Por Sergio Ureta
Escritor – investigador científico
Médico cirujano-ginecólogo
Autor de los libros “El ser humano una secuela del Big Bang”, “Inteligencia humana”, “Astrología, una verdad basada en la evidencia”

La definición de agnóstico según la RAE es: “Aquel que declara inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia” Algo semejante fue mencionado por el Buda Gautama quien consideraba que las cuestiones del “más allá” son sin provecho para la perspectiva de la liberación humana. Así que, para los agnósticos, el tema divino no es de preocupación, al menos para la mayoría.
En cambio para un ateo, la concepción de Dios sería una hipótesis no demostrada, por tanto, inexistente. Y curiosamente se aprecian felices negando esta opción, sin culpa alguna.
La historia nos ha señalado que un importante número de científicos no creyentes se han preocupado de hacer crecer la humanidad en todos sus aspectos, especialmente en el ámbito tecnológico. Y no habría registro de algún tipo de castigo por no creer.

Richard Dawkins

Richard Dawkins un conocido divulgador científico británico que podría homologarse como la máxima autoridad mundial de los ateos (comparable al sumo pontífice) ha escrito interesantes publicaciones que intentan demostrar la inexistencia de Dios, sin embargo, lo que se aprecia es una crítica a las religiones. Más aún, una crítica especialmente orientada a los jerarcas de las religiones quienes han establecido normas, como si ellos fueran “ungidos” por la misma divinidad, representando a Dios ante los feligreses. Y en la práctica (señalan los ateos), un porcentaje no menor, tienen tanto o más defectos que los “pecadores” que debieran conducir por el camino del bien.
Lo concreto es que los ateos niegan las cualidades que las religiones le asignan a este Dios y que por cierto, en muchas ocasiones resulta cuestionable para una mente lógica, como el tema de los castigos.
Así, la interrogante ¿existe Dios?, seguramente permanecerá durante largo tiempo en nuestro desarrollo evolutivo como una tarea de religiosos y ateos en su respuesta, lo cual lleva 15.000 años sin resolver, desde que el Homo se hizo sapiens.
En una postura agnóstica, podría postularse, en base a los argumentos dados por religiosos, que se requiere de una fe para “conectarse” con Dios y que obviamente solo creyentes tienen esa cualidad, que en el mejor de los casos, podríamos compararlo con un compositor musical, que requiere de una condición o singularidad que solo algunos perciben. Así, los ateos y agnósticos al no tener dicha competencia, carecerían de la capacidad de conectarse con lo divino, al menos de forma directa.
Continuando con el raciocinio “religioso”, que señala que todos seríamos hijos de Dios, por tanto, todos deberíamos tener la posibilidad de acceder a Él de alguna forma, no se trataría entonces solo de una creencia sino de una realidad. A su vez, los científicos que han desarrollado tecnología y grandes avances para la humanidad no son creyentes, y es una condición que la mayoría mantiene hasta su muerte, lo que me hace presumir, que no tuvieron la capacidad en vida de esta conexión a través de la fe.
Una curiosidad histórica es que Albert Einstein, uno de los más grandes científicos, poco antes de morir, a sus 75 años declaró ser “un no creyente profundamente religioso” -y agregaba- “la palabra Dios es para mí nada más que la expresión y el producto de las debilidades humanas y la Biblia es una colección de leyendas venerables, pero más bien primitivas. Para mí la religión judía no adulterada es como todas las otras religiones, una encarnación de la superstición primitiva”. Con esto hacía notar que el ser judío no lo hacía distinto a otras religiones, sin embargo, en entrevistas anteriores, varias veces dijo: “Dios está detrás de cada cosa que el hombre descubre”, una afirmación que establece una gran diferencia entre la religión y la entidad divina en sí misma.
Esta condición es la que se aprecia en un alto porcentaje de agnósticos, distinta a la gran mayoría de la humanidad que asevera “percibir”. Y, las religiones serían solo vehículos para acceder a esta condición, por tanto, la divinidad sería una sola con distintos nombres, y que los humanos van dándole propiedades de acuerdo con sus propias convicciones, que son evidentemente humanas.
Así, desde el punto de vista agnóstico se podría avalar una divinidad que ha sido materializada de alguna forma en las diversas religiones y que no tendría ninguna relación con lo descrito por humanos.

Erwin Schrôedinger

Esto me recuerda lo señalado por el físico cuántico Erwin Schröedinger, respecto de que las micropartículas se comportan como ondas y partículas al mismo tiempo, sin embargo, todos concuerdan que no es lo uno ni lo otro. “Onda y partícula son imágenes que nos vemos obligados a mantener, porque no sabemos cómo zafarnos de ellas”.
La cuántica es una ciencia tremendamente compleja, que aún mantiene a los físicos estudiando y estableciendo teorías que aún no logran consensuar totalmente, aún más, cada vez aparecen más propiedades de estas micropartículas, que resultan cada vez más difícil de comprender.
Si aceptamos la teoría religiosa de que esta divinidad creó toda la existencia, indicaría que estaría muy por encima de este conocimiento y por ende, faltaría mucho para acceder a Él por la vía del conocimiento.
Con esto descrito y aceptándolo como verdadero, podríamos concluir que la intelectualidad racional, aparte de estar muy lejos de la percepción divina por simple fe, se podría postular que ellos deberían tener como tarea acceder a su conocimiento por una vía distinta a la mera creencia.
Según esta teoría, estarían obligados a buscar caminos a través de la lógica científica, que es bastante más larga, aunque igualmente necesaria que la mera percepción.
Para los creyentes sería una entidad que perciben sin mayor cuestionamiento, tal como la gravedad, sin importar conocer su esencia. Y los ateos junto con los agnósticos se les habría asignado tareas distintas como el avance tecnológico y la ciencia, necesarias para la evolución y poder alcanzar los mismos estándares de felicidad que los creyentes que lograron una “comunicación” directa.

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