Por Valeria Solís T.
Directora Mirada Maga

El libro del médico Rodolfo Neira, tiene varios méritos, el primero es que relata su transformación personal como médico alópata, y que entra en crisis existencial por seguir el curso de las convenciones como si la vida fuera un gran listado de metas que ir chequeando a lo largo de los años hasta morir. También por comprender, en esa lógica, que la medicina que le habían enseñado ( y se enseña) con todo el atributo que significa poder salvar vidas humanas en momentos críticos, gira en torno de la enfermedad. En efecto, se estudia y se enseña medicina para ayudar a zafar de las enfermedades y del dolor de las enfermedades, y no se desarrolla en cómo generar salud, cómo generar bienestar para evitar llegar a la crisis. Y eso, según argumentos muy claros y fundamentados del autor, va mucho más allá de una actitud preventiva (no coma azúcar que le hace mal, evite el cigarro que le provoca cáncer), pues tiene que ver con tomar conciencia de quiénes somos como seres humanos, tiene que ver con saber y comprender que somos seres energía y vibramos, tiene que ver con cambiar el paradigma.
Y es, en este último punto el otro gran mérito de este libro, donde Rodolfo Neira inspira al explicar cómo poder asimilar ese cambio de conciencia, indicando por ejemplo lo clave que resulta la alimentación, no cualquiera, sino una lejos de los animales, una más creativa, mas eficiente, más potente. Un libro que vale la pena leer no sólo a quienes ya tienen atisbos de la medicina de la consciencia para tener más y mejores argumentos, sino para aquellos que aún están confundidos, saben, sospechan que son abducidos por las industrias farmacéuticas, alimentarias, o por la desinformación de los medios de comunicación masivos, pero no saben cómo dar un paso más allá. Con este libro pueden partir. El camino del amor propio. Medicina de la consciencia. Rodolfo Neira. Grijalbo. 143 páginas.

La novela arranca en Dalmacia, en un pedazo de la Croacia del 1860 donde el paradigma conservador sobre las mujeres eran muy similar a las de las clases altas y educadas de la América del sur. Curiosamente, mientras más educación, menos se esperaba de una mujer, menos ímpetu, menos autonomía, creatividad y talento; la vida se debía reducir al matrimonio, arreglado o convenido o conveniente, los hijos y la mantención de los gustos y la decoración de las casas y los ritmos de las casas…hasta morir. Había otra posibilidad eso sí, en ambos extremos del mundo, tanto en América, como en Europa del este, si no se casaba, la mujer debía aspirar al silencio y la rutinas de los conventos, pues «sólo Dios» podría cobijar a la mujer sin hombre.
Sin embargo, varias mujeres a lo largo de la historia de la humanidad han abrazado sus rodillas para luego seguir corriendo en busca de su destino. Es la historia de este personaje, Vera Ninkovic, de 27 años, quien al no desear cumplir los matrimonios pactados le promete a la familia internarse en los pasillos de un convento. No lo hace, claro, huye hasta Venecia, de Venecia a Nueva York y desde esas calles a veces muy frías se hizo un espacio entre palabras, inteligencia y codazos en un diario importante.
El mundo periodístico, recién en los últimos 30 años se ha visto impregnado de la labor de mujeres periodísticas, antes era algo excepcional y difícil de abordar. Imaginemos entonces lo que ocurría hace casi 200 años. El espíritu de Vera será el hilo conductor de esta novela, escrito con agilidad y a ratos buenas frases literarias, que nos remonta a Chile, a Iquique, al norte desértico chileno, cuando los pedazos de tierra amarilla se dividían entre peruanos y bolivianos, cuando los chilenos eran extranjeros, trabajadores de salitreras, trabajadores plagados de sacrificios para el plato de comida, un techo y algo más de humanidad.
Pero si bien la historia y la personalidad de Vera será la que nos lleve a conocer y comprender mejor la cotidianidad previa y en medio de la guerra del pacífico, también será a través de ella que conoceremos otra forma en que las mujeres enfrentaban la realidad. En la novela, los hombres aparecen más desdibujados, pero de una forma natural no forzada ni mal intencionada, resaltando la osadía de algunas como la trabajadora Jacinta o la entrañable mujer indígena de metro cincuenta, la Changa, que era capaz de robar para llevar a los más pobres que ella y que se manejaba con la misma habilidad en el agua salada como en la tierra del desierto, dando vuelta esa frase cliché de que la mujeres son más débiles.
Una novela entretenida, interesante en el aprendizaje, al ver como se formó ese Chile, y refrescante de ver a mujeres menos estereotipadas y, por el contrario, más reales y genuinas. Las mujeres de la guerra. Andrea Amosson. Ediciones B. 260 páginas.

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