Iniciamos marzo con la mirada y voz de preadolescentes del recuerdo. Quisimos rescatar dos libros cuyos protagonistas son niños, un arte difícil de lograr si no se tiene la empatía para recordar y construir episiodios marcados por la reflexión interna, por el pensamiento espontáneo de alguien que descubre el mundo y lo resuelve a su antojo, o imaginación. Chapeka, un libro pensado en preadolescentes y El pequeño comandante para adultos que quieran reconocer esa fibra más sensible de la ingenuidad. También nos llegó un libro que nos llamó la atención, el destacado compositor y músico José Luis Pereales conocido por emblemáticas baladas románticas, dio a conocer este comienzo de año su primera novela La melodía del tiempo. Una historia plagada de entrañables personajes secundarios, aquí algo más de cada uno de ellos:

00106523166558____1__640x640El compositor español Jospe Luis Perales, nos sorprende con su primera novela. Desde el comienzo uno puede esperar una historia romántica como muchas de sus canciones que han quedado por décadas en el imaginario popular, sin embargo, nos encontramos con otra forma de romanticismo, el de la vida misma, nos encontramos con el recuerdo transformado en poesía, en misterio y fantasía. «La melodía del tiempo» nos desconcierta al llevarnos al imaginario de la literatura americana, ¿también hay un Macondo en Castilla? El autor nos lleva a ser testigos de la cotidianidad de cuatro generaciones de una familia que vive en El Castro, un pequeño pueblo rural, tradicional, lleno de creencias, ritos, misterios, conservadurismo, y que sin embargo, toda esa mezcla genera historias curiosas, amores imposibles, hechos insólitos. La mujer muere sentada y abrazada al restrato de su hijo. Su último deseo, que la entierren tal cual como quedó…el revuelo si la mujer iría en la silla o no, saca risas y ternura; o el hombre que desaparece en los cielos intentando ayudar a unos extranjeros que llegan en globo aeroestático, pero donde el pueblo no ve más que la manifestación divina de un ángel, y el punto de arranque el furtivo enamoramiento entre la joven Gabriela Rincón y el sordomudo relojero del pueblo, Evaristo Salinas. Una novela sin puntos de quiebre, sino historias desempolvadas para entretenerse y quedarse con el gustito de haber sido testigo de nuevos y curiosos personajes que seguirán viviendo en ese rincón de España llamado El Castro. «La melodía del tiempo». José Luis Perales. Penguin Random House. 339 páginas.

chapekaBgEste primer libro escrito por la actriz y gestora Sandra Burmeister, nos introduce al mundo de una niña inquieta con su sello naranja en el cabello, quien en medio de su locuaciodad interna y externa, y en un día de paseo familiar, se da cuenta de la llegada de su primera menstruación. Este hito, tan personal y universal, no hace empatizar con los cambios internos que puede sufrir una preadolescente mientras el afuera le dice, ya dejaste de ser niña. ¿Qué significa exactamente eso? la actriz y escritora con delicadeza y humor nos acerca a través de esta niña inquieta para mostrar la naturalidad del cambio de ciclo. Un libro ágil, entrenido para preadolescentes, hombres y mujeres, y cuyo personaje central, nos relata un paseo familiar a un museo, pero que está lleno de esas preguntas y afirmaciones que sólo una pequeña jovencita puede hacerse. En ese sentido es un mérito cuando un adulto escritor logra ponerse en ese lugar infantil y trasmitir con ingenua transparencia lo que vive. Ojalá este libro sea el comienzo de las aventuras de la niña naranja, da para más. «Chapeka, la niña naranja». Sandra Burmeister. Tatrexto Ediciones. 53 páginas. (Libro autogestionado que se puede encontrar en sucursales de bibliometro)

rdi2205121Esta novela corta escrita por Rodrigo Díaz Cortez y publicada en 2011, la rescaté en esta oportunidad porque también nos habla desde la mirada de un niño, y nos retrotrae al pasado setentero, tras algunos años después del golpe de Estado en Chile (1973), pero como el protagonista es un preadolescente lleno de sueños, imaginación e inquetud, casi no se menciona ni se ve con claridad, más que con metáfora, la desaparición de los padres, la censura, el resquemor entre vecinos y pares, todo lo cual resulta conmovedor. Sí, conmovedor porque como alguna vez fuimos testigos en la pantalla grande, una buena fórmula para capear la realidad con «La vida es bella», acá la omisión de los abuelos más que la invención, no hace otra cosa que aumentar la imaginación del niño, quien entre piratas y vampiros, los civiles y militares, va desenrrollando su cotidianidad. Ese es su interés, saber cómo estarán sus padres piratas, que se fueron de la casa en busca de tesoros, como estarán los otros, los vampiros, las marionetas de pinocho, que no tiene un corazón de verdad…

Benito tiene unos diez años y vive con sus abuelos en un pequeño pueblo del desierto de Atacama, él y su amigo Jim, hijo de militar, y quien a escondidas se junta con su amigo para ir a la linea del tren, o  tirarse por las posas del río Huasco o de subir a la nave que está arriba de un nogal. Todas aventuras que disfrazan la pugna entre buenos y malos que se provocó tras el golpe. Es un libro conmovedor, de fácil lectura, y cuya metáfora principal está dada por el mismo relato, la mirada de un niño vuelve la realidad una metáfora hasta llegar a un punto en que el mismo protagonista reconoce y nos sugiere que las voces de los adultos, sus historias y recuerdos se van mezclando con los míos, como si fueran propios. Una forma inteligente y talentosa de decir, ya dejé de ser niño. «El pequeño comandante». Rodrigo Díaz Cortez. Literatura Mondadori. 111 páginas.

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