de onda de 650nm es percibida como color rojo, pero en realidad el rojo no existe, solo es una radiación electromagnética con una longitud de onda de 650nm. Lo mismo ocurre para el resto de los colores.
Todos los objetos externos emiten ondas electromagnéticas, en diferentes longitudes de ondas, a través de fotones que se emiten de los objetos, atraviesan la pupila e impactan en nuestra retina. De esta zona, por efecto de estos fotones, estimulan unos receptores, los cuales emiten una onda eléctrica que se trasmite a través de las neuronas, unidas unas con otras, llevando esta información eléctrica (no colores). Estas neuronas son dirigidas hasta la zona occipital de la masa encefálica, la cual “informa” que esa longitud de onda es interpretada como color.
Estos fotones, son partículas cuánticas sin masa, que viajan casi a la velocidad de la luz, y lo hacen en distintas frecuencias de longitud de onda, determinando su cualidad. Entonces, no vemos el color rojo del semáforo, lo que ocurre es que todos los cuerpos emiten fotones que ingresa a nuestra retina, estimulando nuestro sistema nervioso, que lo envía al cerebro, el cual le da una interpretación.
Y más aún, llegan en distintos tiempos a la retina, por tanto, la información eléctrica que llega al cerebro llega con desfases y es aquí donde participa la conciencia, integrando todo, dando la sensación que estamos viendo una realidad completa en forma instantánea, incluso tridimensional. Dicho sea de paso, solo los chimpancé y humanos tiene una vista estereoscópica, no así el resto de la fauna, que solo ve en un plano, tal como una fotografía.
Lo mismo ocurre con el resto de los sentidos. Al oído llegan fotones con longitudes de ondas, de baja frecuencia, tal como las ondas de radio, estas hacen vibrar nuestro tímpano del oído, el cual, al vibrar estimula unos huesecillos internos del oído, provocando un cambio de presión en un líquido que tenemos dentro y así provoca una onda eléctrica que va al cerebro, el cual interpreta como un sonido o una palabra y que por cierto, la conciencia lo integra para dar una expresión coherente de aquellos sonidos que se perciben.
Y así con todos los sentidos, las ondas electromagnéticas, a través de sus fotones, estimulan nuestro sistema nervioso, que solo son ondas eléctricas que llegan al cerebro y es este, se da la imagen que nosotros creemos percibir.
Por tanto, el color, la música, el frío, etc., todo lo que creemos que percibimos desde fuera de nosotros, simplemente no existe, son ondas electromagnéticas emitidas desde nuestro entorno que impactan nuestros sentidos, lo cuales elaboran una corriente eléctrica en nuestras neuronas, llevando solo una información eléctrica al cerebro.
El físico cuántico Werner Heisenberg premio Nobel de física en 1932 señaló: Lo que observamos no es la naturaleza en sí, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de cuestionamiento -Y agrega- Lo que la ciencia observa no es la realidad, sino que es solo la realidad expuesta a nuestro método de observación.

Del libro “Teoría de una deidad suprema” del mismo autor

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