Por Valeria Solís T.
Directora Mirada Maga Ediciones

*Entrevista realizada en 2014

Con una extensa trayectoria como actriz protagónica en televisión, cine y teatro, la actriz Claudia di Girólamo (1956) nunca ha dejado de ser una buscadora creativa. Y si bien muchos la identifican por sus inolvidables papeles en televisión (en 1979 aparece por primera vez en una teleserie), es el teatro la manifestación artística que la convoca. Para eso estudia, se concentra, identifica, trabaja, se autodesafía; actitudes que se vislumbran en las obras que ella misma ha escrito (trilogía “Sobrevivientes”) o dirigido, como “La Anarquista” (original de David Mamet), actualmente en cartelera.

Madre de tres hijos, dos de los cuales han seguido sus pasos en la actuación, la actriz pareciera no dar concesiones a los años. Sin una gota de maquillaje refracta la belleza italiana que combina sin aspavientos con su femenino tono de voz.

Nos recibió en el propio escenario de “La anarquista”, donde le tocó dirigir a dos grandes actrices: Paulina García y Coca Guazzini. Allí, nos llevó al mundo de sus ideas, desafíos y aspiraciones creativas.

¿Cuál es tu vinculación con el teatro considerando que ahora diriges una obra más intelectual y por otra parte tienes un trabajo en televisión con emociones más simples y sencillas?

– La verdad es que no diferencio mucho a través de la carrera teatral que he hecho, no logro concederle a esta obra un elemento más racional o más político, pues Medea de Séneca o Fedra de Racin son obras igualmente políticas, sobre todo cuando hablamos de igualdad de la mujer por ejemplo. Esta obra no me sorprendió ni me asustó por tener mucha carga, como tú dices, de la razón, porque creo que es un deber de la mujer hoy en día de vivir con esa carga de la intelectualidad, porque tenemos que ser parte de un mundo que está formado así y tenemos que saber nadar en ese mundo. Y si Mamet trataba de retratar un mundo tan masculino en boca de dos mujeres, me pareció que en eso había una gran reivindicación y una gran poesía. Y creo que en la obra aparte de esa profundidad política racional, la poesía está puesta en la anarquista, en toda su postura religiosa, su lucha por la igualdad, la solidaridad, la emoción está ahí.

Pero es con mucho menos concesiones en la parte emocional. La obra va in crescendo en cuanto a que la anarquista a través del cuerpo se va desestructurando, pero al comienzo hay una información al espectador que es muy duro.

– Sí, sí. Es muy duro.

Eso me llama la atención porque las obras que tú también has escrito están vinculadas más a lo racional, ¿o me equivoco?

– No, no estás equivocada. Me parece que la razón es parte importante del cuerpo para aprender a percibir también el mundo. Por lo general a las mujeres se nos pone en un tono muy emocional, muy emotivo, muy débil y yo he hecho un esfuerzo profundo por desarrollar algo más intelectual, porque me parece que el equilibrio de esas cosas nos permite nadar en este mundo moderno.

¿No hay también una mixtura donde lo femenino está más caricaturizado y eso uno lo ve más en personajes de televisión, a la realidad donde las cosas se manejan de una forma más normal emocionalmente?

– Claro, en el género de las teleseries y sobre todo latinoamericanas, trabaja mucho eso, el llanto fácil, la risa fácil, las mujeres son muy lábiles, los temas son poco profundos, poco interesantes, son temas que el sistema le ha puesto a la mujer y desde ahí debe comportarse, pero en teatro es distinto, es más diverso, los personajes femeninos en teatro son realmente potentes, son suicidas, minas de mucho coraje, vigor y mucha sensibilidad y poesía también. Y en ese sentido Mamet logra un equilibrio muy excepcional. Hablar de la intelectualidad masculina a través de la sensibilidad femenina, y las actrices puestas en esta pruebas de fuego de ser muy masculinas en la primera parte para de a poco ir, como tú dices, quebrándose interiormente, las dos, terminan con un dolor del cuerpo que en el principio de la obra no tenían.

¿La traducción la hiciste tú?

– No, Milena Grass. Nosotros sólo tuvimos la libertad de cambiar algunas palabras que nos parecieron complicadas, muy duras de entender, herméticas, pero en total unas cinco palabras. La idea de Mamet está intacta, no está cortada absolutamente nada.

¿Vienes dirigiendo desde mucho tiempo atrás o surge a partir de tu acercamiento a la dramaturgia?

– La verdad es que parte siempre por mi acercamiento a la dramaturgia, esta es la primera obra que yo dirijo que no es de mi autoría. Aunque yo no sé escribir, sino que saco retazos de los libros o temas que me interesan, y de ahí saco la estructura y la voy trabajando.

¿”Sobrevivientes” es lo primero que escribes?

– Es una trilogía donde “Soy tumba” es la primera obra; “Mina anti personal” es la segunda y la tercera la estoy armando, que es en el Patio 29. Pero la dirección tiene totalmente que ver con la dramaturgia, cómo al armar el texto ya estoy visualizando a los actores inmediatamente. Me pasó el mismo fenómeno cuando empecé a leer esta obra (“La anarquista”), vi de inmediato un mapa de lo que iba ocurriendo y sobre todo sacar la poesía que tenía que ver con construir una sociedad en justicia, igualdad, que creo que son los pilares de esta obra. Reflexionar sobre ¿qué nos lleva a eso?, ¿las utopías las perdimos para siempre o podemos renovarlas?

