Por Cristian Sarmiento
Canalizador / www.cristiansarmiento.webnode.cl

Como hemos comentado en artículos anteriores, el movimiento es el fundamento de la vida. Todo lo que percibimos con nuestros sentidos está en constante cambio, desde lo más sencillo como el viento hasta complejos mecanismos como un reloj atómico.
No obstante, la experiencia de ser consciente es siempre la misma, es algo que no podemos describir a contar de nuestro conocimiento. Cada ser humano que habita el planeta tiene la chance de ser consciente de su ser, es decir, aquel lugar indescriptible donde pensamientos, percepciones, sensaciones y sentimientos tienen lugar. Pero cuando nos identificamos plenamente con uno de ellos, aparece el análisis destructivo, autocrítico, cuestionamiento, culpa, duda, frustración, orgullo, perdiendo la conexión con nuestra presencia: este espacio amplio y silencioso que habita en nuestro interior.
Inicialmente, es bueno en estos momentos de confusión, preguntarse a sí mismo ¿Qué soy yo en este momento? ¿Soy el pensamiento, el doloroso sentimiento o el lugar donde estos sentimientos y/o pensamientos están experimentándose?. En la mayoría de los casos, estamos en un círculo vicioso de represión/supresión o satisfacción ilusoria de un deseo que ni siquiera representa nuestra verdadera naturaleza, por ejemplo cuando nos surge una necesidad de algo por comparación o competitividad.
El darse cuenta de la identidad personal o “Yo” en un momento determinado, comienza a despertarnos del apego inconsciente que manteníamos con el pensamiento recurrente o emociones limitantes como miedo, sufrimiento, vergüenza, sólo por nombrar algunas.
El “Yo” es un pensamiento que está cambiando a cada momento, una sensación que aparece y desaparece a libre voluntad o una emoción, que en ciertas situaciones se hace presente, por eso ¡es interesante indagarlo! Esto nos habla de la impermanencia e inconsistencia de un “Yo” que asumía por verdad.
Si profundizamos un poquito, en un comienzo  es necesario detenerse 5 ó 10 minutos para tomar unas respiraciones y percatarse que estabas totalmente asociado a un pensamiento y que éste te había conducido al interminable ciclo pasado/futuro o angustia/ansiedad. En suma, la oportunidad de estar plenamente presente o conectar con tu presencia interior, se esfumó en el vacío del tiempo.
Por ejemplo, la des-identificación con la mente racional comienza a cimentarse de la propia reflexión de aspectos tales como ¿soy puramente un pensamiento?, ¿mi identidad es este cúmulo de pensamientos que van y vienen sin estructura aparente?, ¿estoy experimentado el presente o estoy traslapado hacia el pasado/futuro?, ¿estoy tratando de entender todo lo que ocurre?
La sensación de presencia y la confianza que puedes entregar a la experiencia más íntima que posees, te lleva automáticamente al presente. En esta etapa, es interesante mantenerse como observador/testigo de todo lo que ocurre en tu consciencia personal, sin intentar cambiar la esencia de la experiencia evadiendo o resistiendo.
Si el día de hoy estás triste o viviendo un momento complejo –así también si estás plenamente contento–, ríndelo a tu presencia interior, permitiéndote sentirlo hasta lo más profundo. No critiques o enjuicies lo que sientes ¡ahí gana la mente! Tu presencia interior es tan amorosa que ni siquiera altera tu libre albedrío y espera amablemente que tomes consciencia de ella para apoyarte en todo lo que necesitas.
Ahí, en ese espacio, que no podemos describir con palabras, salvo un “es” hay un sabio cariñoso llamado “Fe” o “Aceptación”.

Abrir chat
Hola 👋
¿En qué podemos ayudarte?