¿Sobre el tema de las utopías, leí que tú al momento del Golpe tenías 17 años, en qué utopías estabas tú a nivel artístico o personal y que ha ido cambiando o continúa?

– Continúa absolutamente. Para el Golpe yo vivía la utopía plena, yo era absolutamente allendista, era dirigente en el colegio, trabajaba en la UNTA. Mi familia es y era muy política, muy comprometidos socialmente y si bien tenía 17 años, lo que yo viví antes del Golpe, con los trabajos voluntarios, yo me sentía muy mujer, muy entera, muy comprometida y además con mucha responsabilidad, porque el presidente Allende nos hacía sentir a los jóvenes que éramos parte fundamental de esa tarea. Me sentí importante cuando iba al campo, cuando iba a la fábrica, me sentía extremadamente comprometida. Y cuando viene el Golpe, que fue un dolor tremendo para todo el mundo, creo, cambia radicalmente la vida, uno se esconde un poco, se atemoriza y busqué un camino. Llegué al teatro, que de alguna manera me dio una voz y un voto dentro de la sociedad, de poder decir a través del teatro, de los clásicos, lo que no se podía decir abiertamente. Y hoy día me doy cuenta que lo que me convocó al principio tiene mucho que ver con lo que yo quiero decir hoy en día.

Hay un hilo conductor en tu trayectoria…

– Absolutamente y ahora lo puedo reconocer claramente.

Y ahora de adulta ¿te motiva traspasar esa inquietud a los jóvenes o pasa por un tema tuyo, de tu propia creación?

– A mí me interesa mucho ser un aporte, sí hacer un aporte a la reflexión social. El teatro ya es bello, las palabras son bellas, las actrices o actores ya son bellos, no hay nada más que buscar ahí, sino que entregar ese contenido para que la comunidad de espectadores, pocos o muchos, da lo mismo, sean capaces de recibir ese arte y tener la voluntad de reflexionar sobre lo que ahí se está diciendo. Con eso yo me doy súper pagada. No quiero cambiar vidas, ni ideologías, ni mensajes religiosos, simplemente entregar lo que me parece que es un síntoma social que nos ocurre, que el relativismo se ha tragado prácticamente todo.

La propuesta de “Sobrevivientes”

Volviendo a la creación de la trilogía, ¿por qué “Sobrevivientes” hoy día?

– Tiene que ver con los temas que yo quiero tocar, que son los lugares más incómodos para nuestra sociedad. El río Mapocho que es un lugar donde se tiraron cadáveres, es un lugar que nunca ha sido recibido por la sociedad ni como un monumento a la historia nacional, ni hay una placa, una cruz, ni flores; es un basural. Tiraban esos cuerpos a “la basura” como hoy tiramos a esos niños debajo de los puentes “a la basura” son las personas al margen y que políticamente es el lugar más incómodo porque no está resuelto.

Sobre la obra “Mina antipersonal” alojado en Villa Grimaldi, hablo de las delatoras, que también es un lugar muy incómodo para vivir, donde ellas son sobrevivientes de algo que no pudieron manejar. Y la tercera sucede en el Patio 29 donde se han desenterrado para analizarse cuerpos de detenidos porque se equivocaron, y vuelven a la tierra y nadie habla de eso, ni tampoco hay una opinión oficial respecto de eso. Vivos o muertos en Chile, hay incomodidad. Lo estoy armando con dos obras: «Filoctetes», de Sófocles, sobre la ida a atacar Troya, y «El innombrable», que la he trabajado con Samuel Beckett que es mi dramaturgo y hombre fetiche, lo amo intensamente.

En tus obras anteriores también trabajaste con Beckett. ¿Por qué te llama tanto la atención donde hay desolación, desesperanza?

– En Beckett es profunda la desesperanza, él es existencialista. Está la tierra y el infierno y no hay nada más.

¿Y por qué te llama la atención?

– Porque me siento absolutamente identificada con ese discurso de Beckett y si a eso le agregamos a dios, con mayor razón todavía.

¿Y en ese sentido eres creyente?

– Yo creo en el hombre y en la fuerza profunda del hombre que puede atravesar cualquier cosa, la capacidad de creativa que puede ser iluminada, pero me cuesta mucho creer en cosas que están afuera, que están fuera de lo que mentalmente con nuestra energía podemos llegar a hacer.

En teatro has sido dirigida por Alfredo Castro, Rodrigo Pérez y Víctor Carrasco, que también tienen un estilo, ¿por qué con ellos y qué buscas en tu actuación?

– Son tres personas que en alguna etapa de mi vida fueron fundamentales para entender un poco más sobre el oficio, sobre la capacidades que yo tenía como actriz, porque me pusieron entre la espada y la pared, porque me exigieron hasta tal punto que uno podía llegar a enfermarse y me sentí identificada con eso, porque para mí eso es teatro, es más real que la vida real, es más religión que la religión. Es una forma de vida, la forma que yo más siento que yo puedo ser, donde puedo existir, donde puedo inventar, imaginar, es un espacio de libertad enorme, donde puedo ser hombre, puedo ser mujer, es un espacio donde uno tiene la posibilidad de conocer la naturaleza humana.

¿Por qué seguir vinculada con la televisión entonces?

– Esta obra que acabas de ver la hice con la plata que yo gano con la televisión. Si hay algo que me sirve además de un ejercicio notable de actuación, es que me sirve para hacer lo que yo más amo en la vida, que es teatro.

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